Ya saldremos de este marrón
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Al Gobierno le llegará el turno de ser juzgado, pero en tiempos de emergencia corre más riesgo de naufragar una oposición desleal y cizañera¿A cuánta gente allegada no ven desde hace más de un mes? En mi caso, además de a mis familiares más cercanos, a mis compañeros de trabajo. Al menos de cuerpo presente. Esto sólo ocurría en El Diario cuando nos íbamos de vacaciones de ... verano. No quiero ni pensar en cómo será el próximo paréntesis estival, para que no me quite el sueño. Nos sobran motivos de desvelo. ¿No andan ustedes a la greña con el insomnio? Es tan insidioso como un virus. Esta noche no he pegado ojo. Ni con el arrullo incesante de la lluvia. El repiqueteo del agua en las baldosas del balcón suena más intenso y puro que nunca, sin interferencias fabriles o motoras. Ya veremos con el regreso de la producción industrial y de la construcción.
La vuelta al tajo de los trabajadores de actividades consideradas «no esenciales» es una decisión tan difícil y controvertida como lo fue en su momento decretar dos semanas de cese. A toro pasado todos somos sabios. Comprobaremos si fue un acierto o una metedura de pata, pero ¿quién lo puede aseverar ahora? No me gustaría estar en el pellejo de un presidente de gobierno en tesitura de pandemia. Hay que adoptar medidas en las que es fácil equivocarse e imposible acertar, porque lo que beneficia a unos perjudica a otros, y lo que oxigena la salud ahoga la economía.
Cuando el barco se hunde porque un abominable bicho está agujereando el casco, no creo que sea el momento de ir a insultar a la cabina o de cuestionar al capitán delante de toda la tripulación. Será más eficaz arremangarse para achicar agua y taponar las vías de entrada. Al Gobierno le llegará el turno de ser juzgado, pero en tiempos de emergencia corre más riesgo de naufragar una oposición desleal y cizañera. Aviso a navegantes.
Con independencia de lo mucho o lo poco que Pedro Sánchez nos guste o nos disguste, que de todo habrá, reconozcamos el marrón que tiene entre manos, vamos a colaborar y, si tenemos leña que echar al fuego, nos la guardamos para tiempos más tibios, que ahora la cosa está que arde. Les confieso que estoy tentada de hablar sobre las mascarillas que ha enviado a nuestros hogares el Gobierno de Cantabria. Por ser consecuente con lo antedicho, vamos a dejarlo en que 'a caballo regalado no le mires el diente'. Y que opinen los expertos. ¡Pero, hombre, lo de sacar la oreja por la ranura...! En fin, creo que a alguno ya le han pitado bastante los oídos.
Oídos sordos es lo que he intentado hacer con la verbena de balcón que se monta cada tarde en Nueva Montaña después de los aplausos. Pero ya no puedo más. A ver, empezó bien. 'Resistiré', 'Sobreviviré' y un puñado de canciones más. Era llevadero, hasta de agradecer. Pero es que no medimos. Es que ahora es más de una hora de discoteca. Es imposible concentrarse en escribir una portada o en leer una página con ese fondo pachanguero. Ya me he puesto unos tapones, pero ni así, porque me rebota en el cráneo el chunta, chunta. Estoy al límite. Ayer abrí la ventana y vacié mis pulmones en un silbato de los que solía llevar al monte. El resultado tuvo nulos efectos en el exterior, pero al menos me entró la risa y se me aireó el cerebro.
Ojo con la salud mental, no se nos vaya de las manos que tanto nos lavamos. Hay que cuidarlo todo. Por cierto, algunas compañeras del periódico tienen un verdadero problema en la cabeza. Y no me refiero a su equilibrio psíquico. ¡Qué desastre de pelo! Igual o peor que el de los compañeros. Hay casos de tal urgencia que el Gobierno debería abrir la mano. Hay veces en que la peluquería puede ser más «esencial» que la farmacia. No doy nombres porque una cosa es la confianza y otra el mal gusto. Lo que sí diré es quién no puede ser. Si preguntara en El Diario a quién no vamos a pillar nunca con la melena hecha un gurruño, en bata de franela y con zapatillas de felpa creo que todos pensarían en la misma: Mariana Cores.
Violeta Santiago, en cambio, es de mi caja. Le pedí una foto para conocer su nuevo lugar de trabajo y me envió una que le hizo su hijo «un día que me vio peinada y me lo dijo. Y yo añadiría que vestida, porque, como contabas en una Mesa de Redacción, la mayor parte de los días, la ropa, la más vieja y zarrapastrosa. Total, no voy a salir yo ni va a venir nadie». Calcado. Es que no es fácil de gestionar esta bipolaridad en la que no se sabe dónde empieza lo doméstico y dónde lo laboral, que lo que sí es seguro es que no acaba. Puede sonar a excusa barata, y lo es, pero ahora mismo, con todo cerrado, no tengo dónde comprar algo mejor. No te espantes, Mariana, que ya sabes que lo mismo que Nieves Bolado se encarga de rezar por todos, a ti te dejamos que pongas el glamur.
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