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La senda judicial del 'caso de las niñas de Aguilar': «Estrasburgo nos devuelve al punto de partida»

Los familiares de Virginia y Manuela, las dos adolescentes desaparecidas en 1992, no pierden la esperanza de que una pista fiable sirva como llave para poder reabrir el proceso

Domingo, 1 de septiembre 2024, 07:41

En abril de 1992, Virginia Guerrero y Manuela Torres, dos niñas de 14 y 13 años de edad y vecinas de Aguilar de Campoo que regresaban juntas a casa tras pasar la tarde-noche en Reinosa, se subieron a un Seat 127 blanco con matrícula de Valladolid y desaparecieron para siempre. Con las primeras luces del día siguiente comenzó su búsqueda y con las operaciones policiales un larguísimo proceso judicial que nació en el Juzgado de Instrucción Nº2 de Cervera de Pisuerga y, treinta y dos años después, ha muerto en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que hace tan solo unos días rechazó la petición de las familias de reabrir la causa por la desaparición de las niñas.

«Sabíamos que era una posibilidad», dice Emilio Guerrero, hermano de Virginia y portavoz de la familia, a la que no ha gustado la decisión de la Justicia. «Pero tenemos que aceptarla», añade con resignación el hombre, que siempre se ha mostrado respetuoso con el trabajo de policías y jueces.

Virginia Guerrero y Manuela Torres, las dos niñas desaparecidas en Aguilar de Campoo en 1992. DM
Imagen - Virginia Guerrero y Manuela Torres, las dos niñas desaparecidas en Aguilar de Campoo en 1992.

Con todo, él no pierde la esperanza, porque el hecho de que Estrasburgo haya inadmitido el recurso y archivado la causa no significa que el caso esté cerrado. «Si surgiera una pista fiable, se reabriría», explica Guerrero, que por no descartar no descarta que las niñas no solo aparezcan un día sino que lo hagan vivas. «Mientras nadie nos demuestre lo contrario...» él y su familia prefieren seguir agarrados a esa remota posibilidad.

Hasta ese entonces, hasta que emerja un indicio que muestre el camino que lleva a las niñas, «volvemos al punto de partida». Al día 23 de abril del año 1992, fecha marcada a fuego en el corazón de todos los aguilarenses de mediana edad para arriba y, más profundamente todavía, en el de las familias de las niñas, que ni siquiera han podido superar la etapa inicial del duelo. Cómo será, que la madre de Virginia, Trinidad Espejo, no ha querido cambiar el número del teléfono fijo de su casa por si un día su hija le llama...

«Es todo un poco frustrante, porque no puedes cerrar ninguna puerta, vives en la incertidumbre permanentemente», cuenta el hermano mayor de Virginia, que entonces tenía 26 años y hoy tiene ya 58. «Pero bueno, al final, o aprendes a convivir con ello o no vives», concluye.

«Es un poco frustrante porque no puedes cerrar ninguna puerta, vives en la incertidumbre permanentemente»

Emilio Guerrero

Hermano de Virginia

Con 'ello' se refiere a la misteriosa desaparición de las niñas, que el 23 de abril del año 1992, tres meses antes de la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona, salieron de casa para no volver nunca más.

De acuerdo con la investigación, a cargo de la Guardia Civil, aquel día, Virginia y Manuela cogieron un tren rumbo a Reinosa para divertirse en una discoteca sin que sus familias lo supieran. De hecho, para financiarse el viaje, la primera pidió a su madre dinero para comprar una tarta para un cumpleaños al que supuestamente la habían invitado. «Una chiquillada propia de adolescentes», justificó su hermano, en la que no llegaría a tomar parte una tercera amiga de las niñas –otra menor de nombre Alicia–, que aquella tarde prefirió quedarse en su casa.

Algunas horas después, alrededor de las nueve de la noche, al descubrir que ya no había trenes ni autobuses que las devolvieran a Aguilar, las dos menores optaron por hacer autostop. Vista con el devenir de los años, una mala decisión.

Las niñas fueron vistas por última vez subiéndose a un Seat 127 blanco con matrícula de Valladolid a las afueras de Reinosa

Una mujer que conducía a su casa de Reinosa a Aguilar de Campoo declaró haber visto a las niñas subir a un coche Seat 127 de color blanco o crema con matrícula de Valladolid en las afueras de la calle principal de Reinosa. Su declaración ante los agentes sobre lo que creyó ver fue esta: «Venía con mi sobrina y vi a dos niñas haciendo autostop. Seguimos y vimos cómo paró un coche y nos quedamos mirando, por la curiosidad y la preocupación de saber a dónde iban las chicas. Iban a Aguilar, entiendo por eso que el chico era un desconocido. Una de ellas entró delante y la otra entró atrás».

