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El avión de Ryanair que a las ocho de la mañana de este domingo debería de haber aterrizado en el Seve Ballesteros, procedente de Milán, no lo hizo hasta pasadas las once, tras haber hecho escala de emergencia en Toulouse. «Un olor a quemado y ... algo de humo dentro del avión», al parecer procedente del cuarto de baño posterior del aparato, dieron la voz de alarma cuando no llevaba ni una hora de vuelo, lo que obligó a la compañía a decidir su desvío al aeropuerto francés. Después de dos horas de comprobaciones, con todo el pasaje a bordo, el avión pudo reanudar su ruta, aterrizando en Santander a las once y cinco de la mañana y quedando el contratiempo en un susto.
Según declararon algunos pasajeros, durante el vuelo notaron humo en la zona trasera del avión, donde se encuentran los aseos. Por este motivo, el comandante del avión les comunicó por megafonía que, «debido a un problema en la parte trasera del avión, donde había comenzado un olor distinto al habitual, quizá de humo, debíamos practicar un aterrizaje de emergencia en Toulouse», contó a este periódico Ana de las Heras, una de las pasajeras.
✈️🔴 DESVIADO.
— Amigos de Parayas (@AParayas) June 16, 2024
EL vuelo FR3394 de @Ryanair_ES @Ryanair_IT #Milán #Bérgamo ➡️ #Santander se ha tenido que desviar a #Touluse ⤵️ pic.twitter.com/d8pIzI2HST
Una vez en tierra, subieron miembros del Cuerpo de Bomberos a examinar el avión y, tras ellos, los ingenieros de la compañía aérea. Una vez certificada la seguridad, la aeronave despegó de Toulouse con destino a Santander. Pero el obligado cambio de rumbo no dejó de causar cierto desasosiego entre los pasajeros. Y así lo relató, en declaraciones a este periódico, una de las afectadas mientras el avión era examinado en Toulouse: «Reza para que lleguemos bien a Santander».
Con menos preocupación lo vivieron un grupo de amigos que había viajado hasta Milán para pasar unos días de vacaciones. A María Linares le había tocado un asiento en la parte posterior del avión, «más cerca del baño que al resto y por eso fui la única del grupo que me percaté del olor a quemado. Pero solo fue un poco y no vi nada de humo». Para sus compañeros de escapada, «lo peor fue el calor que pasamos durante las dos horas que nos tuvieron en la pista del aeropuerto de Toulouse. Cortaron todo el sistema eléctrico y fue un horror», comentaba Luis Revuelta a su llegada al Seve.
La pequeña de Anna Arnaut, otra de las pasajeras del vuelo desviado, también sufrió las consecuencias de este calor: «Tiene seis meses y llegó un momento que la pobre ya no podía más y se puso a llorar. Lo bueno es que yo tenía de todo, su agua, biberón y demás». A pesar de las circunstancias, según contó también Eire Antolín nada más aterrizar en Santander, «se notaba cierta solidaridad entre nosotros. Había varios bebés en el avión y todos acabaron llorando pero nadie perdió los nervios».
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