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JOSÉ AHUMADA
Santander
Martes, 20 de septiembre 2022, 07:12
Hay quien opina que la evolución de la población del salmón en España es la crónica de una extinción anunciada, pero incluso los menos alarmistas son conscientes del descenso imparable, año tras año, del número de ejemplares capturados. Y Cantabria es una de las regiones ... donde su escasez es más evidente: la pasada temporada solo se pescaron 17, insuficientes incluso para cubrir el escaso cupo permitido.
Explica un veterano pescador que las riadas que sufrió la región hace unos años podrían ser la razón, en parte, de esta falta de salmones: las avenidas perjudicaron el desove, llevándoselo todo. Pero no es la única causa: el estiaje, la captación de agua y el menor cauce de los ríos contribuyen a esta merma de su población. «La caña, lo mismo en la trucha que en el salmón, nunca ha acabado con la especie: son causas naturales», dice. Y defiende que la única solución, a falta de cría natural, es repoblar.
No lo ve igual Roberto González, ambientólogo, para quien es un hecho que «el salmón está en peligro de extinción en Cantabria. Es un hecho reconocido por la ciencia. Lo normal en el pasado era pescar decenas de salmones, así que decir que se han pescado 17 es como dar por extinta la especie».
Son muchos los factores que juegan en contra del salmón: «Cambios climáticos, de temperatura, de salinidad en el mar... y otras situaciones más delicadas en los ríos, con presas, canalizaciones, vertidos...». En opinión de González, la pesca es otro «elemento distorsionador», y advierte ciertas características comunes entre esta actividad y la caza, décadas atrás, del urogallo, ya desaparecido. «El urogallo se cazaba en el cantadero: les disparaban justo antes de reproducirse, antes de poder dejar descendencia. Con el salmón pasa igual: los ejemplares que pescan en los ríos son los que vuelven a reproducirse, y se capturan antes de que lo consigan. Si cada vez hay menos y aún así los pescamos antes de que desoven, es algo contra natura».
«Es lamentable que se siga pescando una especie en peligro de extinción, pero que se siga haciendo después de un año como este sería algo terrible. No quiero pensar que dentro de veinte o treinta años tengamos que mirar atrás y lamentarnos de cómo consentíamos que se siguiera pescando».
Los ríos del norte de España constituyen el límite meridional de la distribución del salmón en Europa y, salvo excepciones, todos han acusado la merma de su población. Desde el año 1954, cuando se izaron 10.583 ejemplares, las capturas en el país, con oscilaciones entre año y año, han ido en descenso, hasta marcar un mínimo de 400 en 2010. En los últimos ejercicios, las cifras son inferiores al millar de salmones. En Cantabria, la media en este nuevo siglo es de unos cien ejemplares -con algún repunte, como el de 2008-, cantidad que prácticamente se ha ido reduciendo a la mitad.
El salmón atlántico es un animal con una existencia movida, que se reproduce en los ríos y crece en el mar. En las poblaciones de Cantabria, los juveniles permanecen en los ríos durante uno o dos inviernos, para migrar al mar en primavera y crecer allí por un periodo de uno a tres años, antes de volver al río de nacimiento para reproducirse y, habitualmente, morir.
Son numerosos los estudios que alertan de la situación de peligro de la especie en los ríos de la región. Uno reciente, que aparece en la web de Red Natura 2000, con el sello del Instituto de Hidráulica Ambiental, concluye que, atendiendo tanto el área de distribución del salmón en los ríos de Cantabria, como al tamaño y estructura de su población y a su vulnerabilidad por la presión del hombre, su estado de conservación es «insuficiente».
César Rodríguez, secretario general de la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos, matiza que las capturas de salmones en los ríos no suponen un dato directo sobre el volumen de las poblaciones, pero sí un claro indicador. «Lejos de declarar al salmón como especie amenazada, se ha seguido presionando sobre las poblaciones de forma directa, con la pesca, y de forma indirecta al no poner solución a cuestiones como el uso del agua, la contaminación, las presas o las captaciones».
«La cuestión de la pesca no debería ser un factor decisivo para acabar con la especie si estuviera fuera de peligro, pero con la actual situación, la pesca es un lujo que no nos podemos permitir. Yo no diría que habría que prohibirla sin más, pero sí que sería conveniente hacer una evaluación seria del estado de las poblaciones y de las amenazas que sufren y, después, tomar una decisión».
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