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Villota de Elines es un pequeño pueblo del sureste de Valderredible al que los camiones municipales han tenido que transportar agua de consumo humano para rellenar el depósito. «Y eso, en abril. No quiero ni imaginarme lo que puede sufrir el resto del municipio ... en verano, cuando la población se quintuplique», afirma preocupado el alcalde, Fernando Fernández. La sequía, pese a estar aún en primavera, ya amenaza Cantabria. El sur sufre sus consecuencias y en el resto de la geografía los indicadores tampoco son esperanzadores: la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha constatado que ha llovido un 24% menos de lo que es habitual por estas fechas, el caudal de los ríos está por la mitad, el embalse del Ebro se encuentra un 40% por debajo del nivel medio de los últimos 25 años, abril va camino de convertirse en el más seco desde que hay registros y en mayo, junio y julio lloverá, según los meteorólogos, «por debajo de lo normal». Un escenario preocupante a las puertas de un verano que en Cantabria, al igual que en el resto de España, podría ser «inusualmente cálido». Los ganaderos y agricultores lanzan un grito de auxilio.
La Aemet pone cada año por octubre el contador a cero, como si se tratase del cuentakilómetros de un coche, y registra todos los valores de lluvia. El año hidrológico no discurre a la par que el natural. Comienza tras el estío y termina en septiembre. Y los datos de este ejercicio en curso son muy preocupantes. «Hasta el 1 de abril ha habido un déficit de un 24% en precipitación acumulada», explica Eroteida Sánchez, delegada provisional de la Aemet en Cantabria. Es decir, que ha llovido una cuarta parte menos de lo que debería. Este ejercicio, echando la vista muy atrás, ocuparía el décimo lugar entre los más secos desde que la institución pública comenzó a recopilar datos en 1961. «Hasta la fecha, el peor octubre-abril de todos fue el de 1989-1990, que acumuló un déficit del 55%», añade.
El principal problema para estar hablando a estas alturas del año de sequía es que la segunda mitad de 2022 ya fue extremadamente anómala en la denominada 'España húmeda'. Cantabria sufrió por primera vez dos olas de calor -una en mayo y otra en julio- y en verano se alcanzaron temperaturas inusualmente altas, que en el caso de Terán, en el municipio de Cabuérniga, elevaron el mercurio hasta los 43,5 grados marcando un nuevo máximo histórico. En otoño, la situación no mejoró. «Analizando la pluviometría mes a mes, vemos que octubre y diciembre de 2022 y febrero y marzo de 2023 fueron muy secos. Noviembre de 2022 fue seco», subraya Sánchez. Sólo enero salió al rescate y palió, en parte, el desastre al arrojar las nubes un 203% más de lluvia que la media del periodo 1991-2020.
Las frases
Eroteida Sánchez - Delegada territorial de la Aemet «Octubre, diciembre, febrero y marzo fueron meses muy secos, noviembre fue seco y sólo enero ha sido húmedo»
Dionisio Ornia - Confederación Hidrográfica del Cantábrico «Los ríos cántabros están muy por debajo de sus caudales habituales. Hay tramos muy próximos a los de los años más secos»
Fernando Fernández - Alcalde de Valderredible «Si hay que llevar agua en abril, qué sucederá en verano cuando la población del municipio se quintuplique»
Abril se ha divorciado del refranero. Es mentira eso de 'aguas mil'. «Del día 3 al 9 no ha habido ni una sola precipitación en ningún punto de Cantabria, y el resto de jornadas, salvo el 1, 12 y 13, las cantidades recogidas, menos en algún punto aislado, han sido inferiores a 5 litros por metro cuadrado», concluye la delegada territorial de la Aemet. Dos estaciones de medición lo corroboran. El aeropuerto Seve Ballesteros recogió hasta este pasado lunes 18,9 litros por metro cuadrado de lluvia, cuando la media normal es de 95. En el interior, los valores de Villacarriedo han sido igual de bajos: sólo se han recogido 35,2 litros por metro cuadrado frente a los 124 usuales.
Todo podría solucionarse si lloviese en abundancia y de manera prolongada, pero «no es probable», apuntan los meteorólogos. Los perfiles de los modelos que maneja la Aemet tampoco despejan la duda para el resto de la primavera. En cambio, el portal web eltiempo.es sí se atreve y vaticina que lloverá «ligeramente por debajo de lo normal» en Cantabria y otras siete comunidades autónomas, incluidas al completo las que forman la Cornisa Cantábrica. Lo que sí apuntan los modelos de la Aemet, con un 40% de probabilidades, es que las temperaturas serán más elevadas que las de otros años.
