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La Semana Santa es un salvavidas y un test. Es un discurso tradicional en la hostelería. Lo primero, porque, después del invierno, unos días ... de lleno ayudan a pagar facturas y créditos. Un respiro. Lo segundo, porque sirve como encuesta del verano. Como baremo para saber si la época más importante va por buen camino. Partiendo de esas premisas, la de 2023 es un examen. Tiene «muy buena pinta», apuntan desde el sector. Hay un turismo previo que ya se nota -lo palpan los fines de semana- y las reservas para los días festivos van muy bien a estas alturas. Hay zonas -Liébana, Puente Viesgo, Ribamontán...- que ya rozan el lleno entre el 5 y el 9 de abril. Pero en el horizonte aparecen como amenazas las subidas de precios generalizadas o las dificultades de los negocios para encontrar personal. Los organizadores de viajes apuntan que una escapada media -para los cántabros que van fuera o para los de fuera que vienen a Cantabria- sale un 20% más cara que en 2019. Con todo, como cada año por estas fechas, el mayor temor de los profesionales del turismo está en el cielo y en el telediario. «El ritmo de reservas es muy bueno y, de seguir así, podemos estar ante una Semana Santa de las mejores de la historia. Igual o mejor que la de 2019. Pero está condicionado por el tiempo. Más que por el tiempo, por la previsión. Si dan lluvia, habrá cancelaciones».
La frase es de Javier Bedia. Será su primera Semana Santa al frente de la Asociación de Hostelería. Con el cargo recién estrenado. El tiempo es «fundamental». En un periodo tan corto -son escapadas de cuatro o cinco días-, más que en unas vacaciones largas. Por ahora, hay una parte buena. Que «en Madrid ya empieza a hacer calor». Los veteranos saben que si en la capital aprieta el termómetro aquí suenan los teléfonos de la recepción. Se busca algo más fresco. «Si la previsión a quince días vista es que en Andalucía van a tener más de 30 grados, buscan el norte». Salvo -y ahí está el riesgo- que en el mapa de la previsión de Cantabria aparezcan las gotas de la lluvia con nubes. «Porque la nube que en el Levante entienden como sol, aquí la ven como lluvia. Y da igual que luego sólo llueva un rato un día o que pueda llover en Somo pero estar soleado en Liérganes, a veinte kilómetros». La previsión, para las reservas, es la clave.
Zona Ribamontán al Mar Al 80% los días previos a las fechas clave y al 90-95% jueves, viernes y sábado.
Santillana del Mar / Comillas / Suances Entre el 75 y el 80% de ocupación (siempre según las reservas actuales) en los días centrales.
Isla Estaría a estas alturas con un 80% reservado para las fechas principales.
Liébana Desde Hostelería aseguran que está «prácticamente completo».
Puente Viesgo Rondaría también el completo en las jornadas centrales.
Entrambasaguas / Solares Con fiestas previas en el País Vasco, llega con un 95% desde días antes del Jueves Santo.
Santander Las reservas en la capital van, apuntan en Hostelería, «algo más rezagadas en esta ocasión». Estaría ahora mismo entre un 75 y un 80% de jueves a domingo.
Más allá de ese -gran- condicionante, que determina para bien o para mal la última hora, lo que sí están funcionando son las reservas. La tabla que acompaña este texto, basada en una encuesta de la Asociación de Hostelería, lo demuestra. El ritmo es bueno para el arranque de la semana -del 3 al 5 de abril, e incluso el fin de semana anterior- y «muy, muy bueno» para los días centrales -del 5 al 9, e incluso el 10, lunes, que es festivo en algunas comunidades-. Si la de 2022 se caracterizó por ser larga (las ocupaciones fueron más allá de los cuatro o cinco días centrales), con buenos datos y, sobre todo, por ser el primer periodo vacacional 'normal' tras las restricciones por la pandemia, la de 2023, ya sólo pendiente de los números, apunta muy alto. «Es el primer año que yo tengo estos porcentajes de ocupación a estas alturas», apunta Bedia refiriéndose a sus propios negocios.
Javier Bedia | Presidente de la Asociación de Hostelería
Y en base a esa experiencia personal -no es una visión general como presidente del sector, en este caso-, sí que se atreve a asegurar que el flujo de turistas se ha hecho notar ya hace días. «Nosotros (es propietario del Hotel Bemon Playa, en Somo) hemos abierto el 3 de febrero y hemos estado todos los sábados llenos y los viernes, al 40-50%, que está muy bien. La gente, en cuanto tiene un fin de semana, está deseando salir de casa. El fin de semana pasado, por ejemplo, el sábado volvimos a llenar y el viernes y el domingo estuvimos al 60% -el lunes era festivo en Madrid-». Como referencia toma las autocaravanas y los supermercados. «Y, al menos en mi zona, Somo, que es de costa, el salto está siendo bestial entre el fin de semana y el resto de días».
