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Si está convencido de que quiere dejar de fumar, 2020 va a ser el año con más facilidades para conseguirlo. Sanidad financiará desde el 1 de enero y por primera vez el tratamiento que ha demostrado mayor eficacia: Vareniclina (Champix) y Bupropion (Zyntabac), aunque los ... expertos ya advierten de que estas pastillas «no son la panacea», sino que tiene que ir acompañado de voluntad, «porque se trata de un trastorno de conducta. Es importante resaltarlo para que la población no se confunda», apunta Luis Gutiérrez Bardeci, médico de familia y coordinador de la Red Cántabra de Centros Sanitarios Sin Humo. La premisa para poder acceder a cualquiera de los dos fármacos que, siguiendo las instrucciones del Ministerio, se prescribirán con receta electrónica y el correspondiente copago adscrito a cada tarjeta sanitaria, es «tener una motivación expresa» para que el tabaco pase a formar parte del pasado.
Para ello, uno de los criterios que se exigirá para poder acceder a la financiación de estos medicamentos es haber intentado en el último año superar la dependencia del cigarrillo. En las indicaciones transmitidas desde la Gerencia de Atención Primaria a los profesionales de los centros de salud se recuerda que otro de los requisitos que han de cumplir las personas a las que se indique estas pastillas es «fumar 10 cigarrillos o más al día y tener además un alto nivel de dependencia». «Los fármacos ayudan (duplican e incluso llegan a triplicar el éxito del abandono del tabaco), pero cuando se aplican dentro de un protocolo de acción», aclara Gutiérrez Bardeci.
Y esa es precisamente la pata que completa la estrategia que la Consejería de Sanidad pondrá en marcha a partir de enero, siguiendo la experiencia desarrollada en Navarra: la financiación estará restringida a pacientes incluidos en un programa de apoyo de deshabituación tabáquica (individual o grupal). «Este tipo de programas, que consiste en cinco sesiones, más el seguimiento posterior, está en la cartera de servicios de Atención Primaria desde 2005», apunta este médico del centro de salud de Puertochico, en cuyo grupo se han atendido a lo largo de estos años a más de 500 personas (entre 45 y 60 al año), con «un éxito del 30%-40%».
El Ministerio, que ha puesto como condición que sólo se pagará un intento anual por paciente, calcula que podrán beneficiarse de esta medida unas 83.800 personas en España, con un impacto presupuestario de 7,9 millones de euros el primer año. El tratamiento dura doce semanas en el caso de Champix (que antes costaba alrededor de 100 euros mensuales y ahora se ha rebajado a 58), y un máximo de nueve semanas con Zyntabac, que es más barato (10,41 euros al mes), aunque también tiene más interacciones con otros medicamentos, por lo que la indicación de uno u otro quedará a criterio del médico en función de la historia clínica del fumador.
A juicio de Gutiérrez Bardeci, «la ventaja de que se financien estos fármacos es que se va a animar mucha más gente a intentar dejar de fumar.Aunque no se consiga aumentar el porcentaje de abandono, sí que se elevará el volumen de los que lo intentan». Y «sobran razones» para hacerlo. La principal, como señala el neumólogo Carlos Amado, es que «el tabaco es la primera causa de muerte evitable». Fumar mata cada año en España a 52.000 personas. Amado es experto en el abordaje de una patología que «se debe de forma exclusiva al tabaquismo»: la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), «el principal motivo de ingreso hospitalario, que está detrás de las infecciones respiratorias que colapsan las urgencias en invierno», y la tercera en el ránking de mortalidad, por detrás del cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
«Se calcula que la EPOC afecta al 12% de la población adulta, aunque sólo uno de cada cuatro casos está diagnosticado», explica. El resto ni siquiera lo sabe. «El problema es que la mayoría de los afectados no llega a consultar al médico porque interpreta que los síntomas (tos, expectoración, fatiga...) son algo normal como fumador. Vienen cuando ya se ahogan». El neumólogo insiste en que «la única medida que ha demostrado que previene y que consigue que la enfermedad no avance más (sin perder de vista que las lesiones en el pulmón no se recuperan nunca) es dejar de fumar». En este sentido, subraya que «estos fármacos, que actúan sobre el sistema nervioso central (en concreto, en los receptores nicotínicos), son los más eficaces para ayudar a conseguirlo». En resumen, lo que hacen es anular el poder de atracción de la nicotina, a diferencia de los parches, chicles o caramelos, que son sustitutivos.
«Sin duda, en pleno siglo XXI, hay multitud de razones para abandonar un hábito tan absurdo como letal», coincide Ignacio Durán, oncólogo de Valdecilla. Recuerda que «ya en los años 50, dos epidemiólogos británicos (Doll y Hill) establecieron por vez primera la relación causal entre el consumo de tabaco y el desarrollo de cáncer de pulmón. En estos 70 años transcurridos desde la publicación de esos estudios, la evidencia sobre esa perversa conexión no ha hecho más que confirmarse y extenderse a otros tipos de cáncer (páncreas, laringe, esófago, riñón, vejiga, etc). De tal forma que hoy en día la lista de tumores malignos relacionados con el hábito tabáquico supera ya probablemente las dos decenas», hasta el punto de que uno de cada cuatro casos de cáncer en los hombres están causados por el tabaco. «En concreto y de acuerdo a estudios epidemiológicos llevados a cabo en Europa, Japón y Norteamérica, el 91% de todos los cánceres de pulmón en el varón y el 70% en la mujer están relacionados con el hábito tabáquico», precisa. Además, el oncólogo destaca «la capacidad letal de este vicio. El tabaco es la principal causa conocida de muertes relacionadas con el cáncer a nivel mundial. Pero no hay que olvidar que además de los fallecimientos por cáncer, se asocia a mayor mortalidad por enfermedades vasculares y respiratorias». Y los datos hablan por sí solos: «En la década de los noventa el consumo de tabaco fue responsable de unos 5 millones de muertes anuales en el mundo. Desgraciadamente las terribles consecuencias del hábito tabáquico están aún por llegar en muchos países. Así, se calcula que aproximadamente la mitad de los fumadores actuales morirán como consecuencia del tabaco». A todo esto hay que añadir –precisa– que «los fumadores son responsables del aumento de enfermedades relacionadas con el tabaco en aquellas personas no fumadoras expuestas involuntariamente al humo».
Esta apuesta sanitaria para favorecer la deshabituación tabáquica incluye, como indica Gutiérrez Bardeci, «la formación de los profesionales sanitarios y de los residentes (MIR) sobre el abordaje del tabaquismo, porque no todos tenemos el hábito de intervenir. Se requiere una mayor implicación de los profesionales para hacer que la medicación sea eficaz.Si solo se prescribe y no se hace el seguimiento, lleva al fracaso». Prueba de ello es la tasa de recaída en embarazadas: «En su historia clínica figuran como exfumadoras, pero más del 50% vuelve a fumar después del parto», apunta el médico. «Tenemos que seguir trabajando para que esto que no ocurra». En estos cursos se recordarán los criterios de derivación a la Unidad de Deshabituación Tabáquica (Udesta) del Servicio Cántabro de Salud (centro de Vargas), donde «se ofrece atención médica y psicológica para los casos difíciles o en los que hay urgencia para dejar de fumar», como pacientes con enfermedad psiquiátrica grave, fumadores con otras dependencias (alcohol, cannabis...) o personas con intentos serios de abandono que no han funcionado.
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