Sánchez Monge, el obispo empeñado en «oler a oveja»
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Anuncia su retiro después de reorganizar la Diócesis, remodelar el complejo catedralicio y dejar el recuerdo de un hombre cordial en quienes le han tratadoPara el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, la llegada del papa Francisco supuso el «golpe de aire fresco» que necesitaba una Iglesia que parecía haberse despegado de la sociedad. El remedio que dictó desde Roma contra este mal se resume en una frase: «Los sacerdotes han de ser pastores con olor a oveja».
Quizás esta expresiva sentencia describa mejor su paso por la Diócesis de Santander que su propio lema arzobispal, 'Fuerte frente a la debilidad'. Al menos, Sánchez Monge (Fuentes de Nava, Palencia, 1947), ha tratado de guiarse por esa máxima desde que asumió la responsabilidad de dirigirla en mayo de 2015. Ahora, con 75 años, cree que ha llegado el momento de su relevo.
El anuncio de su marcha, que él mismo dio a conocer esta semana, ha cogido por sorpresa a buena parte de la sociedad cántabra, aunque no a sus colaboradores ni a quienes conocen los protocolos eclesiásticos: el Derecho Canónico establece que esa ha de ser la edad de jubilación de los prelados... aunque es cierto que varios la superan.
Asegura el obispo, que asume su retiro con normalidad, que este no se debe a problemas de salud ni a urgencias de otro tipo. Quienes le conocen no dejan de reconocer que, aunque esto sea cierto, los años van pesando en él como en todos: la cercanía del Año Jubilar, que además de constituir un acontecimiento extraordinario es también un reto organizativo, aconseja que el relevo se produzca cuanto antes, de modo que el nuevo responsable de la Diócesis asuma con tiempo su preparación.
¿Qué huellas dejará el paso de Manuel Sánchez Monge por la región? La más evidente, apreciable a simple vista, es el empujón casi definitivo a la remodelación de las dependencias de la Catedral y su entorno, que han sacado a la luz un patrimonio arqueológico que permanecía oculto, como los muros de piedra del castillo de San Felipe, la capilla de San Pedro -uno de los vestigios más antiguos de la ciudad, cuya construcción comenzó a finales del siglo X- y el refugio antiaéreo de la Guerra Civil que se abrirá en breve al público.
Algo más sutil es el rastro de su pontificado. «Ha impulsado las dinámicas de nueva evangelización y ha reorganizado la Diócesis: al llegar, se encontró con un clero bastante envejecido, con la dificultad añadida de la propia orografía del territorio», apuntan sus colaboradores. Así, se han suprimido vicarías a la vez que se daba mayor protagonismo a los arciprestes. «También, dentro de sus posibilidades, ha tratado de que hubiese más claridad en las cuentas, más rigor».
No se ha olvidado de las prioridades que se marcó al llegar a Santander: la familia, las vocaciones y los jóvenes. «El problema de los jóvenes desborda a este obispo y a todos: cuesta conectar con ese mundo desde el punto de vista religioso -lamenta uno de los párrocos de la Diócesis-; tampoco hay vocaciones, y eso es algo que viene de atrás. La familia es quizás el aspecto que más ha podido cuidar».
El obispo ha cultivado, entretanto, la lectura y la escritura: ha buscado tiempo para publicar un par de libros e incluso ha venido colaborando con este periódico con tribunas sobre temas religiosos, filosóficos, políticos y de actualidad.
Los religiosos que ha tenido -y aún tiene- bajo sus órdenes, destacan, en su proceder, el sentido del deber del obispo, y la simpatía en su trato, «aunque también le gusta echar sus bronquitas», observa uno de ellos. «Al llegar a la Diócesis, un sacerdote le preguntó que cómo quería que le tratasen. 'Quiero que me traten bien', contestó. 'Con don Manuel ya vale', añadió después». La anécdota ilustra el buen humor de Sánchez Monge, de quien también se recuerda la frase: «Cuando hablo en broma hablo en serio, y cuando hablo en serio, hablo en serio».
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¿Y qué hay de ese 'olor a oveja'? El presidente Revilla, con quien ha coincidido en muchos actos, afirma que es «el obispo más cercano» que conoce. «Siempre tiene una sonrisa, afable, saluda a todo el mundo... Tiene muy buen carácter y es el más cercano a la gente, haciendo grupo y hablando. Se ha prodigado en todas las fiestas y acontecimientos religiosos por Cantabria. Es un gran obispo y una persona muy cordial: le tengo un gran afecto».
Gema Igual, alcaldesa de Santander, comparte esa buena opinión. «Además de ser obispo de Santander es una gran persona, que ha sido capaz de estrechar lazos entre el Ayuntamiento, el cabildo y el Obispado. Una persona que, además, ha sabido abrir las puertas de las dependencias eclesiásticas a toda la ciudadanía. Una persona, que presumo de ser su amiga, con la que he compartido otros muchos actos, y solamente puedo desear que sea más tarde que pronto cuando deje de ser nuestro obispo».
Sánchez Monge ya lo tiene todo previsto para cuando llegue el momento de dar ese paso atrás, y lo hará con discreción: se mudará a vivir a Valladolid, con una de sus hermanas, donde, por fin, dispondrá de todo el día para escuchar música, leer y escribir.
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