Ojo, el dato de las reservas es algo menos optimista al preguntar en el turismo rural. Jesús Blanco, presidente de la asociación empresarial de la región en este ámbito, habla de un ritmo «muy irregular» por el momento. «Algunos están muy llenos, sobre todo lo que tiene que ver con apartamentos y viviendas rurales, pero otros están todavía muy vacíos». Por eso, habla de «incertidumbre», no se aventura con los pronósticos a dos semanas vista y coincide en el papel destacado que van a jugar, tanto o más que otras veces, «el pronóstico del tiempo y la decisión de última hora».
Jesús Blanco | Presidente de la Asociación de Turismo Rural
La «situación económica», añade Blanco como factor a tener en cuenta. También Bedia, claro, habla de ello. De una de las grandes preocupaciones actuales de los españoles: los precios.
Cualquiera que se haya planteado irse estos días de vacaciones se lleva las manos a la cabeza al echar un vistazo. No aquí. En toda España. Incluso, en toda Europa. Entre los profesionales de los viajes estiman que el precio medio de una escapada sale un 20% más caro que en 2019. Sube el gasto diario (comer, las compras, el combustible), pero especialmente los billetes de avión y el alojamiento (en toda España, también en la cornisa norte, confirman). Bedia no niega el dato, aunque en su repaso por zonas de la región asegura que los establecimientos tienen tarifas similares a las del año pasado. Blanco, por su parte, matiza que fue en 2022 cuando se hizo un ajuste que «rondaría el 10%». Uno y otro insisten en todo caso en que los negocios no están repercutiendo en los clientes las subidas en la misma proporción que ellos las están pagando en sus facturas.
Ambos ponen de ejemplo que el precio de los alimentos repuntó en febrero un 16,6%, y que eso se suma a las subidas que ya se acumulaban desde hace más de un año. «Suben y siguen subiendo. Cada vez que llega un albarán te vuelves loco. Las cosas suben de una semana a otra. Por poner un ejemplo, en una semana ha subido el precio de la mozzarella dos euros el kilo», resume Bedia (tiene un restaurante italiano). Y enumera: la luz, la calefacción, el mantenimiento, los costes laborales, las cotizaciones... «Las subidas de los costes son muy superiores al 25 o 30% y es imposible repercutir eso. El pequeño bar apenas repercute un 10%, intenta aguantar todo lo que puede y se está ahogando. Esa gente ve su supervivencia seriamente comprometida. Porque si siguen así deja de ser rentable». El presidente de los hosteleros llega a decir que si la transferencia costes-tarifas fuera equivalente, «andaríamos como en Italia, pagando un café a cuatro euros y una cerveza, a ocho o nueve».
«Muy liado», responde estos días Eduardo García, presidente de la Asociación de Agencias de Viajes y Operadores de Turismo de Cantabria. ¿Viajarán los cántabros? «Los días de puente, del 5 al 9, sí que se están moviendo, aunque tradicionalmente este puente de Semana Santa no es el favorito de la gente de aquí». No obstante, dice que las cifras serán similares a las de 2019 «en cuanto a volumen de viajeros». Con un matiz: «En Cantabria condiciona mucho que caiga en marzo o en abril. Si es en marzo, se busca nieve. Si no, más vacaciones y sol».
La conclusión de los empresarios es que «los márgenes, la rentabilidad de los negocios, es mucho menor». Bedia advierte de que la imagen de una Cantabria llena en verano o en Semana Santa, que es -obviamente- muy positiva, no se contradice con hablar del riesgo de cierre de negocios. Por ese descenso de la rentabilidad y porque, aunque la pandemia parezca vencida, sus consecuencias siguen estando en el 'debe' de los establecimientos. Recuerda que los créditos que se pidieron para poder subsistir en los periodos de cierres o restricciones se están pagando ahora.
Y aprovecha, en este sentido, para mostrar su preocupación por medidas como las restricciones horarias (aprobadas en Torrelavega) o la posible reducción de terrazas que ampliaron en los meses de covid. «Entre eso y la falta de personal muchos se están planteando cambios en el modelo productivo. Lo de tener dos camareros detrás de una barra por la tarde para dar tres cafés no es viable. Muchos negocios ya cierran de cuatro a ocho o desde el domingo por la tarde hasta el miércoles. Intentan centrar el tiro para que sea rentable y para ajustarse al personal que tienen». Y pone un ejemplo: «En toda una calle Laurel (la famosa vía de ocio hostelero de Logroño), casi el 100% de los bares abren ya sólo de jueves a domingo».
Si hacer pronósticos sobre el tiempo a diez días vista ya es difícil en general, en Cantabria la tarea es aún más complicada (la Aemet, de hecho, los restringe a un periodo más corto). Tirando de páginas especializadas y aplicaciones de internet, la amenaza de lluvia para los días centrales de la Semana Santa aparece en el mapa de la región, aunque de forma tímida y desigual según la zona. Con temperaturas, en general, entre 15 y 20 grados, hay que esperar todavía unos días (hosteleros y turistas) para tener una mayor certeza sobre las previsiones.
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