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El Don Inda llegó el domingo por la mañana a la zona del hundimiento. Pasadas las diez y después de navegar toda la noche. Tres horas después, el robot que lleva a bordo ya había localizado en las profundidades del Cantábrico al Vilaboa Uno. Encontró ... el barco hundido, pero no pudo confirmar si Walter Jhon Ferreyros, el marinero desaparecido, estaba dentro. Y este lunes tampoco dieron con él. Siguieron haciendo rastreos –es de lo único que informa Salvamento Marítimo– pero no dijeron nada del maquinista del buque siniestrado. Preguntados por El Diario por los días que tienen previsto seguir buscando con el robot, desde la institución guardaron silencio durante toda la jornada. Hasta que en una escueta y ambigua nota enviada cerca de las diez de la noche aseguraron que el ROV Comanche había «completado la búsqueda en el fondo marino de las zonas determinadas por la investigación judicial». O sea, que, en principio, han terminado con el aparato, «al margen de posibles nuevas órdenes o peticiones adicionales por parte del juez que lleva la investigación». Eso sí, Salvamento Marítimo anuncia que el Don Inda, el barco, sí que seguirá este martes por la zona, equipado esta vez «con un dron para la toma de imágenes» y acompañando a las embarcaciones y el helicóptero que siguen buscando.
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Para entender la escasa información que aporta el organismo hay que hacer un ejercicio de interpretación. Y sacar conclusiones. Una, que el robot ya no se va a usar más porque ha rastreado donde le habían dicho, salvo que el juez pida más información. Dos, que van a continuar buscando, pero, en principio, sin el aparato. Y tres, la más importante, que no ha encontrado –o no lo dicen (algo que llama mucho la atención)– al marinero desaparecido en el interior del buque hundido.
Desde la institución se limitan a comunicar que la búsqueda forma parte de una investigación judicial y, más allá de un par de fotos y vídeos diarios (que no incluyen las imágenes submarinas que graban), únicamente envían unas pocas líneas al final del día. No responden preguntas. Ni de cómo opera el robot, ni de la profundidad a la que está el Vilaboa Uno ni de los avances o no en la búsqueda del tripulante, de origen peruano. De eso, de si han encontrado algo o no –que todo apunta que no–, ni palabra.
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A tenor de esas pocas líneas, la labor del robot estaría concluida en apenas dos jornadas de trabajo. Sería una menos que en 2021, con motivo de la búsqueda sin éxito de Fernando Solano, armador y tripulante del Maremi, para la que se desplazó el mismo robot y en el mismo barco.
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En aquella ocasión, uno de los responsables del manejo del dispositivo (que es natural de Laredo y trabajaba en la empresa gallega que contrató Salvamento para desarrollar la tarea) explicó pocos días después cómo se hizo el trabajo. El robot se manejaba desde la cabina de control del buque Don Inda (eso no ha cambiado) con dos supervisores y cuatro pilotos, además del jefe de la búsqueda de Salvamento Marítimo. Llegó a la zona del hundimiento un jueves, también sobre las diez de la mañana. Lo primero fue barrer el fondo con una sonda multihaz en busca de algún eco. Tardaron, aquella vez, más en encontrar el barco –hasta el viernes no fue posible– y se encontraron con un problema añadido que dificultó mucho toda la operación. Tenía redes flotando que complicaron acercarse por algunos flancos y visualizar desde todos los puntos.
Inspeccionaron todo lo que pudieron. La aleta de estribor, la popa, la bañera que tenía en esa zona –que estaba vacía– y todo el «costado de estribor hasta el folio (matrícula del barco)». Con barridos a distintos niveles. Además, pasaron por encima de sacos de redes cerrados, recorrieron todas las inmediaciones y se peinó el fondo hasta un radio de separación de unos 300 metros. Tres días, uno más que esta vez.
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Álvaro Machín
Lógicamente, son situaciones distintas, pero en el caso del Vilaboa Uno, por lo que ha podido saber El Diario, las condiciones de visibilidad han sido más favorables y se han tomado imágenes claras. Eso sí, de aquel testimonio sí que se puede rescatar una frase, una idea, que es válida para las dos tragedias. El experto aclaraba que, por el tamaño del ROV (1,5 metros de largo, 1 de ancho y 1 de alto), no era posible introducirlo en el interior del Maremi, de 23 metros de eslora (el Vilaboa Uno tenía 28) y tampoco que los buzos se sumergieran. El barco estaba a 132 metros de profundidad (en el caso del arrastrero santanderino las cifras que se han barajado son entre 120 y 150 metros).
Ocho días después del hundimiento del Vilaboa Uno y ya celebrado el funeral por Francisco Sampedro Faleato –fue el pasado jueves en el Barrio Pesquero–, ningún familiar ha reclamado en el juzgado el cuerpo de Gogfrey Kofi Buabeng, el segundo de los tripulantes fallecidos en la tragedia del barco santanderino (fue recogido por el Ave Fénix). La identificación indubitada –la que no deja ningún género de dudas– se prolongó precisamente hasta el pasado jueves. Natural de Ghana, el juzgado contactó entonces con la embajada para que pudiera dar aviso a sus familiares en su país de origen. Pero nada se sabe por ahora sobre esa notificación. Si ha tenido éxito o no. Si han localizado a algún pariente del fallecido. «Y ninguna persona se ha identificado hasta el momento en el juzgado como familiar para reclamar el cadáver», confirmaban este lunes a preguntas de El Diario Montañés.
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