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En los aeropuertos sólo hay dos estaciones. Verano e Invierno. Son las dos temporadas y el tránsito supone siempre un cambio en la programación. Hay rutas que operan todo el año y otras que se explotan únicamente en los meses de más movimiento. Así funciona ... un año normal. Pero este no lo es. El Seve es un baremo de la pandemia. Lo fue en agosto -el gran mes habitualmente-, con una oferta mermada y aviones mucho más vacíos. Y también lo es ahora. Antes incluso del cambio de temporada -previsto para el día 25 de octubre-, las compañías han vuelto a dar un mordisco a su oferta. Cancelaciones antes de tiempo y reducciones de frecuencias para el mes próximo. Con todo, la situación no es, ni mucho menos, exclusiva del aeropuerto cántabro. Es más, el antiguo Parayas resiste algo mejor la debacle que otros aeropuertos.
Los datos del pasado agosto fueron muy significativos. No hace falta ser un genio para entender que la caída de pasajeros y de operaciones fue brutal. Los viajeros por la terminal cántabra se redujeron un 63% y, en cuanto a vuelos operados, se efectuaron 753 frente a los 1.184 de hace un año. Agosto, por comparación, sí que sirve como vara de medir los efectos sociales y económicos de la pandemia -con cuatro meses de, en la práctica, un cierre comercial, no merece la pena mirar los datos acumulados de lo que va de año y hacer comparaciones-. Lo que pasó en el Seve en el octavo mes es lo que ha pasado, en trazo grueso, en casi todos los ámbitos.
Viena Retirada antes de tiempo: Se cae de la programación del Seve hoy mismo, un mes antes de lo que estaba previsto.
44.782 pasajeros pasaron por el Seve Ballesteros en agosto, un 63% menos que el año pasado.
Madrid Aviones más pequeños: Un vuelo diario (sin posibilidad de ir y volver en el día) y con Air Nostrum, con cien plazas.
Bucarest Se cae con antelación: Se cae antes de que acabe la temporada de verano. Regresaría a partir del 6 de diciembre.
Barcelona Reducción drástica de vuelos: Vueling tenía en agosto seis vuelos semanales. En octubre serán once en todo el mes.
Málaga y Valencia A la mitad: De dos vuelos semanales a uno hasta el 24 de octubre (luego está programado un aumento).
271.861 en los primeros ocho meses, una caída del 65,6% (la caída media nacional es del 68,2%).
Londres Sigue bajando: Ya redujo sus vuelos este verano (de cinco a tres) y hace semanas que sólo se viaja dos veces por semana.
Dublín y Edimburgo Se cancelaron: Retiradas hace semanas, aunque por ahora hay billetes a la venta para la temporada de invierno.
Katowice Otra despedida anticipada: En octubre ya no estaba incluida, pero fue cancelada por la compañía antes de lo previsto.
En estas cifras lo que más llama la atención son las ocupaciones. Ahí Ryanair es el ejemplo. La compañía, abanderada casi siempre en la expansión de vuelos desde Cantabria al resto del mundo -con todos sus defectos, a ellos se debe que muchos cántabros salieran por primera vez del país- ha visto ir y venir sus aviones medio vacíos. Y no es una forma de hablar lo de 'medio vacíos'. La ocupación media de sus vuelos fue de un 48,20% (conviene recordar que en agosto de 2019 estaba casi en un 94%). Con casos muy llamativos. Edimburgo, que acabó retirada de la programación veraniega antes de tiempo, pasó de un 95% (en la práctica, muy cerca del lleno porque eso suele traducirse en asientos sueltos) a un 20,5%. Es fácil imaginar la estampa del pasaje. En un avión supongamos de cien plazas, ochenta libres. Insostenible.
En esa idea del aeropuerto como reflejo de lo ocurrido en general hay otro detalle. Las compañías que se basan en vuelos nacionales aguantaron mejor. Volotea -con sus viajes a Sevilla, Ibiza y Menorca- sí llenó sus aviones (ocupación media del 88%) y Binter, que se estrenó en Cantabria con las rutas a Canarias, resistió con un 70,41% (y ahora lanzando ofertas para irse a las islas en los próximos meses). O sea, que el viaje por el país aguantó el tipo (más o menos porque, sin ir más lejos, hace unos días un vuelo con capacidad para 189 pasajeros partió a Valencia con 65), pero el internacional sufrió de lleno las consecuencias del virus (Wizzair, por ejemplo, pasó de un 94% a un 55,59%).