La segunda consecuencia de esta inminente sequía es el estado de los ríos. Y no sólo porque 23 días después de la apertura de la campaña no haya salido el 'campanu', ni que apenas se vean salmones en los cauces, lo más preocupante es que en plena primavera ya se ven las piedras del fondo en el lecho de algunos de los más caudalosos, como el Pas, según constató este periódico esta misma semana. «Es que si ahora está así, me da miedo pensar cómo estará en agosto», se lamentaba un pescador en el coto de Covanchón de Puente Viesgo. Esta circunstancia ha obligado al Gobierno regional a cerrar la pesca en aguas continentales. Es decir, adiós la temporada del salmón y la trucha. La decisión se la comunicará el consejero Guillermo Blanco al Consejo Regional de Pesca Continental en el transcurso de una reunión extraordinaria prevista para el próximo miércoles.
La Confederación Hidrográfica corrobora el crítico estado de los ríos. «Con carácter general, el caudal está muy por debajo de la media», explica Dionisio Ornia, jefe de Hidrología de la Comisaría de Aguas. «Hay tramos de algunos ríos que ya están rozando el mínimo de la serie histórica del ejercicio más seco, que fue el de 1995-1996», recalca.
En abril, lo normal es que estuviesen llenos a rebosar gracias a las lluvias del invierno y el desnieve, pero no es así. Por ejemplo, en el río Besaya, a la altura del puente de Torres, hay una estación de aforos que recoge los datos. En lo que va de año hidrológico, es decir, desde octubre, se han contabilizado 154,32 hectómetros cúbicos, que son menos de la mitad de la media de los últimos veinte años (323,86). Además, ya se encuentra muy cerca de los 143,86 hectómetros cúbicos de 1995, el año más seco de la serie histórica.
Algo similar le ocurre al Pas, en la localidad de Carandía. Por el contador ya han pasado 217 hectómetros cúbicos, donde el caudal hasta abril ha sido un 48,2% menor del promedio de las dos últimas décadas. «El alcance de esta problemática es general, no es algo aislado del Pas, el Nansa, el Miera o el Agüera. Los ríos cántabros están por debajo de sus caudales habituales y también por debajo de los caudales ecológicos», subraya Ornia.
Otro de los grandes indicadores de la salud hidrológica de Cantabria lo marca el embalse del Ebro, que no pasa por su mejor momento. Ahora está al 40,4%, con 218,42 hectómetros cúbicos almacenados, que es la cifra más baja a estas alturas de mes de los últimos 25 años. Y si se compara con el año pasado y el anterior, está prácticamente a la mitad (403 hectómetros cúbicos en 2022 y 416 en 2021). Son cifras que asustan, puesto que el año pasado, con el doble de agua embalsada, Cantabria sufrió restricciones durante el verano en varios municipios, hubo ayuntamientos que publicaron bandos pidiendo a la población un uso responsable y el Gobierno tuvo que utilizar los camiones de apagar incendios para llevar agua a los animales de los ganaderos que estaban pastando por las praderías de los puertos de montaña.
Lo que sí está garantizado por ley es el abastecimiento humano por encima de otros usos del agua del embalse. Santander y Torrelavega lo tienen asegurado. De hecho, el umbral mínimo está fijado en 70 hectómetros cúbicos. De ahí para abajo, se corta el regadío. Algo que preocupa mucho más fuera de la región, pues el agua del Ebro abastece a Navarra y La Rioja, Canal Imperial y Canal de Lodosa, además de a todo Aragón. «Yo miro todos los días el tiempo que hace en Cantabria y el nivel del embalse», afirma David Navarro miembro de la Unión Agraria de Agricultores y Ganaderos de Navarra (UAGN), además de agricultor en Tudela. «Para una campaña normal de riego necesitamos unos 230 hectómetros cúbicos, que no solo provienen del embalse de Reinosa, pero sí es el principal. Ahora mismo, con el nivel actual, corremos el riesgo de no poder completar la campaña en julio o agosto», afirma a El Diario Montañés mientras regresa de sembrar.
