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Lo más importante a la hora de batallar contra un enemigo, es tenerlo bien localizado. Por eso uno de los mayores problemas para el cirujano es no conocer los límites de un tumor. En algunos tejidos, como el cerebral, es especialmente complicado determinar a simple vista esas fronteras, y en el cerebro amputar más de lo necesario puede tener consecuencias graves. «Por eso vimos que este era un caso paradigmático para aplicar nuestra tecnología», explica Fernando Moreno, responsable del Grupo de Óptica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cantabria (UC). Es una tecnología centrada en un sensor láser, de medio milímetro cuadrado de superficie, que permite analizar muestras para diferenciar las células cerebrales enfermas de las que están sanas.
El dispositivo cabe en una maleta y se puede introducir en un quirófano. «De hecho, esa sería la idea si lográsemos venderlo algún día», detalla Moreno, una de las cabezas visibles de este proyecto que ha aunado esfuerzos de un equipo multidisciplinar, integrado por especialistas del grupo que dirige en la UC, y en el que también está Francisco González y Alfredo Franco;de la Unidad de Genética del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV), que dirige José Luis Fernández Luna y en el que también están María Dolores Ortiz y Sara Marcos. Los neurocirujanos Carlos Velásquez y Víctor García completan el equipo multidisciplinar que es el Grupo de Señalización Celular del Instituto de Investigación Valdecilla (Idival).
Uno de los cánceres más dañinos que existen es el glioblastoma. «Es, digamos, un tumor primario del cerebro, que parte de las células gliales y que se ramifica por el resto del tejido», explica Velásquez. «Es muy complicado identificar el alcance de estos tumores porque se enmascaran muy bien con la parte sana», detalla el neurocirujano. Sin una tecnología como la desarrollada en la UC sería imposible determinar con exactitud el alcance de la lesión. «En estos tumores la esperanza de vida alcanza unos 24 meses. El paciente está peor los dos o tres últimos y por eso en el resto lo que buscamos es que tenga la mejor calidad de vida», concreta. «Llegamos, incluso, a respetar zonas cerebrales enfermas porque el daño de extirpar el cáncer podría ser peor que su desarrollo». Ante un final escrito, el enfermo podrá vivir sin verse privado del lenguaje, o de la capacidad motora, o de cualquier otra cualidad que se encuentre en la zona neuronal afectada.
El dispositivo desarrollado por la UC tiene un éxito de identificación de tejido superior al 80%. «Lo que hacemos es una experimentación 'ex vivo', analizando pequeñas cantidades de las muestras que se extirpan a pacientes enfermos y que son enviadas para su análisis», concreta González.
El mecanismo parece sencillo, pero tiene muchos matices. «Para entendernos, podríamos decir que cuando lanzamos la luz blanca concentrada sobre un tejido, éste siempre la refleja de manera concreta. Cada tejido lo hace de una manera», analiza Franco. «Lo que hemos hecho ha sido aprender a diferenciar la forma en que reflejan la luz las células cancerosas de las que no lo son».
¿Podría aplicarse esto a cualquier otro tejido? «Obviamente sí, claro. Sólo que cada uno tiene sus características y habría que analizarlo», explica Moreno. Bastaría con estudiar el modo de comportarse de cada tejido diferente. «La necesidad de mejorar la neurocirugía se debe también a que el cerebro es un órgano que está muy protegido y por eso nos resulta muy difícil llegar a él con los tratamientos que existen», explica Fernández Luna.
El siguiente paso es la financiación. «Necesitamos que alguien ponga el dinero que hace falta para construir el prototipo y comercializarlo», concreta Fernando Moreno;pero por el momento no ha habido suerte. «En principio iba a ser Sodercan quien iba a apoyarnos y el Centro Tecnológico de Componentes (CTC) iba a diseñar el prototipo vendible;pero al final se han caído», revela. Lo mismo sucedió con el Hospital Virtual Valdecilla:«Nos dijeron que estaban dentro y el pasado septiembre nos lo anularon», añade. Yla Universidad tampoco parece estar dispuesta a impulsar el proyecto. «Es allí, en nuestra casa, donde deberíamos sentirnos más arropados, pero no encontramos la manera de que nos escuchen», insiste Moreno. Dice que el plan no requiere de una gran inversión, «estamos hablando de unos 100.000 euros»; pero aún nadie ha decidido apostar por ellos.
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