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Para quien no conociera la causa por la que una gran bola de fuego surcó el firmamento español en mitad de la noche del pasado ... lunes, la imagen fue inquietante. El objeto comenzó a envolverse en llamas a más de 100 kilómetros de altura sobre los cielos nocturnos de Marruecos y surcó la Península hacia el norte entre violentos destellos, haciéndose cada vez más grande, más llamativo, para terminar precipitándose en el Mar Cantábrico. Lo registraron pasadas las 23.00 horas los detectores de la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa y otros tantos observatorios españoles. También cientos de aficionados a estos fenómenos y quienes se lo encontraron por casualidad.
«Es lo que sucede si un cuerpo de esas características ingresa en la atmósfera a velocidades extraordinarias. El rozamiento genera calor, la materia se envuelve en una bola de fuego y termina cayendo en algún lado», explica Francisco Carrera, Profesor de la Universidad de Cantabria e investigador del Instituto de Física de Cantabria (IFCA).
En este caso el cuerpo pesaba 260 kilos y era un satélite artificial Starlink, de la compañía SpaceX, propiedad del magnate Elon Musk. Es el resultado fallido de parte del gran proyecto para lanzar miles de estos aparatos al espacio hasta crear una compleja red que envuelva el planeta y pueda ofrecer internet gratuito en cada esquina del globo. «Necesitan miles de estos satélites operativos para cumplir ese objetivo y al parecer tuvieron problemas en el último lanzamiento que han hecho de varios de ellos el pasado día 24», explica Carrera. Como no han alcanzado bien la órbita prevista, están cayendo poco a poco, atraídos por la gravedad terrestre y cuando alcanzan una altura baja como para reingresar a gran velocidad, se incendian y generan estos fenómenos que resultan tan vistosos, sobre todo, si son de noche.
El bólido se volvió incandescente a 27.000 kilómetros por hora y se desintegró casi por completo antes de caer en el mar; pero a nivel físico no es un fenómeno tan extraordinario. «Cada día caen toneladas de cuerpos al planeta, toneladas», confirma el experto del IFCA. Puede ser basura espacial, es decir, restos de satélites y otros cuerpos que el hombre puso alguna vez allí arriba, o también materiales que llegan procedentes de otros puntos del sistema solar. «Lo que ocurre es que este último caso es menos habitual, porque la tierra lleva más de 5.000 millones de años recorriendo la misma órbita y ya está bastante limpia», cuenta Carrera. El problema continúa siendo la basura espacial.
Hay cientos de satélites, algunos ya inservibles, que terminarán precipitándose y que entorpecen el trabajo de los que sí están operativos. Por no hablar de las probabilidades de que un día algún resto caiga en un lugar poblado: «Esos restos son muy pequeños y dos terceras partes del planeta son agua. Corremos más peligro cruzando la calle, cada día».
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Ana del Castillo
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