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Santander y Torrelavega están a punto de sufrir una anomalía demográfica que se hará especialmente visible en los próximos veinte años. Después del fenómeno de despoblamiento rural registrado lustro tras lustro y que afecta ya a la mitad de los municipios de la región, ... el proceso llega ahora a las dos principales ciudades. Se ven abocadas a una regresión poblacional hasta 2039 en la que perderán 20.430 vecinos. Una dentellada de entidad al padrón y un incumplimiento de la norma de que el campo se vacía porque la ciudad se llena.
El dato llama poderosamente la atención porque en Cantabria realmente se vacía todo. La Comunidad reducirá su censo en 41.203 ciudadanos. Y si el volumen es importante, resulta todavía más curioso que la mitad corresponda sólo a Santander y Torrelavega. Las dos urbes disminuirán de población de forma tan acusada como el resto de la región en su conjunto. La caída recortará un 7% el padrón autonómico actual y la posibilidad de que este porcentaje se rebaje dependerá de factores como los movimientos migratorios o una aceleración económica.
La predicción ha sido publicada por el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), que establece como horizonte de estudio el año 2039. Este territorio tendrá entonces 535.530 habitantes frente a los 576.733 actuales. Deberá acostumbrarse a ver languidecer un puñado de pueblos donde apenas queden un centenar de vecinos, así como otros ahora en alza que perderán peso de manera sorprendente. Por ejemplo, Laredo. Municipio estrella del veraneo, con un censo oficial de 10.975 personas y 16.000 viviendas –la realidad apunta a un vecindario mayor del empadronado–, disminuirá hasta situarse en 9.627 ciudadanos dentro de dos décadas.
Tendencia: Comenzó este año con 171.000 habitantes, 93 más que el ejercicio anterior tras casi una década de descenso continuado. Lo acabará con 168.716 vecinos, según el Icane
Edad: Muy elevada. Casi 85.000 empadronados en la capital tienen entre 31 y 65 años y unos 42.700 están jubilados
Actividad: El comercio y el sector servicios, y dentro de éste la hostelería, son los principales empleadores (76%). La industria y la construcción representan un 22,7%
Tendencia: Torrelavega alcanzó su techo demográfico en 1992, con 60.155 habitantes. Desde entonces ha bajado progresivamente, con la crisis industrial como motor de la caída
Edad: Como el resto de Cantabria, afronta un serio proceso de envejecimiento. Por cada 100 jubilados hay 68 jóvenes de 20 a 24 años, según un estudio del sindicato USO
Actividad: El sector terciario es el más importante (61%). Le siguen el industrial y la construcción
Más peculiar es la evolución de Castro Urdiales (31.606 residentes oficiales), que goza de la etiqueta de símbolo del crecimiento demográfico en toda España. El simbolismo apenas durará una década. Ese es el periodo que, según el Icane, le queda a la localidad oriental para prolongar su crecimiento –tampoco demasiado, un 0,7%– antes de empezar a mostrar los primeros indicios de desplome. Se quedará en 31.137 habitantes. Los expertos atribuyen el retroceso a la subida de los precios de la vivienda y el envejecimiento natural de la población.
Pero donde la alarma comienza a sonar de modo inquietante es en las ciudades. La predicción del Icane confirma que el desplobamiento urbano ya es un fenómeno estable. Santander, cuyo Ayuntamiento se felicitaba hace un año por haber ganado 93 habitantes y lograr un saldo positivo por primera vez en casi una década, inicia una carrera descendente en la que perderá 15.347 vecinos. De los 168.716 actuales pasará a 153.369 en 2039.
El caso de Torrelavega es parecido. Menos extraño si se quiere porque se encuentra en el «área de influencia de la capital y si ésta retrocede, la otra también», apunta el economista Fernando Rubiera. Caerá hasta los 45.653 vecinos, lo que supone una sensible merma respecto a los 50.740 del padrón actual. «Los datos del Icane son preocupantes, pero no sorprendentes. Muestran la continuación de la tendencia: la región, específicamente Santander y Torrelavega, seguirán perdiendo población. Obviamente, el indicador sostenido de esta pérdida revela que algo va mal y que, en consecuencia, es preciso actuar», advierte Juan Carlos Zubieta Irún, profesor del Taller de Sociología de la Universidad de Cantabria.
