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Muchos sacuden el árbol, pero está por ver quiénes recogen las nueces’. La frase, una variante de la que acuñó con éxito el dirigente nacionalista ... Xabier Arzalluz en los ‘años de plomo’ del País Vasco, describe el paisaje de agitación social y política instalado en Santander en este año previo a las elecciones de 2019. Ahora, las protestas contra el MetroTUS, como máxima expresión del descontento ciudadano, y contra la construcción de los diques en La Magdalena, y luego todas las que vayan desfilando por el ‘manifestódromo’ ciudadano, incluidas las de rechazo a la política del Gobierno Rajoy en materia de pensiones, educación, igualdad de género, inmigración, etc… Movilizaciones de muy diversa índole que denuncian problemas o exigen soluciones para asuntos concretos, pero que en su conjunto persiguen, y así lo admiten con naturalidad promotores y adheridos, el cambio político en la capital de Cantabria.
El final del largo ciclo de gobiernos conservadores desde la restauración democrática, hace ya cuatro décadas. Y esta vez, sin Íñigo de la Serna en el cartel electoral ganador de las tres últimas citas electorales y con el PP en el momento más crítico de su historia, aunque sigue siendo un partido poderoso en Santander frente a la dispersión de sus adversarios.
Todos los partidos de la oposición se han enrolado en la protesta ciudadana. Ninguno quiere quedarse atrás en la cosecha de votos que creen factible a costa del gobierno popular de Gema Igual al que ven desbordado por los acontecimientos, de la anulación del Plan de Urbanismo al incendio del museo, del derrumbe de la calle del Sol al rechazo del nuevo modelo de transporte urbano.
Muy intenso en la acción política se muestra el PSOE liderado por Pedro Casares, que hasta ha constituido grupos de trabajo y una red de cien agentes vecinales para conectar con las sensibilidades vecinales que alientan las movilizaciones. También está en la brecha el PRC, con José María Fuentes-Pila a la cabeza, con el objetivo pendiente de acercarse en Santander a la fortaleza que acredita en la Cantabria rural. Y, desde luego, se ha volcado en la reivindicación callejera la izquierda que comanda Podemos con el reto de extraer de la ‘marea ciudadana’ una plataforma electoral consistente sin que sus promotores terminen tirándose los trastos a la cabeza.
Hasta Ciudadanos se ha dejado ver un poco en el rechazo al MetroTUS y los espigones. Se trata de tomar distancia con el equipo de gobierno del PP al que había apoyado sin fisuras desde el estreno de la legislatura y hasta que con la ruptura interna del verano pasado esa función quedó en manos de los concejales tránsfugas que abandonaron el partido, una con destino a la OLA Cantabria del diputado Carrancio y el otro, por libre.
El PP hace frente como puede al clamor ciudadano y político. En el caso del MetroTUS, Gema Igual ha apostado por la humildad. Reconocer los errores, enmendar los que pueda y desplegar su especialidad, el diálogo en la distancia corta con los vecinos, para paliar el daño político en la medida que sea posible.
La alcaldesa y sus colaboradores confían en que, incluso en momentos difíciles como los actuales, el poderío del PP en Santander es grande y el de sus adversarios menor de lo que parece. Su argumento optimista es que en la manifestación contra el MetroTUS la oposición mostró todo lo que tiene y al llegar al Ayuntamiento sólo había 2.000 personas.
También cree el PP que el frente común armado en su contra irá resquebrajándose a medida que cada cual priorice su propio discurso. De hecho, eso ya está sucediendo en torno a los diques de La Magdalena. La izquierda pone en duda la credibilidad del PSOE, y sobre todo del PRC, al oponerse ahora al proyecto, cuando el Gobierno regional, en un momento dulce de las oscilantes relaciones entre el presidente Revilla y el ministro De la Serna, decidió retirar el recurso judicial que había presentado contra la construcción de los espigones.
El clima de movilización en Santander evoca al que reinaba en los meses previos a las elecciones de 2015, pero el ecosistema político es otro cuando se acercan los comicios de 2019. Ni el gobierno del PP es el mismo que lideraba De la Serna ni la oposición será igual, especialmente en lo que concierne a los nuevos partidos. Podemos se estrenará en las elecciones municipales con sus propias siglas, probablemente al mando de una confluencia con IU y otros grupos afines, y Ciudadanos vive una explosión en las encuestas que le sitúan al frente del escalafón en unas eventuales elecciones generales, no tanto en las autonómicas y municipales.
En Cantabria y en Santander el partido de Rivera no tiene todavía ni candidatos ni una estructura decente, pero es probable que aun así las urnas eleven su estatus. En 2015 se quedó en un dócil bastón de apoyo para el PP municipal, ahora aspira a asumir responsabilidades de gobierno. Con el cambio político mediante un intrincado pacto a cuatro bandas o con un acuerdo de privilegio con el partido ideológicamente más cercano, el PP. Habrá que ver cómo salen las cuentas después de sacudir el árbol y antes de recoger las nueces.
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