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«A mí me han robado»
Robos a domicilio ·
Estos cuatro cántabros han sufrido la invasión de su espacio más íntimo, su casa. Narran su experiencia tras ser víctimas de un delito que crece sin freno en los últimos añosSecciones
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Estos cuatro cántabros han sufrido la invasión de su espacio más íntimo, su casa. Narran su experiencia tras ser víctimas de un delito que crece sin freno en los últimos añosAlfonso del Barrio Propietario de la cafetería Ateka
En enero de 2023 los ladrones metieron el miedo en el cuerpo a todo el barrio de Monte, en Santander. «La gente estaba aterrorizada. Ya ... no sabían qué hacer», recuerda Alfonso del Barrio, propietario de la cafetería Ateka, una de las más conocidas de la zona. Era algo por lo que él ya había pasado porque el año anterior le habían entrado a robar dos veces:en marzo y en septiembre.
«No nos habían robado en 20 años, y estos sinvergüenzas entraron», recuerda. Su negocio es familiar y cuenta con 37 años de historia. Explica que lo hicieron en un «visto y no visto». «Rompieron el cristal y fueron directos a las máquinas tragaperras». Usaron un ladrillo. El mismo con el que quebraron la ventana les sirvió para reventar las máquinas. «Encontraron, creo, unos cuatro mil euros, porque la empresa propietaria de la maquinaria había venido a recaudar el dinero recientemente», evoca Del Barrio, que ha vivido en la zona toda la vida. A raíz de entonces tomó medidas. «Coloqué cámaras de seguridad que pueden ser muy útiles cuando pasan estas cosas, y que pueden servir para la investigación posterior», afirma.
De hecho, la Policía ya ha recurrido a sus grabaciones cuando ha habido algún otro altercado por la zona, porque al apuntar a la terraza del local, también registran imágenes de la calle.
«También hemos reforzado el cristal, que es doble y hemos instalado una persiana metálica que va a entorpecer al próximo que quiera romper la ventana, cuenta Del Barrio.
Lo peor de todo, confiesa, no fue el dinero que le robaron, «que al fin y al cabo no es mío», sino el destrozo del local. «Eso sí que es un problema gordo, porque aunque lo paga el seguro, tienes que estar pendiente de todo».
Ese mismo día, cuando sucedió todo, tuvo que hacer malabarismos para abrir. «No tenía cristal y encima me decían que no tocara nada para tomar huellas y tuve que arreglarme como pude para abrir porque tal y como están las cosas no puedo permitirme estar cerrado un solo día», comenta este empresario, que opina que lo idóneo sería llenar las calles de cámaras.
«Las calles son lugares públicos, por lo tanto no tendríamos que tener miedo, no deberíamos escondernos. El que no comete ninguna ilegalidad, no tiene nada que temer tampoco. ¿Por qué no poner cámaras en todas partes?», sugiere. Es una de las maneras en que se podría evitar que surja «inseguridad social» cuando hay oleadas de robos.
Pilar Santiago Vecina de Isla del Óleo (Nueva Montaña)
Pilar Santiago tiene grabado en la memoria el vídeo en el que se ve a los ladrones entrar en su casa de Nueva Montaña. Lo registraron las cámaras de seguridad. «Saltan desde el otro lado de la valla, donde hay una empresa que almacena material, y van completamente tapados, cara y todo. Por eso es imposible reconocerlos», asegura. Sentada en la mesa de comedor de su salón, junto a su marido, evoca la tarde en que entraron, el 13 de enero de 2022.
«Fue a las nueve de la noche, cuando normalmente estamos en casa;pero ese día justo tenía a una hermana enferma y nos acercamos a verla». Tardaron apenas tres minutos en dar el golpe. Se llevaron sólo joyas, porque no guardan dinero en efectivo en casa. «Joyas que no tenían tampoco un gran valor económico, aunque sí que suponían un dinero;pero lo que sí tenían era valor sentimental», cuenta el matrimonio.
A los intrusos se los escucha hablar en el vídeo, son extranjeros. Uno de ellos rompió el cristal de la ventana del salón y metió la mano para abrir la puerta desde dentro. «Se cortó. Debió de ser un corte importante porque dejó manchas de sangre».
En el vecindario tenían sospechas fundadas sobre quiénes eran. «Unos días después tres chicos extranjeros aparecieron en un establecimiento comercial del barrio y uno iba con la mano vendada. Creemos que eran ellos y llamamos a la Policía, pero no pudieron detenerlos porque no teníamos pruebas». Al matrimonio le ha quedado el temor de que vuelvan a entrar, y que lo hagan con ellos dentro;aunque saben que el modus operandi suele ser acceder a las viviendas cuando no están sus propietarios. «Aún tengo la inquietud de estar pendiente de cualquier ruido, de cualquier cosa que se sale de lo normal en el barrio», lamenta Santiago.
Cuando hubo oleada de robos en aquel inicio de 2022, todos los vecinos pusieron en marcha un grupo de 'WhatsApp' para compartir cualquier novedad acerca de lo que sucediera en la urbanización de chalés de Isla del Óleo. «Estábamos a la que saltaba y aún mantenemos esa tensión. Cada vez que entra alguien, el que se entera lo comparte con los demás. Somos nuestros propios vigilantes», revela.
