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El coche de Roberto Lavid apareció en una zona boscosa en el municipio de Valderredible, donde comenzó su búsqueda en enero de 2019. En los redondeles, Alejandro Mencía (izquierda) y Roberto Arturo Lavid Sane
¿Qué fue de Roberto y Alejandro?

¿Qué fue de Roberto y Alejandro?

Desaparecidos. El rastro de estos dos cántabros de 49 y 31 años se perdió en Tanos y Campoo de Suso

Domingo, 10 de octubre 2021, 07:33

Cuando una persona desaparece se pueden dar varias situaciones: que aparezca sana y salva –el mejor de los desenlaces posibles–, que sea localizada pero con algún daño físico o psicológico, que desgraciadamente esa persona sea encontrada muerta o que se pierda su rastro. Este último caso quizá sea el que peor encajan los familiares o amigos del desaparecido, puesto que no pueden cerrar una herida que permanecerá abierta el resto de sus vidas.

En Cantabria hay varios casos de desaparecidos cuyo paradero se desconoce, pero en los últimos años hay dos que han tenido una mayor repercusión mediática: el de Roberto Arturo Lavid, cuyo rastro se perdió en Tanos en noviembre de 2019 y el de Alejandro Mencía, de 31 años, desaparecido en Campoo de Suso en mayo de 2020.

Hace apenas tres semanas los familiares de Mencía organizaron una nueva búsqueda, en colaboración con SOS Desaparecidos Cantabria, por el entorno de la cabaña del Teju (zona de Fuentes), lugar en el que sus amigos, con los que se encontraba celebrando un cumpleaños el día de su desaparición, le vieron por última vez. El medio centenar de personas que participaron en esa batida no encontraron ni rastro del joven. «Queremos que se busque más. Tiene que aparecer el cuerpo», apuntan los familiares, que siguen a la espera de que el Juzgado de Reinosa atienda su petición de realizar una reconstrucción de los hechos con los amigos de Alejandro, a los que también quiere interrogar el abogado de la familia.

Hasta ahora, sólo los familiares de Mencía se habían pronunciado públicamente sobre este misterioso caso –la Guardia Civil defiende la tesis de que fue una marcha voluntaria, aunque sigue investigando–. Pero este periódico ha podido recabar el testimonio de uno de los once amigos que se encontraban con Alejandro cuando se le vio por última vez.

«En nuestro grupo de amigos no hay ningún asesino ni ningún psicópata. Si aquel día hubiese visto algo raro se lo habría contado a la Guardia Civil», apunta Pedro Landeras, vecino y amigo de Alejandro «desde pequeño», que lamenta los comentarios que la familia del desaparecido ha realizado en el último año, «que ponen a la gente en nuestra contra». «Lo más fácil es sospechar de los que estábamos con él aquel día, pero la gente habla por hablar», asegura, al tiempo que descarta la tesis de que Alejandro se haya ido por ahí, «al extranjero, o cualquier sitio».

Su hipótesis es que su amigo, «que no se orientaba bien por el monte», pudo despistarse y «resguardarse del frío en algún refugio del que ya no salió».

Landeras recuerda que el día de la desaparición de Alejandro se encontraban en una cabaña celebrando un cumpleaños, pero «en ningún momento hubo una pelea ni nada como se ha dicho». Es más, dice que había «un rollo muy bueno». Entonces, uno de los amigos y Mencía se fueron a lavar al río porque habían estado «jugando y enredando fuera de la cabaña y se mancharon de boñiga». «Alejandro siempre era más vago y le costaba subir. Y el otro amigo le dijo que subía a la cabaña y le esperaba arriba. Alejandro le contestó que ya subiría». Pero no lo hizo. Landeras cuenta que ese día había mucha niebla y hacía mucho frío y que las botas de Mencía –la camiseta se la dejó en la cabaña– aparecieron en una pista. «Tiene que estar ahí, en el monte».

Desaparecidos

Roberto Arturo Lavid

Fecha:

10-11-2019.

Alejandro Mencía

Fecha:

23-05-2020.

