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M. de las Cuevas
«Nos sentíamos sicarios al salir de casa para dar de comer al ganado»
Ainhoa Villota Ocejo - Ganadera

«Nos sentíamos sicarios al salir de casa para dar de comer al ganado»

Desde dentro ·

Su trabajo con vacas de carne no permitió confinamiento

Marta San Miguel

Santander

Domingo, 4 de julio 2021, 07:38

La cuesta es de hormigón estriado, pero, en mitad del camino, una pluma de pavo real brilla como una gema. Gaizca la levanta y el dibujo esférico de su extremo hace visos verdes y azules sobre su cabeza: «¿Sabías que el pavo real pierde a ... final de verano todas las plumas y luego le vuelven a salir otras nuevas?», y el niño, de nueve años, señala al ave con la cola desplegada, espléndida aunque parezca a esas alturas un abanico sin tela. Está en lo alto de esa cuesta donde se ven las cuadras y la huerta, donde un caballo alazán camina suelto entre tres mastines de distintas edades y tamaños, un puñado de gatos entre las piernas de cuatro niños, y una madre que cierra con un mando a distancia el portón de metal de su finca 'La Desa' en lo alto de Guriezo. Llueve esa mañana en la que lo único que está quieto es un Range Rover aparcado, todo lo demás se mueve como guiado por un instinto inalienable. Ainhoa Villota Ocejo (Carranza, 1986) los deja a todos hacer, ser y crecer en esa ladera donde han hecho terrazas en el terreno para poner una huerta, una pequeña piscina, una casa de piedra y madera, un estanque para tortugas tan grandes como la cabeza de Gaizca. Todo crece y se mueve autónomo entre mugidos de terneros estabulados y los cantos de gallinas blancas, los ladridos, los cascos del caballo al pisar el hormigón donde el pavo real ha dejado otra de sus plumas.

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