«Los soldados rusos están en la indigencia y arrasan con todo a su paso»
RAMÓN GÓMEZ | EMPRESARIO AGRÍCOLA EN UCRANIA ·
Con un negocio agrícola en la región ucraniana de Jersón, el cántabro Ramón Gómez salió del país dos semanas después del comienzo de la invasión rusa, en las que las tropas de Putin ocuparon las instalaciones de su empresa
Casado con una mujer ucraniana desde hace 15 años y residente en Jersón, donde posee una importante explotación agrícola, el cántabro Ramón Gómez (Revilla de Camargo, 1952), de profesión eario agrícula, vivió en primera persona la invasión rusa a Ucrania. El mismo día del comienzo ... de la operación militar vio cómo el ejército de Putin tomaba la ciudad y las instalaciones de su propiedad, donde actualmente se albergan más de 500 soldados rusos. A lo largo de las dos semanas que permaneció en la localidad, fue testigo de las penosas condiciones de los militares y el material de los invasores, así como de muchas de las atrocidades que han cometido en Ucrania desde que el Kremlin decidió lanzar una guerra relámpago que no fue tal y que ha desembocado en un cambio radical del ya de por sí delicado equilibro político internacional.
–Ha vivido usted muchos años en Ucrania y conoce bien el país. ¿Se esperaban esta invasión?
–No. Está claro que Putin tenía esta obsesión, pero lo que no lo estaba tanto es que fuese a lanzar este ataque. Por su perfil, con una infancia complicada y metido en la KGB desde muy joven, donde les adoctrinan en los postulados comunistas y en el control social propio de esos regímenes, era evidente que es un personaje con mucho peligro, porque aprenden a hacer lo que haga falta por mantener el poder. Desde que llegó a presidente ha utilizado los mismos principios y métodos de esa organización y se ha endiosado tras veinte años al frente del país.
–Pero invadir un estado soberano como Ucrania... va mucho más allá de la propia Rusia.
–Según su cultura y su propia obsesión es un territorio que forma parte de Rusia y no entiende ni acepta que esa mentalidad ya es parte del pasado. Creo que es algo que ha hecho muy engañado por los altos mandos de su propio ejército, que le han vendido que tienen un potencial militar que en realidad no es tal.
–¿En qué sentido?
–En Rusia hay una corrupción total en todos los estamentos. Para poder robar, las altas estancias del Estado tienen que estar conchabados con los que roban, para no tener problemas después. Es un sistema puramente clientelar. Es un fenómeno que se da a gran escala, especialmente con las grandes empresas como las de la energía o las de las materias primas.
–Atendiendo a la invasión, ¿en qué se traduce esa situación?
–Pues precisamente en que el ejército ruso, su armamento y su potencial no son los que ellos venden. Las ruedas de los vehículos militares, por ejemplo, están en un pésimo estado porque no las han cambiado en veinte años, o los propios vehículos, más allá de una capa de pintura, en su mayoría son muy viejos. Yo he tenido tractores rusos y las gomas son muy malas, incluso las nuevas, y allí, con los fuertes cambios de temperatura que hay, no aguantan. En parte creo que por eso les está yendo mal, aunque estén haciendo mucho daño.
El comienzo
«El día del comienzo de la invasión me encontré un convoy ruso. Estábamos a ciento y pico kilómetros de la frontera y en cinco horas se habían plantado allí. Entraron sin ninguna oposición»
–¿En Ucrania había antes tensión entre las poblaciones de ambos países?
–No, eso de 'prorruso' y 'antirruso' es algo que yo no he conocido, había una convivencia normal. Muchos ucranianos de la zona trabajaban en empresas rusas y viceversa, porque en esa zona había muchas minas y empresas de siderurgia. Lo que había y hay era una mezcla absoluta entre unos y otros, porque se casaban entre ellos y muchos ucranianos también hablan ruso, que hasta la invasión de Crimea era un idioma que incluso se enseñaba en las escuelas. Ahora ya es otra cosa.
–¿Cómo vivió usted el inicio de la invasión?
–Ese día mi mujer me avisó por la mañana de que habían empezado a bombardear los aeropuertos. Yo tenía dentista, pero como cerraron casi todo fui a hacer una compra grande para tener la despensa llena por lo que pudiera pasar. Cuando volvía para casa ya me encontré un convoy ruso. Estábamos a ciento y pico kilómetros de la frontera y en cinco horas se habían plantado allí. Entraron sin ninguna oposición.