«Una situación muy extraña»

Un mar de incógnitas, también, rodea el caso de la desaparición de Roberto Arturo Lavid, el hombre al que se le perdió el rastro el 10 de noviembre de 2019 en Tanos y cuyo vehículo fue encontrado pasadas dos semanas de aquello en la localidad de Población de Arriba, en Valderredible, a más de 130 kilómetros de su casa, en Igollo de Camargo. La losa que carga la familia, como en todos estos casos, es la incertidumbre, la imposibilidad de pasar página de un caso que no ofrece ningún asidero para continuar la investigación. «Estamos preparados para encontrarlo en una situación que evidentemente no nos va a gustar; pero es que ni siquiera eso es posible», lamenta su prima, Clara García.

En estos meses de investigación, en que la familia, vecinos y amigos han peinado el monte y en que, incluso, se han contratado servicios externos en una necesidad desesperada por resolver el caso, nadie ha encontrado pista alguna del rastro de Roberto Arturo Lavid. «Lo que pensamos a estas alturas es que es una situación muy rara, muy extraña. Ya no sabemos qué pensar», explica García. «Sabemos que él no se escapó de forma voluntaria porque necesita una medicación que no llevó y es que nos extraña mucho que no sólo es que no aparezca él, sino que no aparece ni rastro de él». No hay una prenda perdida, un mechón de pelo... algo que pueda servir de pista. «Podemos barajar que él nunca fuera a ese monte. Que nunca estuviera realmente allí y que fuera otra persona la que llevó el coche hasta aquel lugar», sugiere su prima.

De 49 años y un metro ochenta de estatura, Lavid tiene complexión media, ojos marrones y pelo castaño. En el momento de la desaparición vestía pantalón vaquero y cazadora oscura. Todas esas pistas han sido la premisa de una investigación que no ha logrado avanzar en estos cerca de dos años. Un tiempo que Clara García ha pasado subiendo al monte. Buscando, a la desesperada, a veces sin mucho criterio. «Era fruto de la desesperación. No podíamos quedarnos en casa. Necesitábamos saber que estábamos haciendo algo aunque en el fondo no estuviéramos haciendo nada, por desconocimiento».

Diez años de la desaparición del cura de Ampuero en Ibiza

Otro de los misteriosos casos de desaparecidos de Cantabria que dio lugar a decenas de publicaciones, al menos en este periódico, fue el de Adolfo Linares, párroco de Ampuero cuya pista se perdió en Ibiza hace ya diez años.

La moto que alquiló, bien aparcada con su documentación y su teléfono móvil, es lo único que quedó de él cuando, el 9 de julio de 2011, su rastro se perdió en unos acantilados de Es Soto, una zona de la costa próxima a la ciudad amurallada. Estaba a punto de terminar sus vacaciones de diez días en una isla a la que viajaba a menudo, en la que conservaba amigos de su juventud. Al día siguiente (10 de julio) debía volver a sus obligaciones en la parroquia de Ampuero. Pero no se bajó del avión en el aeropuerto de Bilbao, donde le esperaban para recogerlo.

Desde entonces, sus allegados viven con la incógnita de si está vivo o muerto y preguntándose qué le pudo haber pasado, qué debió de ocurrirle para que el 7 de julio don Adolfo dejase de llamarlos y de enviarles mails contándoles lo buenos que estaban siendo sus días de descanso. El Diario Montañés se ha puesto en contacto con la Policía Nacional de Ibiza, pero no han aportado nada nuevo respecto a este misterioso caso.

En los archivos de la Guardia Civil hay también otros casos que han quedado sin resolver. Uno de ellos es el de Francisco Quesada Sousa (Paco). Se lo tragó la tierra la noche del 1 de diciembre de 2011. Según la denuncia interpuesta en mayo de 2017 por uno de sus siete hermanos, Paco salió de su domicilio en Tanos (Torrelavega) y no regresó. Había discutido minutos antes con su mujer y se marchó «con lo puesto», porque «no llevaba documentación, ni dinero y tampoco un teléfono».

Los dos vehículos que figuraban a su nombre, una furgoneta Citröen C-15 y un Opel Corsa, quedaron aparcados. Sus hermanos aclaran que han tardado tanto tiempo en interponer la denuncia formal por su desaparición porque creyeron siempre que ya estaba puesta. En un inicio se pensó que era una desaparición voluntaria pero con el paso de los años, y al no recibir noticia ninguna de su paradero, las incógnitas se multiplican.

Como ellos dos, hay otros tantos que figuran en los archivos de casos pendientes de resolver de la Guardia Civil y la Policía Nacional. «Siempre estamos tras la pista, por mucho tiempo que pase de cada caso», señala Nerea Cachorro, representante cántabra de la organización SOS Desaparecidos.

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