Los ganaderos y agricultores ya están notando los efectos de la sequía, que para ellos comenzó el verano pasado y que el otoño, el invierno y ahora la primavera no han sido capaces de mitigar. «Nuestro ganado va a necesitar aportaciones de agua extra», señaló esta semana Guillermo Blanco, consejero de Desarrollo Rural. Para ello, el Ejecutivo pedirá a las dos confederaciones hidrográficas que tienen competencias en la región (la del Cantábrico y la del Ebro) que permitan a los ganaderos retener agua de los ríos y riachuelos para dar de beber a los animales.
Otro problema es que las vacas no van a tener qué comer. La hierba no crece en los prados y, por tanto, el forraje escaseará. «En un año normal, a mediados de abril, ya se habrían dado varios cortes, pero este sólo se ha podido dar uno», explica Raúl Guillarón, secretario general de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja). Si aquí no hay alimento, hay que comprarlo fuera, pero el 'supermercado' de Cantabria, que es Castilla y León, está mucho peor. «La paja, que es el peor de los alimentos para las vacas de carne, está a 13 céntimos el kilo, que es una barbaridad, y el pienso concentrado para las vacas de leche ha pasado de 28 a 47 céntimos el kilo, otra barbaridad. Y veníamos del año pasado con todo disparado por la inflación, la sequía y la guerra en Ucrania», añade su homólogo en UGAM-COAG, Gaspar Anabitarte.
Sin agua, los agricultores, sobre todo los del sur de la comunidad -Valderredible y sus patatas y cereales, especialmente-, encaran un negro horizonte. Esta semana se reunió en Madrid el Gobierno central y las comunidades autónomas en la Mesa de la Sequía. El compromiso del ministro de Agricultura, Luis Planas, es pedir a Europa que flexibilice los requisitos para acceder a las ayudas de la PAC (la Política Agraria Común), que sean mucho menos rígidas.
De lo que no tiene dudas el alcalde de Valderredible es que este panorama será un nuevo varapalo para el campo «y para la economía de las gentes que viven en entornos rurales, como es el caso de nuestro municipio», concluye Fernando Fernández.
Alberto Antonio Ortega, ganadero de Herrerías, da patadas al suelo para mostrar lo seco que está el terreno en pleno abril. «Los costes son insostenibles, no queda otra que sacrificar vacas. No se puede trabajar para perder dinero», afirma. Tiene alrededor de 70 frisonas, de las que ordeña la mitad. Explica que la sequía que ahora asoma no es más que la continuación de la iniciada el verano pasado. «El mayor problema es que no tenemos comida para ellas. No llueve y el nordeste que sopla es criminal. Lo seca todo», explica mientras echa un cubo de agua en una bañera para que puedan beber los animales.«Si los 'praos' de aquí no generan el forraje, hay que comprarlo fuera, y los precios están desorbitados», añade. También se queja de que el maíz que plantó «ha sido un fracaso» y el raigrás, como llovió e hizo frío en enero, «tampoco sirve». «Yo gasto entre 8.000 y 10.000 kilos de pienso al mes y eso son entre 6.000 y 7.000 euros sólo en comida. Súmale luego los costes energéticos y el salario que tienes que sacar. Si encima ahora nos dicen que quieren pagarnos menos por la leche, apaga y vámonos», concluye.
Los agricultores de Valderredible se temen lo peor. «Aquí ya notamos la sequía. Es que ya vamos a tener que regar solamente para poder sembrar las patatas de lo seco y duro que está el terreno», afirma Heraclio Gómez, gerente de Patatas Gómez y presidente de la Comunidad de Regantes Ruijas-Ebro. «El año pasado la producción bajó en unos 8.000 kilos por hectárea debido a la seca. Si ahora encima comienza antes, nos podemos quedar en una producción cercana a la mitad de la normal», añade.
Otro problema de la escasez de lluvia es el tamaño de las patatas. Las de Valderredible se destinan principalmente al consumo doméstico, que es el que mayor rentabilidad proporciona, por lo que deben tener una buena talla. «Y la patata necesita mucha agua», recalca. Además, los cultivos de trigo y cebada se están secando, aunque confía en que «si llueve, aunque sólo sea un poco» puedan salvarse.
Gómez es también ganadero. Tiene 230 vacas de carne. «En Valderredible, que hay buenas ganaderías con trayectoria, va a ser dramático cuando la gente se vea obligada a tener que sacrificar animales», lamenta.
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