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El debut en Santander estaba previsto para finales de marzo, pero el estado de alarma les obligó a quedarse confinados en Beasain (Guipuzkoa), donde no les dio tiempo ni de levantar el telón. El Circo Italiano de los hermanos Rossi arrancaba por fin hoy con el espectáculo 'Bellissimo' en la capital cántabra. ... Con todo preparado, a poco más de 24 horas de subir al escenario, la Consejería de Sanidad «dejó sin efecto» el permiso que les concedieron el pasado 10 de noviembre tras aprobar el protocolo covid que el circo presentó.
El documento remitido ayer echa por tierra la posibilidad de abrir alegando que la situación epidemiológica de Cantabria ha empeorado y la comunidad autónoma ha pasado al nivel 4 de alerta. Un escalón que la región alcanzó el pasado 9 de noviembre, hace más de quince días. También explican que han incumplido el protocolo covid que ellos mismos entregaron, al haberse publicitado fuera de la capital cántabra cuando en el documento constaba que harían «publicidad local».
Los motivos no han convencido y, sin saber muy bien ni qué decir, en el circo ahora sólo esperan poder reunirse hoy con Sanidad para «pedirles explicaciones», señalaba Pau Sarraute, responsable de relaciones públicas del circo. Más aún dado que «el resto de actividades culturales continúan abiertas». Su intención es una y clara: buscar la manera de evitar el cierre porque «vivimos al día», recuerda. Tras estos meses parados y las numerosas restricciones, los integrantes del circo llegan a Santander con una situación económica «muy precaria» y no tener ingresos la complica aún más. Porque la previsión es que, al menos este fin de semana, no podrán trabajar. Y quizá tampoco lo hagan en las próximas semanas.
A horas del estreno, el cumplimiento de las medidas de seguridad exigidas estaba garantizado. Control de temperatura a la entrada, geles repartidos por la instalación y aforo limitado a un 50%. Además la zona de bar queda abierta para hacer las veces de terraza. Aún así, el circo se presta a añadir cualquier medida que Sanidad considere oportuna para limitar el riesgo de contagio y ofrece su disposición para «subsanar lo que nos digan», subraya Sarraute. Incluso cumplir condiciones más estrictas. Las que hagan falta, pero urgen una «alternativa». «No nos importa reducir más el aforo», aunque eso implique renunciar a una parte de las ganancias. «Nos vale con ganar para comer y mantenernos». La instalación también tiene la posibilidad de hacerla más abierta, si fuera necesario. para garantizar la ventilación. Ahora las ilusiones de los 60 trabajadores del circo que recibieron con sorpresa este giro de guión pasa por poder abrir sus puertas y arrancar un espectáculo que en estos meses ha recorrido ya varias localidades españolas como Irún, Laredo o Barakaldo, la última parada.
La peor parte de la noticia es que les ha pillado con todo preparado. «Si nos lo dicen hace una semana, no venimos». Pero en el aparcamiento de El Sardinero ya está todo listo. Por la mañana, sobre las 12.00 horas, se escuchaba el ruido que va aparejado a un montaje de tales dimensiones, tardan tres días en prepararlo. Unos colocaban las maderas de entrada al recinto, mientras en una esquina el técnico comprobaba que los focos y luces funcionaban. Y, en mitad del escenario, otros dos trabajadores revisaban la plataforma. Todo eran idas y venidas. Y muchas ganas de arrancar y «ayudar a desconectar» a los santanderinos que decidieran acercarse a verles. Con los municipios confinados, sólo los vecinos de la capital cántabra podrían visitar el circo.
A la par que otros tantos técnicos colocaban los asientos, detrás de la carpa, el acróbata Christian Rossi practicaba en la cama elástica. Se dedica a ello desde hace unos 6 años. ¿Y qué es lo que más le gusta? «La sensación que me da estar en el aire a una altura que no puedes controlar», comentaba. Cuando está ahí arriba «no importa lo que haya pasado en el día». La ilusión de los acróbatas, payasos, trapecistas y demás integrantes del equipo es «conectar con el público a nivel emocional» porque el social es imposible. Y ver en los ojos «la emoción» que ni las mascarillas pueden ocultar, aunque sí es cierto que ahora «las carcajadas se escuchan menos», reconoce Sarraute. Algo a lo que también ha hecho falta acostumbrarse. Y por la tarde, a pesar de la noticia, el ambiente era bastante parecido. Allí, que son una familia y lo más parecido a una burbuja social, continuaban los ensayos. Las luces y la música llamaron la atención de varios curiosos que pasaron por el parking. Sobre todo de los más pequeños. «¿Podemos entrar?», preguntaba un crío a su padre. Desde luego parecía que el espectáculo estaba en marcha, pero nada más lejos de la realidad. La incertidumbre vuelve a formar parte del espectáculo del circo que está pendiente de lo que Sanidad les comunique y de presentar de nuevo la documentación para conseguir otro permiso. Algo que puede ocurrir en 10 días. Aunque es difícil hablar de fechas.
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