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El tipo callado de la oficina que acabó bailando encima del altavoz de la discoteca. La compañera que siempre llamaba al jefe 'don Ramón' y decidió, por unas horas, que era mejor 'Moncho' tras tirarle una copa encima. El directivo que imitó a Raphael en ... el karaoke. La nueva, que pensó que era el momento idóneo para pedir ese aumento de sueldo. O el que optó por decirle a la nueva más cerca de lo que el respeto dicta que le parecía «guapísima». El chismoso, el gracioso, la de la ronda de chupitos, el sobón, la cotilla, el que se tragó un altavoz, las que se pegaron por un micrófono, el que se comía todo... Hay etiquetas que alguno lleva encima en su trabajo desde una noche de diciembre de 2015. Y no se borran. Hasta reputaciones profesionales que cayeron al suelo desde lo alto de un árbol de Navidad. Una vida para construirla, un minuto para derribarla. Todo, «por una mala noche» en la cena de empresa. Hay que divertirse, sí. De eso se trata. Pero cuidado con dar la nota. Cantabria afronta el gran fin de semana del año para estas reuniones. Feliz rato, pero ojo. Mejor que la resaca -en forma de comentarios- no llegue el lunes a la oficina.
Primer gran consejo. «Las personas que van a una cena de empresa tienen que ser conscientes de que van a eso, a una cena de empresa. No a una cena de amigos». Parece una obviedad, pero es la clave del asunto. Lo explica Óscar Díaz, director de Asepeyo en Cantabria y Asturias y presidente de Aedipe Cantabria (la Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas, de la que también es secretario general en el ámbito nacional). O sea, un experto en la gestión de Recursos Humanos. Pone un ejemplo muy gráfico en estos tiempos: «Lo mismo que en las redes sociales dejamos una huella digital, queda una huella de tus comportamientos en la cena de empresa. Hablamos, por supuesto, de un contexto lúdico, pero en el que compartimos el tiempo con personas con las que tenemos una relación profesional. Claro que puede haber amigos, pero el motivo de la reunión, de la cena, es profesional».
El peligro más evidente (aunque hay otros, claro) es «el alcohol». «Hay alguno que quiere hacer en una noche todo lo que no ha hecho en un año. Y que se cree que vuelve a tener 20 años», comenta un hostelero veterano que ha servido muchos platos y muchas copas en el mes de diciembre. Díaz amplía el mensaje: «El alcohol desinhibe. Hay gente que le da por bailar, por reírse, por hacer chistes... Pero también puede dar por un comportamiento de tipo sexual poco adecuado o por decir cosas con un contenido que en otro entorno no se dirían». Control y prudencia. Y como dice un viejo consejo: no seas el primero en irte, pero tampoco el último.
Cinco consejos para no meter la pata
Uno. Tener clara la cita Ser consciente de que se acude a una cena de empresa, no de amigos (aunque algunos lo sean).
Dos. Relajado, pero profesional. El contexto es lúdico, pero se compartirá con personas con las que la relación es laboral.
Tres. Ojo con el alcohol Un consejo evidente. El alcohol desinhibe. Cuidado que no desinhiba en exceso.
Lo que no toca No es el día para resolver asuntos escabrosos o delicados o para pedir un aumento de sueldo.
Chismorreos Evitar críticas o comentarios sobre otras personas. Ya sean compañeros, colaboradores o jefes.
Las conversaciones -prosigue el experto- deben ser «relajadas» (tampoco se trata de estar en guardia o a la defensiva, todo lo contrario), «pero sin perder de vista que las personas con las que se mantienen esas conversaciones son colaboradores profesionales». Sin dejar de lado el nivel de relación profesional que se mantiene con esas personas. «Se comete el error de pensar que es un buen momento para tratar temas delicados y no toca». Ni recordar a un jefe ese aumento de sueldo ni solucionar asuntos escabrosos o controvertidos. «Puedes aburrir o molestar».
Y, otra clave, «es recomendable evitar críticas o comentarios sobre otras personas». Colaboradores, jefes, subordinados... «Se pueden herir sentimientos -advierte Díaz- o perjudicar nuestra propia imagen».
No llevar el coche por si acaso, ir 'arreglado, pero informal' (no muy extravagante), evitar ser el centro de atención, tener cuidado con los mensajes por WhatsApp cuando uno vuelve a casa o con lo que pone en las redes sociales (ojo a las fotos que se hacen)... Hay hasta decálogos de advertencias que circulan por internet para estas citas.
Consejos y casos reales. ¿Quieren ejemplos de aquí, de Cantabria? Ahí van unos cuantos. La sorpresa del personal de limpieza de un establecimiento cuando, al empezar el turno a eso de las siete de la mañana y ponerse a recoger lo que dejaron los de una cena de empresa la noche anterior, se encontraron en el baño con una mujer dormida (habían cerrado todo con ella dentro). O un empleado, en otra reunión, que le quitó directamente el micro al dueño de la compañía cuando estaba empezando a dar su discurso a los postres. Mejor eso, en todo caso, que el que, delante de todos los compañeros, le 'tiró los trastos' a la mujer del jefe o la chica que vomitó en el coche del director.
Se cuenta una muy gorda. «Debía tener un contrato temporal y decidió despedirse ese día a lo grande», empieza su relato un trabajador de un local. Llegó a la cena ya 'caliente', bien servido, y decidió, uno por uno, dedicar frases en alto a los que habían sido sus compañeros (del tipo «aunque disimules, tú eres un vago»). Para rematar, cuando se despedían, se sacó sus partes en un corrillo y decidió miccionar haciendo círculos. Tal cual.
Las tres situaciones que más se repiten, las típicas, según los expertos en Recursos Humanos, son tres. La más común es «un comportamiento inadecuado» que acaba siendo la comidilla del resto cuando toca volver a la oficina, al centro de trabajo. Porque ahí está otra de las cosas que nunca hay que perder de vista. Lo hecho o lo dicho ha sido frente a los que toca ver todos los días. Después de la cena hay un lunes en el que hay que regresar. Y hay ese rato del café, ese «¿viste a fulanito?», «¿escuchaste lo que le dijo menganita a...?».
Díaz apunta a que «oficialmente» no le han llegado casos en los que haya tenido que intervenir en las empresas con las que trabaja. «Pero sí oficiosamente». «No casos graves -apunta-, pero sí situaciones incómodas que han podido dañar la imagen profesional de alguien».
Quedan otras dos situaciones típicas. «Discusiones entre compañeros que se acaloran y que han llegado a ser peleas». Tema serio. Y, por último, otra escena que se repite con frecuencia y que es un clásico en los tópicos de riesgos y situaciones embarazosas de las cenas. Sí, flirteos, carantoñas o directamente relaciones sexuales entre compañeros de trabajo a la vista de todos los demás.
Esas miradas -o bajadas de cabeza- al día siguiente... Ese doloroso «tierra, trágame».
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