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Me pregunto qué haría yo a los 76 años. Para empezar hay que llegar, que se me antoja complicado de narices. Pero si al final ... se logra y uno está como un chaval (entre comillas) se me ocurren tantas cosas que no daría abasto en 24 horas. ¡Qué felicidad! ¡Qué relajación! Madrugar no para trabajar sino para dar un buen paseo mañanero (correr será más difícil, pero nada es imposible) por la playa, por el monte o por donde sea. Todo ello después de llevar a los nietos a clase porque esto no cambiará, tendremos que aportar algo a la causa.
Y luego ir al quiosco a comprar el periódico –el de papel de toda la vida, que seguirá habiendo– y volver a casa a sentarme en el sofá plácidamente para devorar sus contenidos. No faltará el aperitivo del mediodía con los amigos –alguno quedará, supongo– y la tertulia con la última hora del día que nos llegará a través de nuestros móviles (aviso de que es posible que le deje en casa). Tendré que hacer una pausa para volver al cole, que habrá que recoger a los nietos de nuevo (la vida es así). Y por la tarde, ¿qué hacer por la tarde? Eso mismo, una siesta. Pero no muy larga que me esperará una partidita al mus (ya ni me acuerdo). Tampoco se me olvida que tendré que hacer un hueco para ir al gimnasio a darlo todo y quién sabe si me animo con una pequeña huerta (para presumir de tomates pediré consejo a un amiguete que los mima). Y mucho más que hacer: cine, música, viajes, libros, fútbol (supongo que el Racing ya estará en Primera)… Entre tanta actividad, quién sabe si me quedará tiempo libre para seguir escribiendo este comentario por una módica –o no tan módica– cantidad que habría que negociar, teniendo en cuenta que tendré que dar la paga a los nietos.
Miren cuantos planes tengo para hacer a mis 76 años. Y más que se me podrían ocurrir. Todos menos uno: presentarme a unas elecciones y jubilarme con 80 tacos. Ahora mismo no me veo. Supongo que para eso ya tenemos a Miguel Ángel Revilla. Porque Revilla sigue. ¿Alguien tenía alguna duda?
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Ana del Castillo
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