Secciones
Servicios
Destacamos
Parece un fin de semana como los de antes. Terrazas llenas, largos paseos por la playa y compras por las principales calles comerciales de la ciudad. Si no fuera porque la mayoría de la gente utiliza mascarillas, costaría creer que durante los dos últimos meses ... toda la población ha estado confinada en casa para luchar contra una pandemia mundial. Ayer fue un sábado muy especial en Santander. El primero desde que la región alcanzó la fase uno, aunque parecía que ya había llegado la 'nueva normalidad'. Al igual que la capital cántabra, otros lugares como Torrelavega, Suances o Laredo vivieron ayer una jornada llena de vida, durante la que la gente se animó a salir y retomar, en la medida de lo posible, sus actividades habituales de fin de semana.
El Paseo Pereda estaba ayer lleno de gente que disfrutaba en la calle del sol. En pequeños grupos familiares, recorrían el centro sumidos en sus conversaciones. Algunos se paraban en los quioscos para comprar la prensa y otros hacían cola para pedir un helado en Regma o en Capri. La plaza del Ayuntamiento estaba a reventar. No quedaba ni un sólo banco libre. También había corrillos de gente conocida que se habían encontrado allí y aprovechaban la agradable temperatura para charlar un rato al sol. En el lateral del edificio los propietarios del puesto de flores –que vuelve a funcionar tras una larga temporada– atendían a todos aquellos clientes a los que no habían podido ver desde marzo. A escasos metros, la terraza del café Burdeos, en la calle Miguel Artigas, no tenía mesas libres.
Una escena similar se repetía en los Jardines de Pereda. Muchas familias disfrutaron las primeras horas de la mañana de ayer para pasear por la zona. Los niños, muchos con mascarillas, jugaban a una versión actualizada del 'pilla pilla'. «¡Me has tocado! ¡Ahora tienes coronavirus!». Mientras se perseguían y reían, sus padres observaban desde los bancos, donde conversaban entre ellos. Pocos metros más allá, la terraza del Centro Botín estaba llena. Algunas personas, incluso, esperaban de pie a que quedase un sitio disponible mientras miraban hacia la bahía. «Da gusto poder tomar algo en la calle otra vez, ¡ahora lo valoro más!», señalaba Carmen Martínez, que compartía unas cervezas y un vino con un par de amigas.
Las calles comerciales también han dado un giro drástico. Durante los últimos meses casi nadie transitaba por ellas porque todas las tiendas estaban cerradas. Con el inicio de la fase uno empezaron a recuperar clientes y ayer, primer sábado con el comercio abierto en mucho tiempo, las colas se extendían en las puertas de los negocios. La calle Juan de Herrera, una de las vías comerciales más importantes de Santander, lucía ayer como un sábado cualquiera. Aunque algunas tiendas todavía no han querido abrir por las restricciones de aforo o no pueden debido a su tamaño, la mayoría ya recibe a sus clientes casi como antes. Casi, porque ahora cuentan con medidas de seguridad para garantizar la protección de todos.
En la entrada de Teodoro y Dorotea, una tienda de tés e infusiones, un par de mujeres esperaban su turno para comprar. «No es lo mismo la infusión que venden aquí que la del supermercado; esta tiene mucho más sabor. Ya tenía ganas de venir», asegura Leticia Martín, que aprovechó la mañana para mirar escaparates y comprar algunos artículos.
En la hostelería es donde más se aprecia que la normalidad está todavía por llegar. Aunque las terrazas que ya están abiertas se llenan de gente, no son muchos los establecimientos hosteleros que se han animado a abrir. Un sábado normal, la calle Peña Herbosa estaría llena de clientes que toma el vermú al mediodía y unos vinos por la noche. Pero ayer se encontraba vacía. Todos los bares estaban cerrados. Debido a sus estrechas aceras, no permite la colocación de muchas mesas y, por lo general, cada establecimiento tiene dos o tres.
Con las restricciones actuales, sólo podrían colocar una mesa, por lo que a la mayoría no les compensa económicamente volver a abrir hasta que no esté permitido consumir dentro de los bares y restaurantes. En la zona de Tetuán, donde las aceras son más anchas, sólo el bar Tino había preparado su terraza. Al ser el único abierto en la zona, tenía todas las mesas llenas de gente.
La zona de El Sardinero también se llenó ayer de paseantes. Aunque hacía nordeste, el sol animó a la gente a dar una vuelta. La mayoría caminaron por el paseo paralelo a la playa y los más valientes se adentraron en la arena. No fueron muchos, porque el viento soplaba con energía y provocaba que la arena golpease con fuerza contra la piel. Quienes sí aprovecharon estas condiciones meteorológicas fueron los surfistas, que pudieron disfrutar de una jornada de olas en El Sardinero. Con la playa prácticamente vacía y el agua prohibida para todas las actividades que no sean deporte, no tuvieron ningún impedimento para aprovechar la jornada sobre sus tablas.
En este área, como en el resto de la ciudad, la mayoría de las terrazas estaban cerradas. Uno de los pocos que preparó sus mesas fue el restaurante Maremondo. Ataviados con las pantallas protectoras, los camareros atendían a todos los clientes que se sentaban para tomar algo. Con un amplio cartel pedían que, antes de elegir mesa, los comensales esperasen a que un empleado les indicara dónde sentarse. Así, se aseguraban que entre un cliente y el siguiente tenían tiempo para desinfectar cada espacio.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.