–Iba con un amigo y al cruzarnos con los vehículos vimos que los tanques y los camiones eran todos viejos. Se veía a simple vista. Cuando los soldados levantaban las lonas también vimos que eran todos unos chavales de no más de veinte años. Salvando a los oficiales y suboficiales eran todos unos niños, tropas de reemplazo.
–¿Cómo fueron esas primeras horas?
–Viendo el empujón que dieron al principio y cómo habían llegado hasta allí pensé que se iba a acabar en tres días. Que iban a tomar Kiev, capturar a Zelenski, poner en su lugar a un títere y listo. Pero resulta que Ucrania tiene soldados con mucha experiencia y eso les ha complicado mucho las cosas.
–¿De dónde surge ese potencial militar ucraniano?
–En Ucrania hay 400.000 soldados no profesionales que en un momento u otro han servido en el Donbás durante todos estos años de conflicto latente. Son militares con práctica. A ellos se suman los de carácter profesional, los del propio ejército regular, que no llegan a los 200.000. El problema es que no tienen muchos medios, pero durante estos años muchos han practicado y aprendido con tropas de la OTAN y ahora están recibiendo buen armamento. Por lo que se está viendo muchos de los militares rusos no tienen esa experiencia.
–Pero Rusia, en cuestión de armamento, también es una potencia.
–Sí, pero parece que no tanto como cree Putin. Por eso decía antes que da la sensación de que la propia cúpula militar en parte le ha engañado. Le han llevado a maniobras y a ver prototipos, pero el grueso de su armamento no tiene nada que ver. Le han mostrado los misiles hipersónicos, los tanques T-90, los cazas Su-34... Pero con soldados sin práctica ese armamento no gana la guerra solo. Y, además, el grueso de su material no es ese, repito. Lo que se han ahorrado en prácticas y material por la corrupción que hay en ese régimen lo están pagando ahora.
–¿Se apreciaba esa realidad en la zona de Jersón?
–En los hangares y las oficinas de mi explotación hay más de 500 soldados rusos durmiendo en el suelo. Han entrado allí y se han hecho los amos. Han robado todo el material, desde seis ordenadores portátiles a un dron y tres camiones. Por donde pasan roban.
–Es difícil imaginarse lo que pueden llegar a cambiar las cosas en una situación así.
–A mi cuñado le han entrado en casa a patadas y apuntándole con los fusiles automáticos y le han desguazado el taller. Se han llevado todas las herramientas, los pequeños electrodomésticos que pueden transportar y todo lo que han querido.
Ejército ruso
«La gran mayoría de soldados rusos, al menos en la zona de Járkov, están tirados por los pueblos y roban todo lo que pueden. En muchos lugares han acabado con las gallinas y los cerdos de la gente de allí. Hasta los perros han desaparecido»
–Ese pillaje, ¿responde al propio conflicto o a su cultura?
–A lo que responde es a su propia situación. Hay que ver la indigencia en la que están los soldados rusos. Muchos de ellos vienen de las zonas rurales, que son muy pobres, y por ejemplo un portátil que aquí vale 400 o 500 euros para ellos es algo que no podrían comprarse nunca, y menos estos que son tan jóvenes. Estos soldados no profesionales cobran, al cambio, 22 dólares al mes. Los otros supongo que más, pero lo desconozco.
–Se han visto imágenes de los soldados asaltando supermercados, y publicado informaciones sobre raciones caducadas.
–La gran mayoría, al menos en mi zona, están tirados por los pueblos y roban todo lo que pueden. En muchos lugares han acabado con las gallinas y los cerdos de la gente de allí. Hasta los perros han desaparecido. En Járkov había una gran vaquería que los primeros días dedicó la leche para alimentar a la gente, pero los rusos se llevaron las vacas que pudieron y al resto las mataron a tiros a todas.
–Política de tierra quemada...
–Van a mala hostia y se ve, como se ha visto estos días en las noticias. Cuando pierden son mala gente. Por desgracia creo que con el tiempo saldrán muchas más noticias así, como las de Bucha. Espera que salgan de Irpín, en Gostómel (esta entrevista se hizo antes de que las autoridades ucranianas denunciasen la desaparición de más de 400 civiles de esta localidad ) o en todos los pueblos de los que se están retirando, en los que han estado desde el principio.
–¿Cuánto tiempo ha pasado usted en Ucrania durante la invasión?
