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Si usted llega a una playa y ve la bandera roja ondeando sabe que el baño está prohibido. No porque a los socorristas se le haya antojado el color, sino porque las condiciones para meterse al agua son peligrosas. Por eso, muchas veces acotan unas áreas de baño con unas banderas que llaman 'zonas de refresco' para que, como su propio nombre indica, la gente se refresque hasta la rodilla, no para que se metan por ahí hacia lo hondo. Pero no todo el mundo respeta estas señales y luego llegan los sustos.
Los socorristas de Cruz Roja y los surfistas son casi a diario un binomio que salva vidas en los arenales cántabros. Pedro Díez, coordinador de los vigilantes de las playas de Piélagos, Santander, Bezana y Ribamontán al Mar, explica que no está siendo un verano atípico en cuanto a número de rescates se refiere, pero siempre se dan historias en las que alguien se mete al agua pese a la bandera roja y termina siendo rescatado con la sensación de que el mar se lo tragaba debido a las fuertes corrientes.
Esto fue lo que, por ejemplo, pasó este martes en la playa de Canallave, en concreto, en la zona del 'Madero' tirando hacia 'La Lastra'. Los que conocen el arenal saben que la fuerza del mar suele jugar malas pasadas, y que siempre hay algún 'aventurero' que desafía a su suerte.
Vale, no tenemos semáforos en las playas... pero sí banderas. Respeta los colores. Por tu seguridad #bañoseguro pic.twitter.com/W2IwWZyVy3
— Cruz Roja Española (@CruzRojaEsp) July 28, 2018
Es el caso de un padre y su hijo de unos doce años, vecinos de Boo de Piélagos, que entraron al agua dejando a su mujer con su hija pequeña jugando en la orilla. De repente vieron que el agua se les llevaba hacia adentro y ante sus gritos un grupo se arremolinó cerca de ellos y empezaron a hacer aspavientos. David Vega, actor de profesión y surfista habitual de la playa, intuyó que algo pasaba y al fijarse vio que dos cabezas sobresalían entre el oleaje. Fruto de otras situaciones parecidas en las que se ha visto cogió su tablón y empezó a nadar hacia ellos. «La mujer y la niña estaban llorando y gritando que se ahogaban», así que no lo dudó y se fue hacia ellos. Durante unos segundos perdió la visión del niño, pero cuando volvió a sacar la cabeza pudo alcanzarle y subirle a su tabla. Después fue a por el padre y le indicó que se agarrara a la punta del tablón. David llevaba el invento puesto y, sujetándose a las quillas, intentaba remar hacia la orilla pero el mar estaba bravo. «Intenté tranquilizarles porque lo peor que uno puede hacer en una situación así es agotarse. Sabiendo que los tres estábamos seguros en la tabla teníamos que esperar a que vinieran a sacarnos».
Y, efectivamente, enseguida llegó un socorrista nadando con aletas y otro en una moto de agua para escribir el final feliz de esta historia que podía haber terminado mal. «No se imaginaban que la corriente se les iba a llevar así». Ya en la orilla «te dan palmadas en la espalda, ¿pero para qué sirven?», se pregunta el surfista con cierta impotencia sin poder olvidar el llanto de aquella mujer y su pequeña en la orilla. «Tiré a sacar al niño y pude nadar hacia el padre, pero si no hubiera llegado no sé cómo podría vivir con esa angustia», se lamenta comentando lo necesario que son los socorristas en estas playas.
Hace dos días también vivió una situación similar, pero con dos niños a los que consiguió sacar por los pelos porque estaban agotados de remar a contracorriente. «Y los padres no estaban por ningún lado», matiza el surfista llevándose las manos a la cabeza pensando en lo que podía haber ocurrido si no les hubiera visto.
«Muchos bañistas hablan de sus derechos y poco de sus deberes. No muere más gente porque los socorristas son buenos y efectivos»
«Cuando ponemos la bandera roja es porque el mar es peligroso y el baño está prohibido. Sólo está permitido entrar en las 'zonas de refresco'»
La historia que narra David no es ajena a ningún surfista de la región. Tampoco para los socorristas, que cada día tienen que estar con mil ojos durante su horario laboral. Desde Cruz Roja recuerdan que trabajan de 11.30 a 19.30 horas y que, concretamente, en la playa de Canallave hay tres profesionales de Salvamento. Además cuentan con el apoyo de un patrón y otro vigilante de la embarcación que está en Valdearenas (la playa grande de Liencres) y los técnicos de la ambulancia por si hiciera falta. Desde el pasado 15 de junio y hasta el 15 de septiembre vigilan esta playa a diario, y con los dos últimos fines de semana de septiembre volverán a poner fin al servicio hasta el próximo mes de junio. «No muere más gente porque los socorristas son buenos y efectivos», alaba Vega recordando que «cobran una miseria». Respecto al poco respeto que muchos bañistas tienen hacia sus señales, el surfista apunta que «todo el mundo habla muchos de sus derechos y poco de sus deberes, y claro, luego pasa lo que pasa».
David relata esta historia con la cabeza fría porque ya son muchas las veces que él o sus amigos han tenido que sacar a gente del agua. Pero le hace especial ilusión contar que el tablón rojo con el que surfea pertenecía a su padre, que fue de aquellos pioneros que empezaron a coger olas en los setenta en Liencres. La tabla con la que David ha sacado a cuatro personas del agua en tres días es de los años noventa, «de los primeros tablones que hizo Full&Cast, así que es cántabro 100%», dice orgulloso sabiendo que ha sido tabla de salvación literalmente de muchos que han dudado de la fuerza de las corrientes del Cantábrico.
Además, Vega que ha trabajado durante años como actor en Estados Unidos, comenta que en las playas de Santa Mónica ha visto muchos rescates. «Allí si no haces caso a los socorristas te sacan del agua esposado y te ponen una multa considerable. Si aquí lo hicieran seguro que muchos serían más prudentes. No entiendo que muchos hayan normalizado no hacer caso a la autoridad y en las playas los profesionales de Cruz Roja están por algo».
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