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Es verano y los vigilantes están al tanto. La llegada de las vacaciones y del buen tiempo han traído, como es habitual, turistas que disfrutan de la costa cántabra en estos meses estivales. Sin embargo, el disfrute también puede transformarse en problema y las labores de rescate entre los vigilantes están de vuelta. En junio y julio Cruz Roja Cantabria ha realizado en torno a 2.500 intervenciones, las cuales han estado en su mayoría relacionadas con heridas y traumatismos leves, picaduras o alergias, la exposición excesiva al sol o por patologías previas de las usuarios que registraron síntomas durante su estancia en la playa. También se ha trasladado a 83 personas a centros sanitarios y se ha atendido a 61 niños extraviados. Un balance que aumentará, seguro, con lo que suceda en este mes de agosto.
David Sánchez | Playa de Ris, Noja
Un ejemplo de toda una vida dedicada al salvamento. Comenzó a practicar como deporte con tan solo dos años en el Equipo de Salvamento de Noja. A los 16 se planteó sacar la titulación de socorrista acuático y ya con 18 comenzó a vigilar la playa de Ajo. Finalmente, pasó a la playa de Ris en su pueblo natal, Noja. Un trabajo que para él es una vocación:«Siempre me ha apasionado el estar en la playa y velar por la seguridad de los bañistas».
Sin embargo, la actividad en la playa dura únicamente los tres meses de verano. En invierno, obviamente, está parada. Esto ha obligado al joven a buscar otra labor con la que complementar su trabajo de vigilante: «Estudié un grado medio de carrocería en Laredo y ahora estoy preparando las oposiciones de profesor de autoescuela», asegura Sánchez. En cuanto a rescates también tiene experiencia. David cuenta con una historia que contar en ese aspecto: «Hace años una señora de 89 años tuvo una parada en esta misma playa. La maniobra de rescate salió bien y, al de unos días, vino de nuevo a agradecernos lo que hicimos. Sin duda, esto es lo que me llena de este trabajo».
Selene Ruiz | Playa del Camello, Santander
Han pasado cuatro años desde que Selene pisó su primera playa —El Sardinero— para tratar de avistar cualquier percance que surgiese en las aguas o en la arena. Hoy continúa, pero en la cercana playa coronada por el pequeño Neptuno (El Camello), desde donde vigila que nada ni nadie se vean afectados durante su estancia en el arenal. «He nadado desde pequeñita y todo lo que tenía que ver con el agua me llamaba la atención. Cuando cumplí los 18 decidí trabajar de algo que a mí me gustase. Seguía a Cruz Roja en redes sociales y vi que anunciaban un curso de primeros auxilios y de socorrismo acuático. Tomé la decisión, pasé todas las pruebas y aquí estoy», relata Ruiz esbozando una sonrisa.
Supervisar la costa no es su única tarea ya que durante el resto del año se prepara como profesora de Educación Primaria en la Facultad de Magisterio. Su aprendizaje como vigilante no cesa y desde que entró en la Cruz Roja no ha parado de realizar cursos de salvamento, obteniendo así una formación continuada: «Desde que me apunté no he parado de prepararme. Es importante tener conocimiento de absolutamente todo».
Ignacio Nates | Playa La Salvé, Laredo
Tras experimentar una fuerte «inquietud» por el voluntariado, Ignacio Nates decidió acercarse al puesto de socorro de la plaza de los Tres Pescadores. Ahora, inicia este verano su sexta temporada protegiendo la inmensa playa de La Salvé, en Laredo. Graduado en Derecho y a punto de comenzar un máster de acceso a la abogacía, siente que, sin la disposición de tener un carácter más altruista –y, sobre todo, el tener un «puntillo de humanidad» con aquellos que lo necesitan– uno no podría pertenecer a un organismo que busca «acercarse y proteger a los demás».
Forma parte, además, del equipo de embarcaciones en el puesto de patrón, desde donde asegura sentirse «muy contento y satisfecho». Con respecto al estado de la playa en la que está durante este verano y de las dificultades que han podido surgir, afirma que «nada reseñable» durante estos dos últimos meses. «Siempre solemos tener más visitas por las picaduras de salvareo, pero hoy por hoy no ha habido nada grave», relata Nates. Y destaca que lo que este trabajo necesita de la confraternización: «Es nuestro objetivo y es importante vivirlo entre nosotros».
Ana Rodríguez | Playa de Los Peligros, Santander
Cinco veranos de socorrista a sus espaldas, tres como socorrista en playas y dos en piscina. De igual manera, el agua y la labor humanitaria es su pasión. «Desde muy pequeña he estado vinculada al mundo de la natación. Nado desde que tengo uso de razón y el agua es un lugar donde me siento muy cómoda. Además, ayudar a los demás es también algo que disfruto muchísimo y este trabajo permite compatibilizarlo», afirma Ana Rodríguez.