–He estado 15 días de guerra.Veía pasar los aviones y los misiles de crucero por encima, que iban a la ciudad de Mikolaiv, que está un poco más al norte.
Respuesta ucraniana
«Hubo un enfrentamiento a 20 kilómetros de mi casa, una columna rusa que los ucranianos bombardearon, no sé si con drones o cómo, y la destrozaron entera. Había muchos muertos por las cunetas, tanques reventados y camiones quemados»
–¿En su zona vio los enfrentamientos?
–Allí hubo poca cosa porque casi no había ejército ucraniano. Hubo uno a 20 kilómetros de mi casa, una columna rusa que los ucranianos bombardearon, no sé si con drones o cómo, y la destrozaron entera. Había muchos muertos por las cunetas, tanques reventados y camiones quemados. Mi zona es absolutamente llana. Son grandes extensiones de campos separadas por alamedas y allí no hay ningún lugar donde esconderse.
–¿Y qué hacen los soldados?
–Les han distribuido por allí y se meten en casas abandonadas. Muchos son pueblos de la estepa que ya están medio abandonados por el despoblamiento rural y los soldados se tienen que buscar la vida. Solo les dan una ración al día, así que van pidiendo leche y comida a la gente.
–En muchos medios han publicado que muchas de esas raciones estaban caducadas.
–Sí, allí se han encontrado raciones caducadas de dos y de siete años.
–¿Cómo consiguió salir usted de allí en pleno conflicto?
–En coche. Hice un viaje a Krivói Rog para ver cómo estaba la carretera, porque todavía no habían cercado la zona del todo. Pasé tres controles ucraniano, pregunté cómo estaba el camino a Kirovograd y a Ternópil y me dijeron que estaba bien, así que salí por esa ruta. Llegué a la frontera de Hungría, que la conozco bien, y tuve que esperar siete horas para conseguir atravesarla.
–Su mujer se ha quedado allí, entonces.
–Sí, mi mujer no quiere salir porque está allí su madre, que es muy mayor. He querido sacarlas a las dos con la idea de que ojalá dentro de unos meses la situación se habrá acabado y podamos volver, pero mi suegra no ha querido de ninguna de las maneras porque dice que tienen allí enterrado a su marido y que aquella es su tierra. Mi mujer, entre el miedo que tiene a salir y que no quiere dejar a su madre, tampoco ha querido venir.
Población civil
«Con unos tipos con fusiles y demás nunca sabes. Mi cuñado ha tenido que salir de allí hacia el oeste porque los hombres en edad militar lo tiene peor»
–¿Cómo está ahora mismo la situación allí?
–Esa zona está entera ocupada y allí no hay ejército ucraniano para desplazar a los rusos.
–¿Respetan a la población civil?
–Con unos tipos con fusiles y demás nunca sabes. Mi cuñado ha tenido que salir de allí hacia el oeste porque los hombres en edad militar lo tiene peor. De momento el jefe del escuadrón que está allí ha mantenido bastante controlada la situación, pero como les den tiza lo mismo se ponen en plan bestias con los civiles, como en el norte. Es una situación muy incierta.
–¿Cómo vive usted el conflicto ahora, desde aquí?
–He traído a mi cuñada, a la mujer de mi agrónomo y a sus dos niños, que están viviendo conmigo. Los pequeños ya están escolarizados. Es duro porque me llama más gente para venir pero no tengo más espacio en mi piso, que lo tengo para las pocas veces que vengo aquí.
–¿Qué cree que va a pasar ahora allí?
–Es imposible saberlo porque no se sabe cómo va a reaccionar Putin ante la situación. Si la cosa les va mal espero que los propios rusos le destituyan o acaben con él, pero es mucho imaginar. Hace unos años creó un ejército interno de miles de personas cuyo único cometido es controlar a todos los demás, así que es una posibilidad muy compleja y remota. Es como las SS alemanas y allí todo el mundo tiene mucho miedo a moverse.
–¿Qué experiencia ha sacado usted de una situación tan dura?
–La verdad es que te cambia mucho la perspectiva de todo. Cada día que estás allí es un día más de vida, porque al siguiente no sabes lo que puede pasar. No es lo mismo verlo aquí en las noticias que vivirlo allí. Cuando veo aquí a tanta gente preocupada por darse el paseo y tomarse el café, por la wifi o por la marca de las playeras es algo que no entiendo. Ya me pasaba antes, pero ahora mucho más.
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.