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La cántabra Nuria San Juan estaba impartiendo clase en la Paul Revere Charter Middle School, en Los Ángeles, cuando comenzaron a sonar las alarmas. No era la primera vez, suelen someterse a simulacros, pero esta vez fue inesperado. «No nos lo veíamos venir. Nos sacaron de clase, hicimos un recorrido y nos llevaron en autobús a otro centro. Todo es una locura». Los incendios que están arrasando Los Ángeles, que ya cercan la ciudad desde Palisades, Eaton, Hurst y Lidia y ahora también Hollywood, han dejado cinco fallecidos hasta el momento, se han llevado por delante 11.000 hectáreas y han forzado la evacuación de 100.000 ciudadanos.
San Juan, que reside en Los Ángeles desde 1998 y puede ver los incendios desde la ventana de su casa, ha asegurado a la agencia de noticias Europa Press que la situación es «la cosa más terrible que he presenciado. Es como una escena de guerra». Su vivienda se sitúa a unos dos kilómetros del fuego, está ubicada en lo que ha venido a denominarse zona de 'bandera roja', por eso permanece en estado de alarma y con la maleta hecha por si recibiera la llamada de evacuación «ante cualquier cambio de viento». «Desde aquí lo veo perfectamente, es una masa de fuego inmensa», explica. Echa la vista atrás y recuerda cuando su padre le hablaba de aquel día de viento sur en el que se originó el incendio de 1941 de Santander: «También debió de ser una cosa horrible».
A esta santanderina ya le había tocado presenciar otros incendios en Los Ángeles en el pasado, sin embargo el que afecta ahora a todo el entorno del núcleo urbano lo hace especialmente virulento «por su velocidad y por la proximidad» a zonas habitadas. Una compañera de trabajo, también cántabra, no ha tenido tanta suerte. «Su casa ha quedado reducida a cenizas. Salió, fue a dar clase y ya no pudo volver».
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Para San Juan, la gestión de las labores de extinción, criticada por muchos de sus vecinos, ha sido correcta. «Hay gente que puede reprochar la reacción de las autoridades, pero lo imprevisible de los distintos focos que asolan la ciudad hacía imposible una reacción mejor», señala.
Como suele ocurrir ante este tipo de desgracias meteorológicas, así sucedió también en la reciente tragedia de la DANA en Valencia, hay quien se aprovecha de la situación. «Hay mucha gente entrando a robar a casas vacías», lamenta San Juan para añadir otro gran problema que dejarán los incendios cuando se apaguen las llamas. «Miles de personas tendrán que buscar casa y no habrá para todo el mundo».
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Ana del Castillo
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