¿Y pasado el verano? Pues -otra vez como en casi todo- no pinta bien. Octubre es el ejemplo. El 25 cambia la programación y arranca la temporada de invierno. Lo normal es siempre un cambio a la baja en rutas. Pero este año las compañías ya han anticipado sus planes. Vueling ha pegado un recorte drástico a su oferta para volar a Barcelona en el mes que entra. Bucarest o Viena desaparecen de la parrilla de ese mismo periodo (varias semanas antes de tiempo). La capital rumana, en principio, no volverá hasta diciembre y en el caso de Austria habrá que pensar ya, como poco, en marzo del año próximo. Y hay casos curiosos. Dados los números, Ryanair retiró sin que acabara el verano las rutas a Dublín o Edimburgo. Lo llamativo es que siguen a la venta los billetes a partir del día 25. ¿Llegarán realmente a operarse o serán retiradas en un contexto de cambios diarios? Roma, por ejemplo, ni está.
Capítulo aparte merece Madrid. La conexión más importante (por volumen de pasajeros y por una cuestión estratégica y económica). El dato de agosto fue demoledor. De 24 vuelos semanales a tres. Para septiembre, al menos, se recuperó la salida diaria, aunque el Seve (según indican desde la Asociación Amigos de Parayas) es el único aeropuerto del Norte de España en el que no es posible ir y volver a la capital en el día. Pues bien, en octubre la ruta volverá a ser operada nuevamente por Air Nostrum en vez de Iberia. ¿Qué supone esto? De entrada, volar con aviones más pequeños (de cien plazas). O sea, que se mantiene la frecuencia del vuelo diario, pero con menos asientos a la venta (para hacerse una idea, durante el mes de agosto volaron en cada viaje, de media, 117 pasajeros).
La caída, valoran desde el Gobierno, es una «tendencia común a otros aeropuertos de nuestro entorno (Bilbao, Asturias, San Sebastián Valladolid, Vigo) y también a la red de AENA». En su resumen del verano concluyen «que los vuelos domésticos han tenido un comportamiento mejor que los internacionales». La consejera Marina Lombó asegura respecto a Madrid que ha transmitido a Iberia «la necesidad de incrementar frecuencias». «El objetivo principal es que existan, al menos tres días a la semana, dos frecuencias al día en horarios que hagan posible la ida y vuelta al día (lo que facilitará los viaje de negocios)».
«Los vuelos nacionales e internacionales tuvieron un comportamiento razonablemente bueno en julio, teniendo en cuenta el difícil contexto», analizan desde Turismo. «En agosto –prosiguen–, se mantuvo la evolución con los vuelos nacionales, pero el tráfico internacional cayó mucho». El caso de Madrid, describe Lombó, se sustenta porque «muchos madrileños usuarios del avión han optado por venir en su vehículo a Cantabria de vacaciones» y porque «el tráfico de pasajeros de negocios se está resintiendo mucho».
De cara al invierno –al hilo de lo que a día de hoy está programado–, Turismo entiende que la conexión con Barcelona «está garantizada» y que, en general, «la operatividad de rutas es razonablemente buena». Con Roma en principio perdida para la próxima temporada, opinan, en general, que «es imprescindible que, bien de forma bilateral entre países o bien en el seno de la Unión Europea, se acuerden medidas de control y seguridad sanitaria en los aeropuertos y fronteras que sustituyan a las cuarentenas». «Para que los viajeros extranjeros lleguen a España y a Cantabria es primordial un acuerdo en este sentido», afirma Lombó.
El otoño será lánguido en las terminales de España. En las del Seve y en las de todos los aeropuertos. Si sirve como consuelo, la instalación cántabra ha resistido algo mejor el varapalo general. En el acumulado de pasajeros de lo que va de año, el antiguo Parayas cayó dos puntos y medio menos que la media. Y hasta Ryanair tuvo mejores ocupaciones de sus vuelos aquí (cómo habrá sido la cosa en otros aeropuertos).
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