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Cuentan que la romería de la ermita de Santa Justa, en Ubiarco, era tan importante que en el siglo XVI se amenazaba con una multa de cien maravedís al que faltase sin justificación. Allí, antes de llegar, hay una fuente. Si es usted mujer y tiene ganas de casarse, eche un trago. Según la leyenda, beber en ese sitio garantiza boda en menos de dos años. Tenemos remedios para todo, oiga. A la romería de San Benito, en Barcenaciones (Reocín) –que ha sido estos días– acudían de antiguo los que tenían problemas de cojera. Pedirle al santo funcionaba. Eso parece a la vista de las cachavas o los palos que usaban para ayudarse y que dejaban en la ermita tras curarse –allí siguen algunos, aunque el pequeño templo no pase por su mejor momento–. ¿Sabían ustedes todo esto? Las fiestas que estos días salpican el calendario están llenas de historias y costumbres. Muchas curiosas. Tradiciones que ya forman parte de la agenda cotidiana. Ya que estamos, esta semana toca ir andando hasta Revilla y hacer cola para encender la vela. El Carmen, claro.
Una advertencia: esta no es una lista con todos los festejos y todas las tradiciones aparejadas en estos meses de verano. Hay cientos. Con la ayuda de dos expertos en etnografía, Alberto Martínez Beivide y Antonio Gutiérrez-Rivas, es un repaso de algunos ejemplos. De curiosidades relatadas por ellos.
La de la gata negra de Carasa (Voto) «tiene mucho que ver con las mascaradas y rituales de protección y adivinación». El día antes se busca una gata de ese color que irá con su custodio en una carroza con flores durante la procesión. Al llegar a la plaza se hacen coplas con los chascarrillos del año y, al final, se suelta al animal. Depende de a dónde tire, a la mies o al monte, las cosechas serán buenas o malas. La fiesta es muy conocida.
También la de la Maya de Silió. Los mozos suben al Monte Canales y escogen dos robles bien derechos. Se utiliza el tronzador y el hacho («sí, con la 'o'»). O la rabona (una especie de carro pequeño) con una pareja de bueyes para bajar los troncos. Se van secando, se les limpia la corteza... Hasta que toca pinar la maya, izarla, con un ramo de fresno en las alturas, como pistoletazo de las fiestas de Santiago. Cuentan los que saben –lo contaba el gran Vicente Terán Saiz, 'Tin'– que tan interesante como el izado es el derribo. Y que muchas de las vigas de las casas de Silió fueron mayas en su día.
Está la maya (también se celebra la de Pujayo, en Bárcena de pie de Concha) y está el Ramu, en Puentenansa. La tradición coincide con las festividad de la Virgen de la Salud. El Ramu en cuestión (que se parece más a un árbol que al ramo que tienen en mente) se adorna con papeles de colores, flores y hasta un mantón de seda. Y lleva rosquillas amarradas en las andas. Tras recorrer el pueblo al ritmo del tambor y la pandereta, y después de la misa, llega la subasta.
Si se han quedado con el detalle de las rosquillas (en El Carmen también tienen a montones), seguro que les suenan las de San Cipriano, en Cohicillos. Una de las romerías con mayúsculas. Si quiere cumplir con la tradición tiene que empezar bebiendo de la fuente de Riocorvo y, más adelante, en la de la campa. Desde hace algunos años, se ha popularizado la subida a la ermita con las albarcas. Hasta el punto de llegar a ser una de las escenas más arraigadas de las fiestas cántabras. «Las tradiciones, si tienen el favor del pueblo, cuajan muy rápido», coinciden los dos estudiosos. La romería, las danzas de los picayos y la comida popular –con las rosquillas en las ramas de avellano– son pura fiesta.
Hay historias maravillosas. La leyenda de la celebración de la Virgen del Milagro, en Valle (Ruesga), aparece recogida por Carmen González Echegaray. Parace ser que un mudo se estaba ahogando en el río sin poder pedir ayuda. El cura de la iglesia lo vio y sacó la imagen de la Virgen a lo alto. Milagro al canto. Las aguas del cauce cambiaron de dirección y el hombre finalmente se salvó en un recodo. A la romería, tradicionalmente, «venían trenes con romeros de muchos sitios de España». Y aún hoy, explican, vienen vecinos de Laredo, Colindres o Santoña para pedir por la suerte de los pescadores.
