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Rita de la Plaza llevaba apenas año y medio al frente del Colegio de Farmacéuticos de Cantabria cuando llegó la pandemia, que hizo que cualquier proyecto o reto en sus planes de gestión quedaran en un segundo plano. La prioridad pasó a llamarse covid-19 ... . La propia vorágine de la crisis sanitaria, entre ola y ola, ha llevado al final de su mandato con una lista de deberes «pendientes», que el virus no ha permitido desarrollar, y «muchas ganas» de sacarlos adelante. Así que De la Plaza, que ve el futuro «con optimismo», decidió optar de nuevo a la Presidencia. Al ser la única candidatura, no ha sido necesario abrir un proceso electoral. La nueva junta de gobierno tomará posesión mañana, jueves.
«La verdad es que me he puesto a hacer balance de estos cuatro años y es que casi todo el trabajo ha estado marcado por la pandemia. Hemos vivido momentos muy complicados, en los que había que buscar soluciones a los problemas que iban surgiendo, con lo difícil que era, sobre todo al principio, en aquella situación de gran incertidumbre», recuerda. Cuando no había mascarillas ni mamparas protectoras e incluso «nos pusimos a hacer cada uno en nuestras farmacias el gel hidroalcohólico mediante formulación magistral, que regalábamos a la gente, dado el desabastecimiento y la obsesión que había por desinfectarlo todo».
Pero de la dura experiencia de la pandemia también saca algo positivo: «Los farmacéuticos hemos salido a la luz, se ha puesto en valor el trabajo de las farmacias, el gran potencial que tenemos, lo que podemos aportar». De la Plaza destaca especialmente el papel de las boticas del ámbito rural, que son «un agente social de primer orden. Hay pueblos en los que el único profesional sanitario al alcance de la población era el farmacéutico, a disposición todo el día, sin necesidad de cita previa, atendiendo en todos los aspectos, para dispensar medicamentos pero también para resolver dudas en situaciones de miedo y angustia».
Por eso, uno de los proyectos en los que ya está embarcado el Colegio es precisamente el enfocado a cuidar la prestación farmacéutica en los municipios en riesgo de despoblamiento. Una iniciativa que se suma a la de «la dispensación colaborativa con la farmacia hospitalaria», dirigida a la población más vulnerable o con movilidad impedida, que permite acercar la medicación a la oficina más próxima al domicilio del paciente, sustituyendo así los desplazamientos al hospital, asegurando su conservación y la adherencia a los tratamientos.
«En esta nueva etapa confío en poder trabajar en más proyectos asistenciales», declara la presidenta, que admite que «el verdadero problema» al que se enfrenta el sector es «el gran déficit de farmacéuticos. No tenemos paro. Ahora mismo quien viene a trabajar a Cantabria elige farmacia y horarios casi a la carta. Al no tener facultad aquí, tenemos que atraerlos, y ese es uno de los principales retos que tenemos por delante. Me duele que en las farmacias rurales, en las que solo trabaja un farmacéutico, no puedan ni siquiera cogerse vacaciones porque no encuentran sustitutos. Necesitamos que vengan más profesionales a Cantabria. Hay trabajo para más de un centenar».
Pese a esa carencia de personal, De la Plaza subraya que «durante la pandemia no hemos cerrado ninguna farmacia», un éxito del que no pueden presumir la mayoría de las comunidades: «Aquí se evitaron los cierres con la solidaridad de los propios farmacéuticos, que iban cubriendo las ausencias de los compañeros». En estos cuatro años, además, se abrieron las 31 farmacias creadas en el último concurso público.
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