Pero su trabajo es muy diferente al de un socorrista convencional. Su tarea se enmarca en poder ayudar a aquellas personas que no pueden acceder por su propio pie al agua: «No nos encargamos tanto de vigilar el agua, sino de trasladar a aquellas personas con movilidad reducida —que previamente hayan pedido hora para ser asistidos— hasta la orilla y también de hablar con ellos y hacer el rato que están con nosotros mucho más ameno».Mientras se prepara las oposiciones para trabajar como celadora de hospital, esta es su actividad veraniega, que, de momento, no está siendo muy complicada: «De momento está siendo tranquilo pese a toda la gente que tenemos día tras día».
Laura Fernández | Playa de Los Peligros, Santander
Estudiante de Medicina y compañera de Ana Rodríguez en el puesto de asistencia a personas de movilidad reducida, Laura Fernández se acaba de iniciar como profesional en este ámbito este mismo verano. Asegura que se siente «absolutamente encantada» en este entorno.
«Siempre me ha gustado ayudar a los demás y el hecho de estar en esa primera línea donde uno puede prestar asistencia es lo que más me atrae. Además, tiene especial relación con lo que estoy estudiando, ya que el tema de primeros auxilios y demás está muy vinculado», responde Fernández desde su espacio de trabajo.
Para su sorpresa, ella desconocía la existencia de este puesto: «No tenía ni idea de que existía. Así que, en cuanto supe de su presencia, no lo dude ni un segundo», responde con total seguridad. Eso sí. Este puesto no tiene nada que ver con el trabajo habitual de un socorrista tradicional y esto es algo que Laura quiere remarcar: «Nos encargamos de ayudar a aquellos que más dificultades tienen para disfrutar de la playa y no tanto a socorrer, ya que para eso están los vigilantes en la torre. Son puestos diferentes».
Eva Del Soto | Playa La Salvé, Laredo
Natural de Laredo, Eva Del Soto ha tenido vocación desde pequeña de ayudar a los demás. Prepara las oposiciones para Guardia Civil, pero, mientras tanto, la playa de La Salvé es su ubicación de maniobras desde donde opera todos los meses de verano. «Este es mi segundo año como vigilante en esta playa. El balance está siendo muy positivo, ya que ayudar a los demás siempre ha sido algo que me ha gustado y así poder ganar algo de dinero en los meses de verano».
Las intervenciones no están siendo «excesivamente habituales» tal y como ella misma relata, aunque sí que han tenido alguna que otra operación de rescate: «Hemos tenido uno recientemente, y gracias a los compañeros de las motos de agua que visualizaron con antelación el incidente pudimos actuar a tiempo, sacando del agua a la persona afectada y evitando ir a mayores».
Eva tiene además una bonita forma de sintetizar el socorrismo: «El llegar a casa y decir 'he aportado algo a la sociedad' es sin duda lo que mejor resume este trabajo». Labor para la que no todo el mundo sirve: «Si no te gusta prestar tus servicios ni ser cercano, aquí no harías nada».
Clara Miranda | Playa de Cuberris, Ajo
Estudiante de Física y amante de la natación, Clara Miranda se estrena este año como vigilante de la playa de Cuberris, situada en Ajo, en el municipio de Bareyo. En su balance habla de «asistencia de curas» y algún que «otro rescate», pero en términos generales bastante tranquilo: «No estamos teniendo mucha actividad, así que de momento lo estamos llevando bastante bien».
Como «posible» último año de estudiante, Clara quería tener una experiencia ligada a las aguas, ya que siempre le había «llamado la atención el puesto de socorrista de playas», aunque no tiene claro si continuará su labor de salvamento en los próximos veranos, porque tiene pendiente la finalización de sus estudios.
«La predisposición y las ganas de ayudar» son dos claves de suma importancia en esta profesión, tal y como indica. No obstante, esas ganas de auxiliar no son solo extrapolables a una intervención sanitaria, sino también a la hora de ofrecer un servicio a los bañistas: «Siempre que viene alguien a preguntarte algo, incluso dudas turísticas, lo importante es que tú les contestes con buena voluntad. Esa es la base: el respeto».
Pablo Ruiz | Playa de Berria, Santoña
Desde los tres años, Pablo realizaba surf, waterpolo y natación. Vivía—y vive— en Santoña, una localidad muy vinculada a la mar. Su primo llevaba un tiempo trabajando como socorrista y Pablo decidió seguir sus pasos y trabajar, al igual que él, en las labores de salvamento. Lleva ya cinco años como responsable en la playa de Berria, donde los incidentes han sido frecuentes este verano: «Hemos tenido algún que otro susto, porque las mareas y las corrientes han cambiado en este tiempo, además de la cantidad de gente que viene», afirma Ruiz.
La preparación de las pruebas para convertirse en Guardia Civil están ocupando parte de su tiempo, lo que hace que sea «bastante posible» que este sea su último año como vigilante en esta conocida playa. «A partir del próximo verano voy a colgar las aletas», relata entre risas.
Y aunque las ganas de ayudar sean las protagonistas en una actividad como esta, para este joven la 'locura' es también un elemento de importancia: «Aquí hay que estar un poco loco. Al final tú eres el que se mete en el agua para salvar al resto, poniéndote también en riesgo».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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