Así es la sexta ola en Cantabria
Protegidos ·
La amplia cobertura de la vacuna condiciona la nueva embestida de la pandemia, que sigue cogiendo fuerzaSecciones
Servicios
Destacamos
Protegidos ·
La amplia cobertura de la vacuna condiciona la nueva embestida de la pandemia, que sigue cogiendo fuerzaContagios en vacunados, más enfermos con síntomas leves y una menor proporción de ingresos. Esas son, a grandes rasgos, las características que, hasta el momento, distinguen a esta sexta ola de la pandemia, que sigue extendiéndose en Cantabria y de la que aún no se conoce su magnitud. Desde el 1 de noviembre, suma unos 2.000 casos y siete muertes.
La onda precedente puede servir de guía para aventurar cómo será la actual, pues comparte con ella un elemento decisivo: la inmunización de un elevadísimo porcentaje de población. Resumida en números, en aquella, que se produjo entre el 16 de junio y el 31 de octubre, se contaron 16.054 contagios, una cifra récord en toda la pandemia, y 43 fallecimientos.
Este nuevo ataque del virus encuentra a la región aún más protegida, con un porcentaje del 83,3% de personas con pauta completa de vacunación, y con mayor cobertura entre los grupos de menor edad, entre quienes tomó fuerza la quinta ola a principios del verano pasado. En cualquier caso, resulta fácil establecer diferencias entre estos últimos episodios y todos los anteriores: antes de la vacuna, de cada cien cántabros que enfermaban, aproximadamente diez terminaban hospitalizados y uno moría; en la actualidad, el porcentaje de hospitalizados ha descendido hasta el 6% y se cuentan uno o dos fallecidos por cada mil casos. Cualquiera podría objetar que la vacuna parece no haber evitado tantos casos graves. Tiene una explicación: la variante Delta, que es la que se sigue soportando a la espera de que llegue una mutación más potente, es muchísimo más contagiosa y agresiva que el virus original; de haber sido Delta el coronavirus que inició la pandemia, el número de víctimas sería incalculablemente mayor.
Hay que afinar más para encontrar elementos distintos entre la quinta y la sexta ola. De entrada, esta última ola está aún en fase de crecimiento, y parece lejos de su punto máximo: la precedente tardó cinco semanas en alcanzar su pico de contagios, y para entonces acumulaba casi 7.000 infecciones; esta lleva ya cuatro y suma 2.000, con lo que la escalada es menos radical.
El aumento de positivos diagnosticados en personas teóricamente inmunizadas también está marcando el arranque de la sexta ola, algo que tiene una explicación más estadística que médica: aunque la probabilidad de que un vacunado se contagie sea reducida, esos casos serán más frecuentes cuantos más vacunados haya; si el 100% de la población está inmunizada, todos los positivos que se produzcan corresponderán a gente vacunada.
Lo que está comprobado es que el riesgo de enfermar de covid y de precisar hospitalización es treinta veces mayor entre los no vacunados y, aunque el virus circule también entre quienes recibieron el suero, la capacidad de contagiar es cuatro veces mayor para los primeros.
La multiplicación de casos con síntomas leves también tiene una sencilla razón de ser. Los asintomáticos han representado siempre un gran porcentaje del total de infectados, y ahora con más motivo: cuando los contagios se producen entre personas vacunadas, esa protección de que disponen hace que enfermen de forma más leve. De hecho, Salud Pública sospecha que hay más casos ocultos: ¿iría usted, en plena temporada de resfriados, a realizarse una PCR por un picor en la garganta estando inmunizado?
Al final, es la presión hospitalaria lo que marca la dureza de cada oleada, y todavía es demasiado pronto para ver cómo va a afectar esta, en la que se repite el patrón acostumbrado: el efecto del incremento de contagios tarda unas dos semanas en traducirse en ingresos. Hasta la fecha, el número de pacientes atendidos, y el ritmo al que llegan, es asumible.
El perfil del enfermo hospitalizado vuelve a ser el de una persona mayor, la víctima predilecta del covid. ¿Una razón? Si los contagios se dan entre vacunados, serán los de edad más avanzada entre ellos, y especialmente aquellos que sufren otras dolencias, quienes soportarán peor la enfermedad. Decir esto no supone poner en duda la efectividad de la vacuna, tan fácil de comprobar entre los usuarios de geriátricos: Servicios Sociales da cuenta de tres positivos entre casi 6.000 personas.
Noticia Relacionada
Quizás la mejor defensa de su efectividad sea la que acaba de hacer el Ministerio de Sanidad al oponerse al establecimiento de restricciones -pese a la celebración del puente de la Constitución y la Inmaculada y la proximidad de las Navidades-, y confiar en que la vacuna y el uso de mascarilla en interiores basten para frenar la propagación del virus, y eso a pesar de que cada vez más comunidades autónomas reclaman medidas para frenarlo. Cantabria, sin ir más lejos, está pendiente de la resolución del Tribunal Superior de Justicia (TSJC) para encajar el uso del pasaporte covid en su semáforo por municipios, aunque está por ver si ahora atiende esa llamada a la calma lanzada por el Ministerio.
El pasaporte tiene más valor como elemento de presión para avanzar en la vacunación que como estrategia para frenar contagios: si el virus también ronda a los inmunizados, alguien con una PCR negativa podría contagiarse en un restaurante, por mucho que toda su clientela dispusiera de pasaporte covid. Por otro lado, no hay duda de que muchos jóvenes aceptarían el pinchazo, aunque fuese a regañadientes, para acceder a sus bares preferidos sin problema.
Noticia Relacionada
Por mucho que el presidente, Miguel Ángel Revilla, llame a la cruzada contra los no vacunados, unas 30.000 personas en la región, la verdad es que su papel en esta sexta ola es muy limitado: nadie discute que pueden contagiar más, pero en un entorno de población inmunizada suponen una amenaza moderada; más daño causan enfermando y ocupando una cama de hospital que pueda necesitar un paciente con otra dolencia.
A pesar de ello, Sanidad no escatima esfuerzos por convencerlos e insistir en la conveniencia de protegerse ante el covid: no debería de haber mejor campaña de promoción de la vacuna que mostrarles el riesgo que corren de terminar en la UCI.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.