A su juicio, las causas del declive anunciado por el estudio, que generaliza el despoblamiento en toda la autonomía y a todos los niveles, «son múltiples, pero principalmente económicas, culturales y de planificación y gestión política. Si un municipio no ofrece oportunidades laborales, la población se marcha. Ni retiene a los jóvenes, ni atrae a colectivos procedentes de otros territorios», sentencia Zubieta, para quien la situación se vuelve especialmente grave cuando, como sucede en estos momentos, «todos los indicadores muestran que se está produciendo una desaceleración económica. Si los ciudadanos no tienen trabajo, o éste es muy precario, entonces consumen menos y, al final, la cadena productiva y comercial se ve afectada negativamente», dice.
La cuestión es: ¿A dónde van a parar todos estos vecinos que causan baja en el padrón? Evidentemente, el envejecimiento hace mella en dos capitales –y una región– que soporta una media de edad elevada y una tasa de natalidad baja. El Instituto Nacional de Estadística apuntaba también hace un par de años a un movimiento de éxodo laboral hacia Castilla y León, País Vasco y Madrid. La capital de España se ha convertido en un auténtico agujero negro demográfico que se nutre del resto de las comunidades. Ha crecido un 73% desde 1975 y ahora encara el desarrollo de Nuevo Norte, el distrito que en un cuarto de siglo ensanchará la urbe con 10.500 viviendas y 348 edificios de oficinas.
Juan Carlos Zubieta pone en valor además «una corriente que desde hace muchos años se observa en toda España y es que muchas personas abandonan las ciudades para irse a residir a municipios próximos, pero bien comunicados con la capital, debido a que el precio de la vivienda es menor». La fórmula puede aplicarse a Piélagos, el único enclave donde la población se incrementará de manera sostenida en las siguientes dos décadas (de 24.994 subirá a 25.412 habitantes). El resto, desde Liérganes a Marina de Cudeyo, Cabezón de la Sal o Santoña, irán a la baja.
La proyección del Icane confirma los temores de los demógrafos y de las administraciones de que el vaciamiento de las zonas rurales es un fenómeno todavía sin un final previsto. La proyección para 2039 sitúa a una decena de municipios cántabros en torno a los 200 habitantes y un puñado de pueblos apenas contará con un centenar. Tresviso será el más despoblado de la región, ya que de sus 130 vecinos actuales pasará a 109. Parecida será la situación de Pesquera, donde ahora residen 133 personas, 21 más de las que ocuparán sus casas dentro de veinte años. El censo de Tudanca será el que más acuse la tendencia: de 204 bajará a 171 inscritos.
«El foco se está centrando en la despoblación rural y habría que ponerlo en las ciudades medias –aconseja Fernando Rubiera–. La primera ya no es revertible. Se trata de una dinámica demasiado fuerte. Pero la urbana todavía sí lo es, aunque si esperamos diez años a actuar la España vaciada llegará a todas estas capitales». Rubiera es profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo y uno de los grandes analistas de los comportamientos demográficos en todo el país. Diferencia entre la «ultraconcentración» de Madrid y la situación de las capitales grandes –Bilbao, Valencia ySevilla– y medianas, escalón donde figura la cántabra, que hasta ahora viene representando un «modelo urbano perfecto» en la línea de Oviedo y La Coruña.
Por ese motivo, a él le sorprenden los datos del estudio. «Es cómoda para vivir, ha ganado en dinamismo y reúne el efecto de proximidad con Bilbao y de la marca Banco Santander. Las grandes corporaciones, como ésta o Inditex, afectan a la dinámica de las ciudades medias», explica el economista, que alerta del «desequilibrio» creciente en el mapa urbano español, «muy eficiente y sostenible, caracterizado por ciudades compactas y unas distancias donde siempre ha sido difícil estar a más de 45 minutos de un centro urbano sólido». La proyección sobre Santander representa una señal más de que esa «red neuronal está cayendo» y de que el vaciamiento demográfico «llega al Cantábrico».
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