Secciones
Servicios
Destacamos
Los escándalos recientemente destapados por la prensa en importantes emporios de solidaridad y de apoyo al desarrollo de países pobres (ONG) nos deben de llevar a una reflexión más amplia, porque quizás la raíz del mal no esté exclusivamente en los desmanes en esos países ... lejanos, sino también muy cerca de nuestras instituciones que dedican importantes cantidades de recursos de todo tipo sin preocuparse demasiado de sus resultados ni de su eficacia.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG), hasta hace pocos años consideradas como meros grupos de filántropos en aspectos insignificantes de las relaciones internacionales, se han convertido en actores esenciales e indispensables de la 'gobernanza mundial'. Sin embargo, este proceso de sacralización es ambivalente. Esta nueva situación es en gran medida el resultado de la voluntad de las instituciones dominantes del sistema de relaciones internacionales y, como tal, somete a las ONG a fuertes limitaciones. Esto se refleja en particular en las demandas que los principales donantes hacen a las ONG que financian. Estos imponen modos de funcionamiento, objetivos y valores específicos que les obligan a modificar en profundidad sus prácticas y tienden a estandarizar no sólo los métodos de acción sino también las representaciones de las ONG.
Las ONG gozan de un gran prestigio entre la población, pero al final se sabe poco de su trabajo y el término ONG es muy vago. ¿Puede ser que sean tan apreciadas porque finalmente son tan poco conocidas? Para entender esa dinámica hay que volverse unas cuantas décadas hacia atrás, cuando a finales del decenio de 1990, la radicalización de la globalización perturbó las representaciones tradicionales y las formas de ejercer el poder político y la diplomacia, que por falta de espacio no trataremos hoy.
¿Representan una forma evolucionada de democracia o revelan la degeneración de la democracia en una confrontación de los grupos de presión? A menudo participan del 'pensamiento único' aplicando al ámbito público la seducción, la publicidad y los métodos del marketing en boga del comercio, como lo demuestra el floreciente desarrollo del negocio de la caridad alimentándose de una virtualización creciente del mundo donde la imagen y la emoción prevalecen sobre el debate y la razón. ¿Por qué el tema de la evaluación de políticas y programas de ayuda al desarrollo se ha ido convirtiendo con el paso del tiempo en un problema central de la acción de los gobiernos? Principalmente por tres razones. La primera es que el desarrollo y progreso social de los países a los que van dirigidos estas ayudas que se viven en el nuevo milenio no omiten ni aminoran la severidad de viejos y nuevos problemas sociales de estos países: pobreza, exclusión, desigualdad. La segunda es que a pesar de las innovaciones institucionales y programáticas, las soluciones que se han puesto en marcha no arrojan los resultados esperados. La tercera se relaciona con la permanente escasez de recursos, cuestión que puede ser mejor enfrentada si la evaluación permite asegurar el uso eficiente de los presupuestos.
La complejidad de nuestras sociedades, que presentan una muy desigual distribución de las oportunidades con los problemas que ello genera, exige miradas más acuciosas sobre las políticas y programas que se están implementando. ¿Cuál puede ser el lugar de estos nuevos actores, de estas ONG en el mundo de mañana? La confusión y transmutación de las ideologías y su impregnación en instituciones públicas no justifica una visión mesiánica de la sociedad civil cuya autorregulación reemplazaría a las fallidas regulaciones públicas. La idea de que las ONG, auto-instituidas como 'representantes del pueblo', podrían ser alternativas a los Estados es folklore sin más.
Volviendo a cosas más prosaicas, el Gobierno de Cantabria ha convocado este año ayudas para la cooperación al desarrollo por un importe de 1.755.000 euros y, como han subrayado sus responsables, la política de cooperación constituye la consolidación de la solidaridad y de la reivindicación y anhelo de una mayor justicia social, pasando a ser en este ejercicio un área de su departamento que recibe mayor impulso en los Presupuestos de 2018, con un incremento del 161,27%, el mayor en los últimos doce años.
Por consiguiente, la tradición cántabra de solidaridad con países en desarrollo no tiene que demostrarse, las cifras están ahí. ¿Pero qué sabemos de su eficacia, qué sabemos de su utilidad? ¿Qué sentido tiene que cada municipio tenga su partida para este tema? ¿Para cuándo la creación negociada de un gran fondo de carácter regional e interinstitucional para la cooperación y el desarrollo que evitaría duplicidades y realizaría economías de escala?
Es una lástima que la Ley de Cooperación Internacional al Desarrollo de Cantabria no hiciera mención expresa en su articulado a la obligatoriedad de evaluar los resultados y eficiencia de esas actividades, lo que no es tampoco una razón para no hacerlo. A las ONG que aspiren a beneficiarse de una ayuda para actividades de cooperación para el desarrollo no les debería de bastar con explicar rutinariamente sus buenas intenciones por ventanilla y mostrar la 'patita blanca' para obtener los miles de euros anuales y esperar al ejercicio siguiente para repetir el operativo. Este es el principal reto que tiene el sector y no escudarse detrás de si aumenta o disminuye el ratio sobre PIB en los presupuestos de turno dedicado a esos menesteres.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.