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Un total de 128 embarcaciones y 708 tripulantes integran la flota pesquera de Cantabria en la actualidad. Los números evidencian el declive de una actividad que, allá por 1985, antes del ingreso en la UE, mantenía a 2.570 tripulantes enrolados en 380 embarcaciones. Sólo ... en la última década se ha logrado ralentizar el ritmo de una deriva preocupante.
La falta de relevo generacional asoma como el principal escollo que debe afrontar este estratégico sector. De él depende la pujante industria conservera, con un liderazgo mundial indiscutible en la elaboración de anchoa, que genera más de dos mil empleos en Cantabria. Hoy la flota es más productiva, y las cuantiosas y recurrentes inversiones en tecnología, maquinaria y seguridad han humanizado de manera notable las duras condiciones de vida a bordo. Con una antigüedad media de 24 años por barco, la cántabra es la segunda flota menos envejecida a nivel nacional, empatada con la asturiana, y sólo por detrás de la vasca.
120 embarcaciones
integran la flota cántabra entre cerco, arrastre y otras artes.
33 millones
de kilos se subastaron en las distintas lonjas durante el pasado ejercicio.
708 tripulantes
están enrolados en los barcos con base en los puertos de Cantabria.
Todo en un contexto en el que la Unión Europea restringe al máximo la capacidad pesquera para aliviar la presión sobre las especies. Lo logra blindando el arqueo de toneladas a bordo y la potencia, magnitudes que junto a las cuotas asignadas por cada especie, marcan el valor real de cada embarcación y dan pie a un mercado especulativo donde un mal cálculo puede lastrar de forma irremediable la rentabilidad.
En lonja, las cantidades subastadas se han estabilizado en torno a los 30 millones de kilos. Un nivel de capturas que ya se alcanzó en el año 2007, donde los ingresos obtenidos ascendieron a 26 millones de euros. Al cierre del pasado ejercicio, el volumen de pesca descargada en los puertos cántabros se elevó a 33 millones de kilos. Una valiosa mercancía por la que se pagaron 63 millones d euros, lo que evidencia el peso de la inflación durante la década y media transcurrida.
En estas aguas revueltas abundan las paradojas. Podría decirse que la fiesta va por barcos. Lo que vale para unos, para otros puede resultar disparatado. La diferenciación principal la establecen las artes. La realidad que vive el cerco poco tiene que ver con la de los arrastreros o con la de los barcos de otras artes, categoría que engloba a las artes menores, el palangre, las volantas y el rasco. A veces lo único que tienen en común es el medio marino en el que obtienen el sustento.
La situación más crítica es la que afecta a los artesanales. «Está en una situación agonizante», resume sin eufemismos Pedro Pardo Miguel, 'Flechero'. Acaba de iniciar su segundo mandato al frente de la Asociación de Pescadores Costeros y Artesanales de Cantabria (Apecac) y no disimula su preocupación.
«Los motivos son varios: el aumento de los costes se ha llevado un 50% de los beneficios, a lo que hay que sumar la bajada en el precio de la pesca». Por si fuera poco, llevan tres campañas muy complicadas. «El pescado está 'embalado', es decir, que especies vitales para nosotros como el verdel, se sienten amenazadas por diversos factores y han desaparecido de su zona habitual, dificultando que nuestra flota, a diferencia del cerco, pueda localizarlo y pescarlo».
En este contexto, asegura que «el relevo generacional, ahora mismo, no existe». Lo achaca a razones como que «para ir a la mar nos exigen títulos y más títulos, más que para ir a la luna», lo que disuade a los que puedan sentir interés por el oficio. Su veredicto es inquietante. «En diez años la pesca artesanal desaparece, está herida de muerte, agonizante. O la dejamos morir o damos un giro de timón. Y te lo dice alguien que lleva 42 años en la mar y que siempre he ido lleno de ilusión».