32 años de búsqueda

Y nunca más se supo de las niñas. Ni del chico. Ni del Seat 127. Ello, a pesar de que el anuncio de la desaparición de las menores provocó innumerables llamadas de personas que aseguraban haberlas visto aquí, allá y acullá, en una y en otra parte del país, e incluso en la vecina Francia, donde la Interpol llegó a abrir algunas líneas de investigación con los mismos resultados obtenidos en España por la Guardia Civil. Ninguno.

Un cartel pegado en un establecimiento de Aguilar anuncia la desaparición de las niñas. DM
Imagen - Un cartel pegado en un establecimiento de Aguilar anuncia la desaparición de las niñas.

Aquella noche, Virginia, Manuela, el chico y el Seat 127 que alcanzó a ver aquella conductora (cuyo testimonio ha sido siempre la única pista fiable del caso), se esfumaron, se volatilizaron, dejando en el arcén meras especulaciones sobre su paradero y pistas falsas en gran abundancia que no por ello dejaron de ser escudriñadas por los investigadores asignados a uno de los episodios más enigmáticos de la crónica negra española.

Sin razón para pasar página, las familias de Virginia y Manuela viven, como explica Emilio, en «un auténtico carrusel de emociones» que lo mismo les eleva al cielo cuando el caso se reabre ante la aparición de una pista, que les arrastra por el piso cuando se vuelve a cerrar ante la constatación de que ese rastro, u otro cualquiera que aparezca, no conduce a ninguna parte.

«Cuando los medios publican cosas nos removemos, pero eso es normal», cuenta Emilio Guerrero, que cuando ve venir momentos así procura proteger a su madre, una mujer ya anciana y con una herida sentimental que no deja ni dejará nunca de sangrar, aunque sin ocultarle información. «No le escondo nada... pero prefiero que la gente se dirija a mí y no a ella», explica.

Trinidad sabe, por ejemplo, que el caso de la desaparición de su hija y su amiga Manuela se reabrió en el año 1994 al ser halladas en un campo próximo a la presa de Requejada, al noroeste de Aguilar de Campoo, dos bolsas con restos humanos que luego resultaron ser de víctimas desconocidas de la Guerra civil española. Y en 1997, cuando una exokupa aseguró haberlas visto en un piso de Madrid en compañía de un chico. Y en 2001, cuando algunos medios conectaron con este caso la aparición de dos cráneos que, como los restos óseos de 1994, resultaron pertenecer a dos combatientes de la batalla del 36. Y también sabe que en 2018 el 'caso de las niñas de Aguilar' volvió a los papeles tras el hallazgo aquí, en el pantano del Ebro, de una mandíbula humana que tampoco era de alguna de las desaparecidas.

«Un calvario», resume ya bastante castigado emocionalmente el hermano mayor de Virginia, al que un tiempo después, en 2021, cuando menos lo esperaba, volvió a darle un vuelco el corazón.

La última pista

En una llamada telefónica efectuada a un programa de televisión en el que se hablaba del 'caso de las niñas de Aguilar', una mujer confesó que apenas unos meses antes de la desaparición de Virginia y de Manuela ella y una amiga suya fueron víctimas de un episodio idéntico al de las adolescentes de Aguilar, testimonio por el que el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Cervera de Pisuerga dictó un auto decretando la reapertura de las acciones judiciales.​

En junio de 2022, sin embargo, el juzgado decidió archivar provisionalmente las actuaciones emprendidas por no hallar indicios claros en ninguna de las tres líneas de investigación abiertas sobre otros tantos individuos. Uno quedó exculpado; otro –el individuo que fue identificado por la testigo– declaró que su Seat 127 era marrón; y el tercero que en abril de 1992, cuando se produjeron los hechos, estaba en Estados Unidos, un extremo que contradijo la investigación, que demostró que en esa época el sospechoso no tenía pasaporte.

Así, y luego de que el Tribunal Constitucional desdeñara una nueva apertura de la causa, los representantes legales de las familias de las niñas presentaron en enero de 2024 la demanda de desaparición ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, que la semana pasada inadmitió su petición.

Sin ganas ya de seguir mirando atrás, «solo para adelante», a las familias de Virginia y Manuela solo les queda que el tiempo se apiade de ellos y, al final, les regale un lugar donde poder llorar a sus niñas.

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