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En una caja de cartón caben pimientos de Isla, patatas de Valderredible, quesos pasiegos, tomates de temporada y un concepto de identidad asociado a la producción local.
Bajo la definición de economía de proximidad nació a mediados de 2020 La Renovera, una cooperativa que aspira a consolidarse como alternativa al consumo tradicional y aportar, de paso, un sentimiento de comunidad. Abrir una de sus cajas es como si las paredes de la cocina se vinieran abajo y de pronto el olor a campo lo inundase todo.
Los promotores de este proyecto quieren ser el lazo que vincule a productores y agricultores cántabros con clientes comprometidos. Un ejemplo de iniciativa nacida a la sombra de la oscuridad que ha extendido la pandemia. Cuando el confinamiento impidió a los productores seguir vendiendo sus cosechas y sus alimentos elaborados, se creó la Red Cántabra de Apoyo Mutuo. Iniciaron la campaña SOS Campesinado, mediante la que se facilitaba el reparto a domicilio de productos sanitarios, mascarillas o EPIs y también querían «evitar que se perdiera el trabajo de los productores que no tenían forma de completar la distribución». Con las limitaciones de movilidad, los ciudadanos no podían desplazarse hasta sus tiendas de confianza habituales y la indicación que recibían era que comprasen en los supermercados o grandes superficies más cercanas. Desde la Red solicitaron un permiso para facilitar el reparto de los productos. Tardó en llegar, pero se les concedió. «Básicamente queríamos recuperar la apertura de los canales cortos de distribución, cercenados por la ley durante el estado de alarma», explica Aitor Lobato.
A través de las redes sociales dieron a conocer su propuesta y repartieron, en dos tandas, 815 cestas con un impacto económico de unos 28.000 euros. «Los productores quisieron que le diéramos continuidad y los clientes demandaban poder seguir utilizando esos canales», detallan. Así, lo que fue una acción puntual, derivó en la creación de una cooperativa.
Eligieron como nombre el de las renoveras, aquellas mujeres cántabras que bajaban de los valles con productos de sus zonas para intercambiarlos o venderlos en los mercadillos. «Era un oficio que dejó de existir, pero nos hacía ilusión recuperar su importancia».
Si tuvieran más productos, también los compraría. Para Victoria Camacho, una de las clientas habituales de La Renovera, calidad y cercanía son dos de las claves para repetir y hacer dos o tres pedidos al mes. Una semana, quesos. Otra carne, con la que afirma estar «maravillada» y siempre, verduras.
Conoció el proyecto a partir de sus primeros pasos como Red Cántabra de Apoyo Mutuo y le pareció interesante desde el principio. «Además de dar trabajo a dos personas, personalmente me sirve porque ahorro más que yendo al supermercado». Además, añade «siempre prefiero apoyar al productor local».
Recibir la compra en la puerta de casa es «comodísimo». «Vivimos muy estresados y este sistema me viene muy bien por los horarios de reparto».
Sobre la variedad de productos, que ya conoce tan bien, Camacho no descarta hacer sugerencias. Entre sus propuestas, añadir yogures o pescado.
Para ser cliente de La Renovera, hace falta, según sus promotores, «cierta implicación». Por el momento, al solicitar una de las ocho variedades de cesta disponibles, no se sabe lo que contendrá. «El producto varía según la disponibilidad de la temporada y va cambiando». Si se animan a pedir en estas semanas, lo más seguro es que reciban berzas o calabazas. «Hay quién se pregunta ¿qué hago yo con esto?», bromean. Pero también de esa novedad están surgiendo intercambios, en este caso, de recetas.
«Por ahora la demanda no es suficiente para mantener dos puestos de trabajo -exponen- Hay que seguir creciendo, pero la respuesta que estamos teniendo, del cliente amigo, con sentimiento de pertenencia a una comunidad, es una de las cosas que estábamos más interesados en conseguir», detalla Lobato. Porque el objetivo de La Renovera no es tanto un resultado económico como el autoempleo y el retorno social «que muchas veces no se sienten en cuenta desde empresas convencionales».
Todas las combinaciones de productos llevan nombres cántabros:
- Dalli: productos variados de la huerta y elaborados (30 euros)
- Dobli Cambaa: productos variados de la huerta y elaborados (50 euros).
- Belorta: productos de la huerta según la temporada (20 euros). La opción vegana.
- Cibilla: carne de ternera ecológica (30 euros)
- Ariu: tabla variada de quesos de oveja, cabra y vaca (30 euros).
- Colodra: vinos, sidras y cervezas de Cantabria (30 euros).
- Nasa: selección gourmet para regalo o para darse un capricho que incluye productos del mar (80 euros).
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En su base de datos cuentan, tras nueve semanas de actividad, con unos 700 clientes que en algún momento han realizado pedidos. De ellos, unos 50 son estables y hacen un encargo semanal. Para ser sostenible, necesitan duplicar esa cifra hasta el centenar. «Confiamos en ello porque al inicio siempre cuesta, pero vemos que hay gente que repite, ven que merece la pena y hay posibilidad de llegar a más».
Eso, respecto a los clientes. En el otro brazo de la balanza, cuentan con unos 40 productores, con los que no negocian el precio a la hora de dar forma a las cesta. «Entendemos que cada uno de ellos debe poner el precio que su producto lo merece». Para que la acción sea equitativa, van rotando entre unos y otros, con la procedencia repartida por los diferentes valles de Cantabria, siendo Liébana la que más productores aporta. También los clientes se diseminan por todo el territorio, con tres zonas establecidas para el reparto: occidental, bahía y oriental.
Además de preparar una partida de cestas navideñas, pensando en un regalo diferente, su actividad no se detiene ahí; en paralelo han organizado un club de lectura con las librerías La Vorágine y DLibros y el colectivo La Ortiga. «La idea es ampliar esta comunidad, no solo mediante las compras, sino que haya una horizontalidad que nos haga conocernos». El club tiene un enfoque temático centrado en la biodiversidad y el medio rural. Por otra parte, van a compensar la huella de carbono derivada del reparto organizando una plantación de árboles autóctonos en zonas deterioradas. «Haremos un llamamiento a quien quiera participar, como otra forma de encontrarnos», detallan.
El siguiente paso llegará en marzo, con la apertura de la tienda física en Torrelavega (Calle Casimiro Sainz). Además de un avance fundamental en el proyecto, creando un punto fijo al que dirigirse, una declaración de intenciones que apuesta por descentralizar para seguir mostrando las posibilidades del mundo rural cántabro. Esto no ha hecho más que empezar.
El queso de curado de oveja es el producto estrella de la quesería Siete Villas. Es uno de los que incluyen en las cestas de La Renovera.
Para ellos, como explica Iván Pérez, esta idea fue una forma de sacar el stock de productores y agricultores, que se les iba acumulando debido al confinamiento. «Y funcionó muy bien». Tanto que se ha ampliado el reparto.
«Nos hemos sumado porque creemos que es necesario un sistema de este tipo, que no solo tiene futuro sino que es bueno para los cántabros», explica Pérez.
Destaca, entre las múltiples ventajas, «que te están poniendo en la puerta de tu casa productos de mucha calidad y elaborados casi por tu vecino».
Y, añade, «a partir de ahí, estás fijando población rural, creando tejido social y favoreciendo la economía de Cantabria».
Es «una forma muy sencilla de llegar a buenos productos» y pone Pérez como ejemplo que, en el lineal de cualquier supermercado puede ser más fácil encontrar quesos holandeses que de Cantabria. Este servicio, de la huerta a la puerta, «te permite disfrutar de los sabores locales de la forma más sencilla».
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