César Nates, presidente de la Federación de Cofradías de Cantabria, dibuja un escenario más optimista. Lo hace al centrar el análisis en las treinta embarcaciones de cerco, donde están enrolados el 56% del total de tripulantes cántabros. La sostenibilidad es el timón que gobierna el resto de variables. La lección la aprendieron a agalla abierta quienes vivieron el infierno de cuatro años en que se prohibió la captura del bocarte. Entre 2005 y 2009 el sector estuvo contra las cuerdas. Finalizada la parada biológica, comenzó una lenta recuperación que, junto al retorno del bonito, y a la abundante presencia del verdel, invita a un moderado optimismo.
«Si hay cuotas para pescar, y somos capaces de pescarlos, la mar va muy bien. Con menos barcos, pescamos más kilos. Son flotas más productivas. Y la vida a bordo no tiene nada que ver con la de antaño. La hidráulica ha mejorado mucho el trabajo. Antes era todo manual», desgrana. Las inversiones en tecnología y las continuas revisiones, obligatorias antes de iniciar cada temporada para despachar los barcos, han redundado en una mejora de las condiciones.
Los nubarrones, al igual que 'Flechero', los sitúa en las vocaciones. Sobre todo en lo que respecta a los técnicos. «Si no tienes el mínimo del personal titulado que exige el barco, sea patrón, segundo o maquinista, no puedes salir a la mar», explica. Obtener las titulaciones es complicado cuando el tripulante está enrolado, porque en muchos casos es incompatible el calendario de formación con la faena a bordo.
Pedro Pardo
Presidente de Apecac
César Nates
Federación de Cofradías
Nates celebra que se hayan dado pasos para acomodar ambas aspiraciones. Y espera con ilusión la apertura de la futura Escuela de Formación Profesional Náutico-Pesquera, que pueda captar a futuros tripulantes. «En la mar no hay dos días iguales, trabajas al aire libre y, yendo bien las cosas, ganas más dinero que en tierra. Merece la pena», concluye.
En esta misma línea, Sergio Valle, del San Roque Divino de Colindres, aboga por facilitar a los jóvenes el contacto con este mundo. «La Administración debiera permitir que, con los seguros correspondientes, pudieran embarcar un par de semanas para probar si les gusta la mar y el estilo de vida a bordo», expone. Porque hacerlo a ciegas requiere invertir un tiempo y dinero valiosos cuando no se conoce la convivencia en estos hogares flotantes. En cuanto a su futuro, se manifiesta optimista. «Está claro que no te lo regalan, tienes que trabajar. A bonito, como es pesca olímpica, es entrar, descargar y salir. Pero a mis tripulantes en los tres meses de invierno no les veo el pelo. Pueden hacer lo que quieran, algo que no se da en otras profesiones», destaca, antes de reconocer que «el 90% de los titulados somos hijos de armadores. Lo otro es menos frecuente».
Una de las excepciones a las que se refiere es la de Alberto Martínez, patrón del Nuevo Virgen Poderosa. «Este es un barco que yo puse en marcha con un entusiasmo bárbaro. En mi familia nunca hubo barco, aunque todos vivieron de la mar. Es un barco de nueva generación como digo yo y ha costado mucho sacrificio sacarlo. Por ello no vale rendirse en los momentos malos», subraya. En este sentido, señala que «con los tiempos que vive el sector, tenemos la esperanza de poder vivir de esto hasta que nos podamos retirar. La mar es un sentimiento arraigado, es una manera de ser y de vivir. Como decían antaño, 'la mar te da y la mar te quita'. Yo animo a los más jóvenes a probar la sensación de poder vivir la pesca», remata.
«La mar te tiene que gustar, pero es un sitio en el que te puedes ganar la vida muy dignamente». César Nates se adentra en un terreno que tradicionalmente es tabú en el muelle. «En estos últimos cinco años, donde el cerco ha pescado bien, un tripulante ha podido salir a 28.000 euros de media, durante los nueve meses de faena. Y el patrón ha ganado eso por tres, o por dos partes y media», desglosa en referencia al salario 'a la parte' que rige este oficio. Todo ello compatible con la percepción del paro durante los tres meses de amarre. A lo que hay que añadir una jubilación anticipada a los 58 años.
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