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Cuenta el alcalde de Saro que su pueblo es uno de esos en los que «todavía vives sin necesidad de trancar la puerta». Suena bucólico. Pero, por lo general, ese encanto innegable del mundo rural no ha sido suficiente para que los municipios con menos ... habitantes no se desangren al hablar de población. Casi todos han perdido. Es un secreto a voces desde hace años. Sin ir más lejos, tomando como referencia los estudios del Icane (Instituto Cántabro de Estadística), de los 29 ayuntamientos cántabros que en 2011 tenían menos de mil habitantes, sólo dos acumulaban en 2021 más vecinos: Saro ganó 15 y Udías, 59. Puede no parecer mucho, pero la mayoría se conformaría con haberse mantenido. Son una excepción. Es más, tomando los números gruesos en esa década, de los 82 municipios con menos de 5.000 habitantes, poco más de una cuarta parte incrementó sus cifras. Y hablamos ya, en muchos casos (ver la tabla que acompaña esta página), de localidades en las que el concepto de urbano va comiendo terreno al ámbito puramente rural.
«El proceso de periurbanización parece extenderse cada vez más lejos de las respectivas ciudades centrales siempre y cuando estén bien conectadas con ellas y ofrezcan mayor oferta de vivienda a precios más asequibles», señala Carmen Delgado, catedrática de Análisis Geográfico Regional de la UC, que destaca otro factor «muy evidente», «el de la proximidad de los municipios que crecen más a los ejes de las autovías, sobre todo en las comarcas orientales (accesibilidad mayor tanto a Santander como a Bilbao)».
¿Se puede hablar de alguna fórmula? ¿De estrategias de éxito en el caso de los lugares amenazados por el despoblamiento? Miguel Ángel Prieto, el alcalde de Saro, insiste en todo momento en que lo que más hay en el pueblo es «gente mayor». No hay fórmulas mágicas. «Pero se han vendido casas y cabañas que han cambiado de uso. Aquí los gastos no tienen nada que ver con los de una ciudad. Tratamos de no subir los impuestos y de que la gente pueda subsistir. Es una zona ganadera, un sector que está pasando por muchos problemas, y tratamos de ayudar».
Cuenta que «el anterior alcalde hizo viviendas de protección oficial y, frente a la tendencia en otros municipios de marcharse, consiguió que la gente joven se quedara». Prieto recuerda que están a veinte minutos de Torrelavega y a media hora de Santander, que el autobús lleva a los niños a los colegios (uno en Santa María de Cayón y otro en Selaya), que hay consultorio y que el médico «está dos días a la semana». «El Ayuntamiento –añade– está abierto de lunes a viernes de 08.30 a 15.00 horas. Intentamos mantener el pueblo limpio, que es muy importante, y los accesos y los caminos despejados según nos piden los vecinos».
Carmen Delgado - catedrática uc
No descarta que el covid haya puesto su granito de arena para sumar algún vecino –«hubo gente que estuvo aislada aquí y alguno se ha empadronado»–, pero tampoco le da demasiada importancia. «Nunca hemos bajado de quinientos», concluye.
El alcalde de Udías, puestos a resumir lo que ellos han vivido, habla de tres factores: vivienda social o más barata que en otras zonas («ha venido gente de Cabezón, de Comillas y de otras zonas de la comarca»), «buenas comunicaciones» e «impuestos adecuados». «Estratégicamente estamos bien colocados», señala Fernando Fernández. Es clave.
Habla de las viviendas sociales que se han construido «y otras que se convirtieron en sociales durante la crisis». Entre unas y otras, las cifra en setenta. «Tenemos colegio, los servicios cerca, consultorio y estamos a diez minutos de Cabezón y Torrelavega. Además, tenemos la playa de Comillas a cinco minutos y el Monte Corona muy cerca», explica Fernández. De hecho, está seguro de que van a seguir creciendo en los años siguientes. «En las próximas legislaturas tendremos nueve concejales (ahora son siete), que es un reflejo de la población. Estamos dando de alta nuevas viviendas y la mayoría de los que han venido son gente joven, que tiene hijos que van al colegio y que están en la edad de criar más hijos». ¿Y el covid? «En nuestro caso, no ha influido», responde.
