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A las diez de la mañana se abrieron las puertas y fueron pasando. En ese momento, unas cincuenta personas. Vecinos de las calles Bonifacio del Castillo y Julián Urbina. Los que estaban citados para el domingo y el lunes (la citación va por calles). ... Esa cola para hacerse la prueba en el puesto sanitario que han montado en el colegio José María Pereda es el lugar con más movimiento en La Inmobiliaria. Por allí, durante el fin de semana pasaron 1.059 personas para hacerse la PCR. Setenta de esos análisis resultaron positivos (uno de cada 18, como media). Con ese dato, y teniendo en cuenta que cuando se decidió confinar una parte del barrio el número de positivos localizados era de otros setenta, se puede hacer la suma. Al menos, 140 contagiados. Y lo de al menos es un matiz importante. Porque las autoridades insisten por la zona en que hay que pasar a hacerse la prueba –el número de personas que viven en las calles que han quedado incluidas en el 'cordón sanitario' es de 6.500–. Este lunes, incluso, un par de agentes de la Policía Local iban, lista en mano, buscando a un 'despistado'. Todo, en mitad de un barrio que se ha vuelto más silencioso que nunca.
Sin tráfico, sin colegio, con la hostelería y buena parte del comercio cerrado, y sin muchas ganas de andar dando paseos, lo que más llama la atención al recorrer las calles que se han incluido en el cierre es que apenas se escucha algo. Tanto es así que las conversaciones entre vecinos de ventana a ventana se perciben nítidas desde la acera. Y todas van de lo mismo. Que si «pagamos justos por pecadores», que si «se han ido muchos» o que «en coche, no, pero andando puedes entrar y salir sin problema». «No hay otro tema, ya lo has visto», explica Juan Gómez, de la Librería Nala, después de vender el periódico a un vecino. El hombre se marcha del pequeño local con El Diario bajo el brazo y diciendo que «a ver si podemos vivir todos tranquilos» y que el día anterior había estado con un político local y le había puesto «a tono». Más allá de la charla, Gómez cuenta que «las ventas han bajado estos días». «Claro que se nota, como un 30% por lo menos», calcula antes de dejar claro que él ya pasó a hacerse la prueba. «Negativo, limpio total. Me acaban de mandar el mensaje».
Que el comercio no esencial y la hostelería se han llevado un palo es evidente. Pero hasta los que sí pueden abrir están sufriendo las consecuencias económicas de la medida. Rachid Boufnane ya no sabía en qué matar el tiempo a media mañana en su carnicería –Alfrah–. En hora y media abierto no había entrado nadie. «La cosa está muy mal, muy complicado. No hay venta. Nada. La gente de fuera no puede entrar aquí y no sé qué hacer». Tanto, que el tendero se planteaba bajar la persiana. «Para estar así, igual mejor cierro. Quito esos pollos para llevármelos a casa y ya está», comentaba mientras su dedo señalaba a la cámara en la que guarda la carne.
A Sergio Sordo, de panaderías Sordo, les salva (por decir algo) que pueden hacer el reparto por el resto de la ciudad. Pero, teniendo en cuenta que tienen dos despachos de venta en el barrio y los dos están en la zona cerrada, el confinamiento les ha «golpeado fuerte». «Pues como un 50% de la venta en los dos. Entre puentes, la gente que se ha marchado por el virus y los que venían a comprar aquí desde distintos puntos del centro y que ahora no pueden venir... Y todas las conversaciones son de lo mismo. El ánimo está por los suelos y la gente, muy enfadada».
Todos los relatos entre los comerciantes son parecidos. También el de Aurelia Sirghii, sentada detrás del mostrador de Victoria, la tienda de productos típicos rusos que hay en el barrio (en realidad, de toda la Europa del Este, en general). Como Rachid –el comercio en La Inmobiliaria es un ejemplo del crisol de culturas del vecindario–, cuenta los minutos sin mediar palabra con ningún cliente. De diez a doce, nadie (y el primero en entrar en la tienda es el que escribe este texto). «Estamos fatal. Ya no sé a qué puerta tocar. Nuestros productos son de fuera, vienen desde Alemania y los compra, básicamente, nuestra gente (ella es moldava). Somos autónomos, pagamos todos nuestros impuestos y necesitamos ayuda, porque toda nuestra clientela es casi de fuera del barrio y ahora no pueden venir. Tengo gente de los pueblos de alrededor, incluso clientes que vienen desde Reinosa. De aquí, de La Inmobiliaria, apenas vienen tres familias».
Desde el viernes ella calcula que sus ventas han bajado un 90%. Y más. La mujer señala cámaras frigoríficas con quesos frescos, pescados... «Son alimentos que, si no los vendo, se me van a estropear. ¿Qué hago con todo este género?». Por eso, insistía en ofrecerse a sus clientes habituales para llevarles «las bolsas, los pedidos, hasta la parte del barrio que no está cerrada». O sea, hasta el límite de la calle, hasta el punto en el que hoy había un operario de Protección Civil junto al bloque de hormigón que cerraba el paso (a poco más de cincuenta metros de su tienda). «Que me llamen por teléfono y yo lo llevo hasta allí».
Precisamente, el Ayuntamiento de Torrelavega anuncióuna línea de ayudas económicas con un fondo de 200.000 euros dirigidas a las actividades empresariales del barrio que se han visto afectadas por el cierre. Estas ayudas, «complementarias a otras ya aprobadas con anterioridad para todo el municipio», tiene como objetivo «beneficiar a aquellos comercios, negocios y pequeñas empresas obligadas a cerrar durante los catorce días de confinamiento».
Otro ejemplo de lo que sucede estos días en La Inmobiliaria. Dentro, en la zona cerrada, sobran ahora plazas de aparcamiento en las aceras (algo impensable un lunes). Sin embargo, fuera –hay dos aparcamientos en las proximidades– ayer costaba un mundo aparcar. «Entre los que se han ido y los que han sacado el coche fuera de aquí por si acaso...». Es la otra «desbandada». El otro éxodo. El de los coches.
El Concejal de Salud Pública, José Luis Urraca Casal ha informado que las pruebas de test PCR se seguirán haciendo para la población residente del cordón sanitario de La Inmobiliaria todos los días de 10:00 h a 19:30 horas hasta este jueves. Y nuevamente ha hecho especial énfasis en la importancia que tiene el que toda la población residente en esa zona se haga el test para así poder controlar el problema de salud pública.
Y ha recalcado que «nadie tiene que tener ningún miedo en acudir, los tests los realizan un equipo de profesionales de la Sanidad, y los datos son confidenciales, únicamente se trata de detectar a quiénes pueden estar contagiados para ayudarles y controlar la enfermedad. Si entre todos hacemos las cosas bien, al cabo de los 14 días estará controlado el problema de salud pública. Y para conseguirlo, hacerse la prueba PCR es una herramienta muy eficaz. Ese tiene que ser nuestro único objetivo en estos momentos».
Este fin de semana se han realizado en el colegio José María Pereda, 1059 tests de una población dentro del cordon sanitario de cerca de 3.900 personas. El Concejal también ha precisado que empiezan a realizarse a partir de las 10:00 horas de la mañana.
Urraca Casal ha resaltado la importancia de guardar la cuarentena, que «quienes den positivo comuniquen quiénes son contactos estrechos y que les animen a que bajen a hacerse la prueba». Y que los contactos estrechos de un positivo, aunque den negativo deben guardar la cuarentena durante los 14 días siguientes.
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