Secciones
Servicios
Destacamos
Son las 18.00 horas y en Varsovia ya están a un grado bajo cero. Pero a los voluntarios de la DYA que salieron el martes para llevar material al campo un campo de refugiados ucranianos en Polonia -y a recoger a un grupo de personas que huyen de la guerra- ya les ha cambiado el ánimo y ni las gélidas temperaturas pueden con ellos. Se vuelven para casa acompañados de 14 ucranianos. «Misión cumplida», dice Juan Carlos, una de las dos personas que salieron en la ambulancia de la DYA de Castro en un convoy con un total de cinco furgones sanitarios y 11 voluntarios de varias comunidades.
Una vez iniciado el camino de regreso, el portavoz asegura que no tienen «la prisa» que llevaron a la ida, cuando viajaban con la aprensión de qué se encontrarían en su destino. «El plan es conducir de noche hasta Stuttgart y allí nos alojaremos donde encontremos, en una parroquia, un polideportivo... Estamos recurriendo a contactos. Esta gente lo ha pasado muy mal y necesita descansar. Y nosotros nos vamos dando relevos al volante cada tres horas. Así que no sabemos cuándo llegaremos a Cantabria. Iremos viendo».
Porque quieren tener en cuenta a las 14 personas que abandonan su patria (de ellos, un niño de cinco años y dos quinceañeros) que se traen. Tres (una madre con los dos adolescentes) aspiran a trasladarse a Valencia desde Castro. De los otros 11, algunos se quedarán en Bilbao. De los que vuelven hacia el País Vasco, una es una mujer ucraniana que lleva viviendo desde los cincos años en Euskadi y que se desplazó con su marido a su país de origen para sacar a su madre de la guerra. «Se quedaron tirados» en Cracovia y, al saber de esta iniciativa, se las arreglaron para viajar a Varsovia en tren y enrolarse.
En las horas pasadas en el campo de refugiados de Dorohusk, a los españoles no les resultó tan fácil cumplir su objetivo: seis de los refugiados contactados con anterioridad habían encontrado otra forma de salir del lugar «con alguien conocido» y ellos no querían retornas con sus plazas vacías, de modo que hicieron otras gestiones y, también, saltaron los obstáculos de los recelos de los refugiados, que les pidieron «hasta fotos de las furgonetas en las que iban a viajar».
«Después de todo lo que han pasado, están muy desconfiados y no se puede criticar. Pero nosotros lo hemos traido todo bien hilado», cuenta el voluntario
Juan Carlos se vuelve con la satisfacción de haber cumplido el objetivo: a la llegada a Polonia pudieron descargar todo el material (10.000 kilos) y también comprobaron «que realmente llega a un sitio útil». «Fuimos testigos de cómo se recibe y cómo se distribuye y eso nos tranquilizó. El esfuerzo merece la pena, nos necesitan».
Dorohusk es un pequeño pueblo rural de Polonia, el último antes de poner un pie en Ucrania. Tiene poco más de 500 habitantes, pero desde que estalló la guerra hace 15 días, es también la tierra del éxodo para miles de ucranianos que huyen de los bombardeos del ejército ruso. Allí llegan niños que no entienden qué ha pasado con sus vidas y madres con la mirada perdida. Vienen desde Lviv, la urbe ucraniana más europea, Lutsk e incluso desde Kiev, que se encuentra a más de 500 kilómetros.
Estamos en los alrededores de Varsovia recogiendo a los primeros refugiados que vendrán con nosotros hacia España, Alicia,voluntaria de nacionalidad Ucraniana y residente en #CastroUrdiales nos acompaña en el convoy y les recibe;”El encuentro es una alegría dentro de la tragedia” pic.twitter.com/izB0Lp4a2R
DYA Cantabria (@DYACantabria) March 10, 2022
Con el deseo de alejarse lo más posible de las bombas que están destrozando sus vidas y su país, los refugiados se montan en el primer vehículo que pasa por allí con plaza libre. No importa que sea de un particular y no de una organización. Lo único que anhelan es que las sirenas que suenan en sus cabezas se apaguen por un momento. «Teníamos cerrado el traslado de refugiados a Cantabria, pero esas personas, como es algo muy cambiante, se han subido a otros vehículos y ya se han marchado», explican desde la DYA. Así que desde esta mañana el convoy trata de cerrar de forma organizada las plazas con otros refugiados: «Está siendo muy intenso».
Desde el municipio cántabro partieron el martes tres furgones (uno de la DYA de Castro, otro de Cáceres y otro de León) y en Bilbao se unieron otros dos de Bizkaia. Además del material que dejaron anoche en Dorohusk, van equipados con casi 200 litros de garrafas de combustible donados por una asociación de Castro Urdiales, por si hubiera algún contratiempo durante el viaje.
En la ambulancia de Castro viajan Juan Carlos y José Luis, dos voluntarios de la DYA, y Alicia Mirochnoshenko, una ucraniana afincada en Cantabria que hace las veces de intérprete y facilita la comunicación con los refugiados.
Seis ertzainas, cinco hombres y una mujer, de las comisarías de Bilbao, Muskiz, de la Unidad de Tráfico y de Inspecciones Oculares han emprendido el mismo viaje que la DYA. Su objetivo es también llegar hasta Dorohusk para recoger a 14 niños y mujeres de Ucrania y acogerlos en Euskadi y Cantabria. El viaje está organizado y financiado por el sindicato Erne. Los agentes llevan tres furgonetas alquiladas a precio de coste con nueve plazas cada una. Han calculado que cada trayecto sale a 1.000 euros entre combustible y peajes.
No es la única iniciativa de este tipo. El próximo sábado, 12 de marzo, los cántabros Sabino Quirós y Fernando Gutiérrez Liébana partirán de Santander (a las cinco de la madrugada) hasta tres puntos de Polonia para recoger a cinco ucranianos y traerlos a la comunidad autónoma. Ya lo tienen cerrado. Subirán a la furgoneta de ocho plazas a una joven de 20 años y a sus padres, que se encuentran en un campo de refugiados de Cracovia; y a una mujer embarazada acompañada de un niño pequeño que en estos momentos se desplaza en dirección a la frontera de Ucrania-Polonia.
Sabino, de 54 años, y Fernando, de 55, son amigos de toda la vida. ¿Cómo surgió viajar hasta la frontera de Ucrania? «Me pasé un día por la tienda de la calle Madrid que está recogiendo material para los refugiados y vi lo saturados que estaban. Pensé que no era suficiente, que nos necesitan. Así que comencé a interesarme por el tema», relata Sabino, que no quiere dejar pasar la oportunidad de hablar con este periódico para dejar claros cuatro puntos importantes, «no se puede ir al tuntún»: «Primero, los ucranianos que huyen de la guerra solo pueden estar tres días en los campos de refugiados, por eso hay que organizarlo bien. Segundo, no se puede traer a cualquiera, los que vengan deben tener un lugar donde quedarse, no les puedes dejar tirados en cualquier estación. En tercer lugar, deben estar bien documentados, con el permiso europeo y el nacional. Y por último, no puedes traer a niños solos, sin sus familiares».
Estos dos cántabros con las ideas tan claras y con la teoría bien aprendida partirán a las cinco de la mañana el sábado conscientes de que todo puede cambiar. «Tenemos un coste estimado de 3.600 euros, entre gasolina, peajes, pernoctas y comida para nosotros y para todos a la vuelta. Claro, tenemos unos gastos estimados de 300 euros por lo que pudiera pasar».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.