Ojo, porque tiene segunda parte. Romería del Milagrucu, en Vegacorredor (Ramales). Unos soldados que venían de la anterior fiesta (la de Valle) vieron unas «llamas danzarinas». Resulta que era un aquelarre de brujas a las que hicieron huir. Los vecinos, agradecidos, enterraron sus trastos y para celebrarlo, crearon la romería actual. Atención, porque es una cita idónea para la reconciliación de las parejas mal avenidas. ¿Por qué? Pues porque las brujas andaban con filtros de amor. Y para recordar todo esto, desde hace unos años se recrea una imagen de una bruja (un muñeco) que se esconde en el bosque para que la encuentren los niños. Los chavales la llevan a la romería y allí, por la noche, se quema como rito purificador.
Alberto Martínez Beivide y Antonio Gutiérrez-Rivas son los responsables de Etnocant, una asociación cultural centrada desde hace años en recopilar costumbres, tradiciones, ritos o leyendas por todo el mapa regional. Historias como la de la bruja de la romería del Milagrucu, de Vegacorredor (Ramales), que aparece en la foto. Ellos han hecho la selección para este reportaje.
De bien nacido es ser agradecido. Cofrades de Duña, Bustablado y Toporías organizan la Rueda de San Roque o Rueda Sanroquera para agradecer al santo que les librara de la peste. En un círculo de la pradería se baila al son de los picayos. Allí era tradición dar de comer a todos los pobres que se acercaran. Y ahora, pobres o ricos (es una comida popular), acuden a comer garbanzos y carne (de la 'vaca sanroquera', comprada en la feria). Y, si hace falta, relata Martínez Beivide, «se saca al santo en procesión para librar de males al ganado, como con la epidemia de carbunco del año 1993». Toda ayuda es buena cuando vienen mal dadas.
Con el ganado está íntimamente ligada la fiesta de los Campanos de Abiada (Campoo). Primer domingo de septiembre. Una forma de celebrar ese momento en el que los pastores devuelven los animales a sus dueños tras su estancia (y su labor) en las brañas. Dirigidos por el 'Mozo Mayor' hacen acopio de campanos por los pueblos en una noche llena de ritos –que no es fácil que cuenten (uno de ellos, se sospecha, es comer las jijas)–. Al día siguiente, las mozas engalanan el ganado «y se representan escenas con charlas con toques picarescos».
Hay muchas fechas señaladas con tradiciones concretas. La Pasá de Carmona, La Bien Aparecida (por supuesto), la feria de la alubia de Casar de Periedo, la Virgen Grande de Torrelavega... El viernes será el chupinazo en Santander. Importa el qué o el cuándo, pero también el dónde. Para demostrarlo, la romería de Valvanuz (Selaya). Otro de los momentos más esperados del verano cántabro de fiestas y una pasarela de tipismos y trajes regionales. La cita tiene su origen en una leyenda mariana sobre la construcción de la ermita. La Virgen se apareció en la pradería, cerca del riachuelo y rodeada de ángeles. Allí, al tocar una roca brotó una fuente (que se conserva). Los vecinos, encantados, decidieron levantarle una ermita en el pueblo. El caso es que por las noches los materiales de la obra desaparecían del lugar elegido y aparecían en el de la aparición. Y así estuvieron varios días. Con ese vete y ven. Hasta que captaron el mensaje: la voluntad de la Virgen era que se construyera donde se dejó ver.
Lo de los materiales 'viajeros' se repite –con una versión similar– en el origen de la romería de la ermita de Las Nieves (Guriezo, en el alto del valle), antes Nuestra Señora de Los Castros. Empezaron a construir en un sitio y los trastos aparecían en otro. Pero aquí se dieron cuenta de que era un mozo con aspecto de ángel que guiaba a una pareja de bueyes. Se hizo dónde él decía. Durante la romería se saca a la Virgen y antes de entrar de vuelta la colocan en el rellano de las escaleras mirando hacia el valle. Entonces, todos cantan la Salve.
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