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«De aquí al verano nos vamos a reír mucho», dice un dirigente del PP, pero el gesto de su cara no anticipa tiempos risueños sino todo lo contrario. Es más bien el reflejo de la progresiva convulsión que vive su partido, dividido ... por dentro desde hace un año y acosado por fuera por la competencia de Ciudadanos, en el momento más crítico de su historia reciente.
De aquí al verano, en efecto, el PP tendrá que hacer inventario de los recursos con que cuenta en Cantabria para afrontar las elecciones de mayo de 2019. A ver si para entonces el dedo de Mariano Rajoy ha puesto fin a las especulaciones sobre el candidato autonómico. Toda una paradoja sujeta a aviesas interpretaciones: mientras los enemigos internos de Íñigo de la Serna le proponen como paladín en el arriesgado duelo frente al potente PRC de Miguel Ángel de Revilla, los amigos prefieren que se quede en el Consejo de Ministros hasta 2020. Que traiga todos los proyectos millonarios que pueda, pero que sea María José Sáenz de Buruaga quien esté al frente de la lista y de las operaciones electorales.
Por el momento, la presidenta del PP ya ha empezado a pasar lista a los 36 alcaldes, luego les tocará a los números uno en los municipios donde el partido está en la oposición, para concretar quiénes se comprometen a portar el estandarte popular en la próxima cita electoral y dónde tendrá que buscar nuevos candidatos y equipos, hasta completar el mapa de los 102 municipios de Cantabria.
O sea, lo que pretende la nueva ejecutiva del PP es que sus dirigentes locales se retraten ya, sin esperar al resultado del juicio fijado para el mes de mayo que resolverá en primera instancia la querella sobre las supuestas irregularidades en el congreso de marzo del año pasado presentada por el núcleo duro del sector que apoyó entonces a Ignacio Diego. Así pues, allí donde encuentre resistencia al compromiso el partido se sentirá liberado para buscar nuevos candidatos electorales.
Entre los alcaldes hay de todo, como en botica. No hay un criterio generalizado sino muchas dudas. La cúpula del PP confía en confirmar la adhesión de la mayoría ellos, pero sabe que hay un grupo que se mantiene fiel a Diego. Y también están los regidores que, con algo más de distancia, rechazan las prisas y las presiones. Antes de pronunciarse sobre su disposición a ser candidatos el año que viene quieren verificar si los tribunales avalan o desautorizan el liderazgo de Sáenz de Buruaga.
Fernando Martínez-Maillo, el coordinador general del PP que acaba de venir a Cantabria para arropar a Buruaga y a su equipo directivo, asegura que la causa judicial no afectará al futuro del partido en Cantabria, pero el sector crítico está decidido a llevar la contraria a su ‘bestia negra’ en Génova. Por eso prepara su siguiente ofensiva a partir de nuevos indicios sobre el supuestamente irregular pago masivo de cuotas en Laredo en las fechas previas al congreso. Más leña al fuego.
En plena crisis interna, los alcaldes y dirigentes locales no son indiferentes al empuje de Ciudadanos y a las posibilidades que ello supone si se les presenta la ocasión. ‘En tiempos de tribulación no hacer mudanza’, aconsejaba Ignacio de Loyola, pero no está nada claro que todos le vayan a hacer caso. La oferta y la demanda no coinciden del todo. En su estrategia de expansión, necesariamente selectiva, al partido de Albert Rivera le interesan más los municipios importantes donde se concentran los electores, mientras que los bastones de mando del PP corresponden, con la gran excepción de Santander, a ayuntamientos más pequeños. Pero en fin, todos los votos son valiosos, así que es bien probable que algunos de esos alcaldes de mayoría absoluta o notables del PP con tirón electoral terminen por buscar el viento favorable bajo las siglas de Ciudadanos.
En ese tránsito quiere ser pionero Joaquín Solanas. Director general de Cultura en el Gobierno del PP 2011-2015 y hasta anteayer portavoz de la plataforma Lealtad Popular que ha apoyado a Ignacio Diego, Solanas ha aireado su solicitud de ingreso en Ciudadanos. Los dirigentes de la formación naranja, que se han enterado por la prensa, tiran de escepticismo, se toman su tiempo para revisar la petición y aguardan acontecimientos. Y los del PP no descartan ninguna hipótesis. La explicación optimista es que los críticos dan por perdida la batalla interna y buscan acomodo fuera del partido. Otra versión menos reconfortante es que este adiós tan publicitado de Solanas es otra maniobra del grupo disidente, en la forma más destructiva del llamamiento a la desbandada del PP hacia las filas del que es hoy su gran adversario en el tramo ideológico del centro-derecha, Ciudadanos. Habrá que ver cuántos le siguen.
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