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«Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones», confiesa Inocencio Arias (Almería, 1940), en el contundente arranque de su libro de memorias de ... idéntico título. Diplomático de largo recorrido -ha tenido, entre otras responsabilidades, las de embajador en la ONU, secretario de Estado de Cooperación y portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores con UCD, PSOE y PP-, ha sido testigo privilegiado de algunos de los momentos más importantes de la (ya no tan) reciente historia de España, sobre los que ha sabido posar una mirada certera, inteligente y, a menudo, divertida. Mañana hablará de todo ello -también de su pasión madridista y de su menos conocida faceta de actor- ante el público del Ateneo de Santander (19.30 horas).
-¿En qué momento se dio usted cuenta de que los diplomáticos no eran tan mamones como pensaba?
-Fui a Madrid para hacer las milicias al poco de haber terminado Derecho en Murcia. Visité un colegio mayor en el que había varios aspirantes a diplomáticos. La mayor parte de ellos eran nada pedantes, muy normales, simpáticos y con bastante cultura. Por supuesto que había un mamón pero también los hay en capataces, directores de banco y en los bomberos. Ya dentro de la carrera comprobé que el porcentaje de pedantes-mamones es muy reducido. Otra cosa es que tengamos una imagen mediocre, no real.
-Dependiendo del país, uno los puede imaginar cerrando acuerdos comerciales, fraguando pactos políticos o impulsando proyectos culturales, pero ¿qué hace un embajador de España en Bangladés?
-Puede hacer cosas. Quiero recordar que es, en población -¿171 millones de personas?-, uno de los diez países más poblados del mundo. Un mercado potencialmente de grandes posibilidades, siempre hay obras públicas que interesan a nuestras empresas y siempre hay votos que pedir en todos los temas de organizaciones internacionales que interesan a España. Nuestra Embajada allí es reciente, no tendrá mucho personal, pero estoy seguro que no se están tocando la barriga. Están, además, para sacar de problemas a los españoles que aparezcan por el país.
-Sirvió durante el mandato de varios presidentes. De Suárez destaca su carisma; de Calvo-Sotelo, su cultura. De Aznar, que daba la imagen de ser hombre de palabra. A Zapatero le dedica las palabras más duras. ¿Qué pensó al verle sentado al paso de la bandera de EE UU aquel 12 de octubre?
-La mayor metedura de pata de Zapatero ha sido la frase, funesta, que dijo sobre Cataluña y su estatuto. ¡Un presidente del Gobierno de España! No me lo podía creer. Eso quedará para la historia... No levantarse ante la bandera fue un desliz adanista de una persona que no conoce el mundo, pero no lo magnifiquemos, en ese momento no era presidente del Gobierno. Con Estados Unidos tuvo otras pifias siendo ya presidente. Yo en mi libro no lo juzgo en política interior. Digo que en la exterior era un pardillo que estaba incómodo dialogando con los extranjeros. En cuatro años de presidente aún seguía siendo un novillero; en política exterior, repito. González o Aznar eran matadores a los seis meses.
-Está acostumbrado a ver España desde fuera. ¿Qué imagen cree que tiene ahora?
-No es mala en absoluto. Los que vienen de a pie ven que las cosas funcionan, la gente es cívica y hospitalaria y, repiten, muy simpática; los trenes salen a su hora, en los hoteles el personal es eficiente y no los estafa, el país es muy seguro, la comida es de las mejores del mundo... Entre los que mandan creo que creen ahora que España es un país cumplidor. Rajoy dijo que no se nos rescataría y así fue; González que nos quedaríamos en la OTAN, se la jugó y así fue; que ayudaríamos en los procesos de paz en Iberoamérica y así fue; Aznar, que aunque tuviéramos problemas España entraría en el euro y así fue. Y se percataron que la transición se hizo sin violencia. La imagen es buena.
-¿Cómo se perciben desde el exterior la crisis catalana y el autoexilio de Puigdemont, como un drama balcánico o como una simple bufonada?
-Ni una cosa ni la otra. Es una bufonada para un observador español, pero dos millones de catalanes no parecen, es un misterio, pensarlo así. Los dirigentes internacionales casi sin excepción piensan que Puigdemont ha quebrantado la ley de forma clara y no le dan bola. No quieren sentar el precedente de alternar con un político que rompe las reglas de un Estado democrático y de derecho. Que participa en un golpe de Estado. Por eso no lo recibe nadie. Ahora bien, y esto es muy importante, la Generalitat ha cultivado con mimo, con trabajo, sin reparar mucho en gastos, durante cuatro o cinco años a los corresponsales extranjeros y estos dan una versión de los hechos, a veces ambigua, sin explicar que si eso ocurriese en su país, en Gran Bretaña, en Estados Unidos..., las autoridades intervendrían con más energía y celeridad que lo ha hecho Rajoy porque todo el mundo consideraría a Puigdemont y los suyos como golpistas y maleantes políticos. Por ejemplo, el prestigioso 'Financial Times', que ha hecho una cobertura artera. Yo estaba suscrito y me he borrado. En Estados Unidos, por ejemplo, si en Tejas surge un movimiento separatista que quiere celebrar un referéndum, el Supremo dice que no procede, y si se sigue adelante con él, la opinión pública y la prensa entenderían rápidamente que el Gobierno de Washington estaba completamente facultado para actuar con mano dura frente a los golpistas. Y lo haría con más firmeza que aquí. En ese terreno, el de cultivar la prensa extranjera, los independentistas le han dedicado muchas horas y el Gobierno español no ha sido previsor. El Gobierno ha explicado bien el asunto ante los dirigentes extranjeros pero, hasta recientemente, no ha hecho bien los deberes con los periodistas y medios extranjeros.
-Fue directivo del Real Madrid. Parece incompatible la contención que se le supone a un diplomático con la pasión propia de un futbolero: al embajador de Polonia esa mezcla explosiva le costó el puesto.
-Cuando yo era directivo del Madrid, creo que me mordí los labios en más de una ocasión; oí y leí muchas ligerezas, pero en ese momento estaba en excedencia. No había incompatibilidad. Es como ahora que estoy jubilado, si quiero decir que Trump fue legítimamente elegido, en contra de lo que dice alguien de la izquierda, pero que es un bocazas, un narcisista, un zafio poco solidario... lo digo y lo escribo. Ya no soy funcionario.
-A lo largo de su vida ha desarrollado también una curiosa carrera cinematográfica. ¿De dónde le viene esa afición?
-El cine tiene algo de mágico. Te puede embriagar si es bueno. Disfruto viéndolo y no me cansa hacerlo. No me cansan los rodajes, lo paso muy bien y si en una escena no me veo fatal es una gozada. Lástima ser un mediocre actor.
-¿Qué escena de película le gustaría haber protagonizado?
-Cualquiera con Ingrid Bergman, ¿Rick en 'Casablanca'?, las de Gary Cooper en 'Solo ante el peligro', Cary Grant en 'Con la muerte en los talones' y las últimas de la francesa 'Puerta de las lilas'.
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