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En la entrada del Museo de Altamira no había mucha gente, pero parecía la ONU. De Uzbekistán, Tayikistán, Colombia, Marruecos, Estados Unidos, Israel... El grupo del programa Erasmus (en el formato KA107, para estudiantes de fuera de la Unión Europea) nunca pensó que ... su visita incluiría ver al presidente de España. «Ya estaba reservada y nos dijeron que teníamos que adelantarla un poco. Y ya que estábamos, nos hemos quedado». Justo, un turista de Cáceres, se fue hasta con foto. A la segunda, porque la primera vez que detuvo a Sánchez después de que le enseñaran la neocueva, su mujer –María– se puso tan nerviosa que no atinó a darle al botón de la cámara. «¿Le importa ponerse otra vez?». Y no le importó.
Más allá de discursos, la visita presidencial despertó curiosidad. Le prepararon un agenda muy cántabra. Altamira, las vacas en el Ferial y los bolos en la Severino Prieto. Un programa para lucirse, pero en el que también escuchó algún reproche. A las protestas de Jusapol por la equiparación salarial se unieron las de los miembros de la Asamblea en Defensa de Las Excavadas. Pero lo que más escuchó Sánchez, entre apretón y apretón de manos, fue el discurso de los ganaderos. «Le he dicho que tiene que ocuparse del mundo rural porque nos tienen marginados. Se creen que somos unos ignorantes y los ignorantes son otros».
Eso lo decía Sindo, un ganadero «de toda la vida» con el que el líder de los socialistas se detuvo a hablar unos minutos. Entre mugidos y tratos. Entre campanos. En el paseo por el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega después de visitar el museo de Santillana del Mar. «Me ha dicho que se ocupará del mundo rural. Y lo tenemos que hacer los del mundo rural, pero estamos gobernados por funcionarios y ellos no nos dejan». Lo explicaba mientras otro compañero se metía en la conversación para quejarse porque «con todo lo de los incendios» les están «demonizando».
«Que se te escapa», bromeaban a gritos con un ganadero que miraba de reojo a Sánchez con los brazos recostados en la vara. La que se le escapaba era una jata. Hasta un «¡viva España!» bien fuerte se pudo oír al paso del presidente. «Cuando se entere mi nieto de que le he visto...». La señora lo repetía mientras buscaba sitio en el abarrotado salón de actos del Ferial.
Y de ahí a la bolera. «¿Birlará o no?». Allí estaban los chavales de la Escuela Municipal. Chavales y chavalas. Después de recibir explicaciones de los mayores, se fue para ellos. «A ver, enseñadme». Que si por el costado, que si la fila... «Venga, voy a intentarlo». Sánchez no hizo retinglar mucha madera. Al primer intento, un bolo. Poca cosa. Hasta le dio apuro –bromeando– ver como los niños y las niñas sumaban cuatro, cinco... «Yo no tiro después de ellos». Pero sí tiró. Ante la mirada de Tete Rodríguez, al que comparó con Michael Jordan en los suyo. Piernas flexionadas, brazo atrás... Tres. Un poco mejor. Luego le regalaron unos libros, una insignia y un juego completo de bolos. Tal vez para que entrene. Por si vuelve al corro como presidente.
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