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En su excelente libro ‘Cueto, en tierra de ingleses y piratas’, recién publicado, la escritora R. Diego Güemes desarrolla una narración sobre la procesión rogativa que, en enero de 1745, con ánimo de convocar la ayuda sobrenatural contra una terrible epidemia de peste, trasladó la ... imagen de La Virgen del Rosario desde la parroquia cuetana hasta la colegiata de los Cuerpos Santos, que pronto ascendería a la categoría de catedral. Esta reunión del icono mariano con las reliquias de los mártires Emeterio y Celedonio es literariamente matizada a través de la figura de San Matías, que había protegido a Santander en otra pestilencia anterior. Fuera porque la conjunción funcionó, o porque la peste había superado ya el cénit de su destructiva curva acampanada, la epidemia remitió.
El uso de imágenes o iconos y la atribución a los mismos o bien de poderes directos o, más frecuentemente, indirectos como vehículos, por semejanza, de la comunicación con la fuerza superior es un clásico de la antropología. A veces, no es la iconicidad, sino el contacto, lo que produce la comunicación: tocar unas reliquias, ponerle el pañuelo al cuello a San Blas en el pueblo de La Montaña. En ‘La rama dorada’ (1890), el escocés Frazer las distinguió célebremente como «magia simpática» y «magia por contagio».
Como la cultura contemporánea es secularización de la anterior sociedad agraria, podemos hallar estas mismas expectativas en campos tan profanos como las apuestas deportivas o la política. Por ejemplo, existe la creencia mágica en la planificación. Si presentamos a los dioses como ofrenda un plan de urbanismo, ellos procurarán la prosperidad del municipio, lo mismo que Atenea cuando los atenienses le llevaban corderos y un vestido en julio. Lo más habitual es que se encarezca la vivienda durante el largo periodo de tramitación del plan, y que se expulse a la gente joven, como en Santander y Torrelavega.
Juzgamos que, si elegimos presidente a un empresario, la economía irá mejor, por magia simpática. Lo acaban de hacer los checos después de los ucranianos y los estadounidenses. Lástima que ya no esté Leslie Nielsen para un «Gobierna como puedas». Existe la complementaria creencia, en ambientes sindicales y místico-sociales, de que cuando gobiernan los progresistas ipso facto se reducen la pobreza y la desigualdad. Metiendo ciertos iconos heroicos en las urnas, se obrará el milagro. Votar mismo es una actitud votiva, ritual: al introducir votos se hacen votos y se encienden metafóricas velas a San Escrutinio. Comisiones Obreras acaba de descubrir la decadencia del PIB cántabro por habitante a pesar de la gobernación afín: se avecina una crisis de vocaciones, los conjuros chamánicos no funcionan, alguien nos ha echado mal de ojo.
Si las cenizas de Keynes, dispersas desde 1946 por las colinas de Sussex, se hubiesen llevado, como él quería, a la cripta de King’s College en Cambridge, donde estudió y fue profesor, hoy habría unas reliquias con que practicar la magia de contacto y llegar al pleno empleo. Pero, devuelto Maynard a su verde madre, debemos concentrarnos en las rogativas seculares locales, aun advirtiendo que son signo de desesperación.
De estas pensaremos lo que el pescador danés con una herradura colgada en la puerta contestó al Nobel de Física: «Señor Bohr, se dice que da suerte incluso a los que no creemos en ello». Está 2018 pleno de rogativas y de puertas con herradura.
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