Son las dos excepciones en el caso de los municipios con menos vecinos –Anievas perdió casi un centenar partiendo de 363 y San Roque de Riomiera otros cien de los 437 que tenía, por ejemplo–. Pero es interesante ampliar el campo de visión. Tomando otra vez como referencia los datos 'en frío' del Icane –y como punto de partida, ayuntamientos con menos de 5.000 habitantes en 2011– los que más población ganaron en este tiempo fueron Entrambasaguas (914 personas más), Castañeda (559), Meruelo (432) y Miengo (411). Pero conviene entender el contexto y los fenómenos que parecen repetirse. Porque entre los que crecieron hay varios patrones comunes.
fernando fernández- alcalde de udías
De entrada, Carmen Delgado recuerda que Cantabria alcanzó la segunda cifra más alta de población (593.121 habitantes) en 2011, sólo superada por la de 2012. A partir de ahí se inició «una etapa de regresión continuada» achacable a la crisis económica. «Esa regresión parece haber tocado fondo en 2018», pero la ligera recuperación posterior no ha permitido recuperar lo perdido (de 2011 a 2021, la cuenta es de -8.614 habitantes, lo que supone un retroceso del 1,5%, según los datos que maneja la experta). Ella habla de la consolidación en este tiempo de «desigualdades y desequilibrios territoriales». O sea, que hay un «decrecimiento generalizado, pero diferente según el tamaño de los municipios». Muy marcado en los ayuntamientos de menos de 500 habitantes (un -16,7%) y bastante menos en los de más de 10.000 (-1,5%). Por contra, en el lado opuesto, sólo crecieron, en su conjunto, los que cuentan con una población de 2.000 a 5.000 vecinos (en la tabla ya se pueden encontrar los mejores ejemplos).
Pero es que Cantabria, en esto de la demografía, es, además, un territorio particular, advierte Delgado. Un municipio de unos 5.000 habitantes en una zona como Andalucía sería equiparable a uno de 2.000 aquí. Lo que allí es un pueblo 'chico', aquí no lo es. Son escalas distintas. De hecho, para estudiar el modelo de poblamiento de la región, la experta coloca como «municipios profundamente rurales en riesgo muy acusado de despoblación» a los de menos de 1.000 y como «municipios rurales resilientes» a los que están entre 1.000 y 2.000. Hasta 5.000 ubica a los «municipios rurales con algunas funciones urbanas» y, por encima de ahí, ya habla de «preurbanos, semiurbanos y urbanos». Pintado el 'terreno de juego' se pueden sacar conclusiones.
«Las verdaderas causas de la dinámica desigual –explica– residen hoy en día no tanto en el tamaño que tienen actualmente los municipios, sino en la capacidad de movilidad de su población, la accesibilidad a los servicios de todo tipo, la conectividad física y digital, la oferta de empleo en el propio municipio o en los próximos y el hecho de estar mejor conectados».
En sus estudios, la catedrática ha elaborado un mapa distinguiendo las áreas por colores en base a la evolución de la población. Es fácil observar un fenómeno. Se ve «perfectamente que es la localización y las ventajas de situación las que están condicionando la evolución reciente de la población». Estar bien ubicado y, sobre todo, comunicado.
miguel ángel prieto- alcalde de saro
Con el crecimiento atascado en los grandes núcleos urbanos, salvo en Castro Urdiales («por la llegada de habitantes desde el País Vasco y, sobre todo, por el empadronamiento de población que ha convertido su residencia secundaria en vivienda principal»), ya se dan casos también de «pequeños decrecimientos en los municipios periurbanos de primera generación, probablemente porque ya hayan comenzado a tener situaciones de cierta congestión y encarecimiento y falta de vivienda». O sea, que esa idea de irse a vivir fuera de la ciudad, de los núcleos más poblados, ya trasciende a la primera línea y va a una segunda franja de municipios. Villaescusa, Penagos, Miengo, Santillana, Bárcena de Cicero, Limpias, Ampuero... Cerca de algún 'grande' y bien comunicados. De ahí la frase inicial de Delgado. Que el proceso de «periurbanización parece extenderse», que se va algo más lejos de las ciudades, pero con la condición de tardar poco en llegar a ellas y tener vivienda barata. Y justo ahí está buena parte de los 24 municipios de menos de 5.000 habitantes que han crecido (los que aparecen en la ficha). Son, además, los que más crecen.
Porque queda un segundo grupo. «Los municipios muy especializados en residencias secundarias». Delgado explica que, o no crecen, o lo hacen en menor medida que los anteriores «porque los habitantes temporales no se establecen de forma permanente», por lo general. Véase en la tabla Ribamontán al Mar, Bareyo, Arnuero o Noja. Crecieron, pero no mucho.
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