Hacían incluso turnos en las ventanas para vigilar desde todos los flancos. Había mucho nerviosismo;pero aquellos tiempos de miedo ya pasaron. O al menos se atenuaron. «Esperemos que no vuelvan a entrar nunca porque te queda la impresión de que han invadido tu espacio íntimo».
Fernando Bolado Vecino de Calderón de la Barca (Santander)
Fernando Bolado está seguro de que algún vecino descuidado le abrió la puerta a sus asaltantes. Entraron en enero de 2021 tras romper la puerta de su casa, un piso de uno de los edificios de la calle Calderón de la Barca, en pleno centro de Santander. «Cuando llegas a casa y ves eso lo primero que piensas es que hay alguien ahí todavía. Y te entra un poco de miedo. Sobre todo mi mujer tenía miedo», recuerda.
Todo sucedió en veinte minutos. «Recuerdo que bajamos a tomar una cerveza pero hacía tan malo que decidimos subir pronto. En cosa de sólo unos minutos entraron y se llevaron lo que pudieron». Apenas unas cuantas joyas, porque tampoco en esta casa había dinero en efectivo. «Sí que había cosas con un alto valor sentimental, porque eran de mi mujer, que ha heredado muchas cosas de su madre y también de su tía, que fue para ella también como una madre;eso es lo que más rabia da».
Saben que nunca volverán a ver esos bienes porque la Policía les indicó que es muy complicado recuperarlos. «Nos cuentan que el oro lo funden y que lo demás lo venden donde pueden. Lo sacan inmediatamente de la ciudad e incluso del país».
El día en que los robaron, pasaron unas cuantas horas en el salón de su casa, sentados, sin poder tocar nada de sus pertenencias, donde se supone que podían encontrar pruebas;pero no hubo nada. O al menos es lo que se entiende «porque la Policía no ha vuelto a contactar con nosotros para informarnos de nada».
Lo realmente sorprendente es la profesionalidad con la que actuaron los ladrones. «La verdad es que entraron y fueron muy pero que muy pulcros. Dejaron todo tal y como lo teníamos y sólo entraron en el dormitorio, donde sabían que podrían encontrar las joyas».
Todavía no han podido sacudirse la sensación de inseguridad. «Mi mujer es la que peor lo lleva. Te queda esa impresión de que te han invadido el espacio íntimo, de que te han espiado. Porque para entrar sabes que han estado estudiándote un tiempo, sobre todo a mi mujer». Horarios de entrada y salida, las joyas que llevaba un día y otro. Los especialistas son maestros de la observación. Se detienen en cada detalle para saber si merece la pena dar el golpe. Al fin y al cabo siempre se la juegan.
«Lo que deberíamos hacer es tener más cuidado de a quien abrimos la puerta. En estos portales, donde además hay negocios, hay que tener seguro quien sube», opina para frenar estos robos.
Pedro Fernández Vecino del barrio La Llosuca (Camargo)
En el barrio La Llosuca, en Camargo, hay una casa que llega hasta el final de la carretera. Más allá sólo hay monte. Es el hogar de Pedro Fernández, bien conocido en el pueblo. «Está claro que la ubicación, con una buena escapatoria hacia los árboles, ha ayudado a que nos eligieran como víctimas», argumenta. Les entraron el 25 de diciembre de 2021 y, dos años después, también el 26 de diciembre de 2023, hace tan sólo unos días.
«En esta cuesta que sube hacia el monte hay tres casas, la nuestra y otras dos que están camino de la carretera. Los vecinos somos todos familia pero al final siempre han entrado en la nuestra por la ubicación, por la escapatoria», explica Fernández, que estudió la pista de los pasos que habían seguido los ladrones.
«Nosotros solemos irnos por las tardes y volvemos más o menos pronto; pero esta vez nos retrasamos algo más porque habíamos ido a un funeral. El caso es que por casualidad ese mismo día entraron a una hora en la que normalmente solemos estar en casa», comenta. Él fue el primero en llegar a casa y también quien se llevó la sorpresa. «Justo ese mismo día, por la mañana, había quitado un bloqueador de las persianas que es anti-robo. Justo ese mismo día en que nos entraron. Ya es casualidad», lamenta.
Lo primero que pensó es que su hija mayor se había despistado y había dejado abierta la ventana de su cuarto. «No era su culpa. Era el ladrón que había entrado por su cuarto», recuerda.
El asaltante trepó por una de las esquinas de la fachada, anduvo unos metros por el tejado, «de hecho desde aquí se ve una teja rota», muestra mientras señala al tejado, y llegó a la ventana de mi hija. «Allí rompió el cristal, metió la mano y abrió la puerta». Fue derecho al cajón de las joyas. «Se habrá llevado alrededor de 15.000 euros en joyas y poco más, porque dinero en efectivo nunca tenemos», afirma.
Lo peor es el valor sentimental que tenían algunas de esas cosas que se llevó. «Teníamos una medalla que era de mi abuela y que había comprado después de toda una vida de ahorros», recuerda. También algún reloj antiguo. Todo lo que puede revenderse con facilidad en el mercado negro, o lo que puede fundirse para elaborar lingotes. «La cuestión es que llamamos a la Guardia Civil y aquí no vino nadie. Nos dijeron que no hay patrullas. No se entiende. Y al final fue la Policía Local la que nos atendió», protesta. Ahora pondrá alguna reja y también instalará cámaras de seguridad.
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Ana del Castillo
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