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En el inicio del curso político hubo una niña que no hizo amigos. «Volvemos a empezar», dijo a los periodistas con una sonrisa de oreja a oreja al entrar al edificio. Lo típico de la vuelta al cole. Fue, de hecho, de las primeras en ... llegar. Puntual a tope. Pero, ya en el aula, su pupitre se quedó en tierra de nadie. Con dos asientos vacíos a la derecha y una escalera que pareció más ancha que nunca a su izquierda, Eva Díaz Tezanos apenas cruzó cuatro palabras con los demás en una sesión que fue larga para todos, pero especialmente para ella.
La vicepresidenta estuvo sola -muy sola- en el hemiciclo y costó verla en otra pose que no fuera mirando fijamente una carpeta que sostenía con las manos. Sin desviar los ojos, inmóvil, o, como mucho, negando con la cabeza. O estudió mucho o esos cuatro papeles le sirvieron para no tener que ver demasiado a nadie. Fue la principal imagen del día, pero no la única. «Os vais a divertir», le comentó uno de los diputados a un periodista en una pausa de café. Larga lista de frentes abiertos. Y ayer, en el primer Pleno del nuevo ciclo, ya empezaron a cavarse trincheras.
Lo de las carpetas dio mucho juego en el retorno de los diputados al tajo parlamentario. Es una forma facilona de tener algo a lo que mirar para no tener que ver a alguien cuando pasa. Eva, sí. Pero en casi todos los grupos, más menos, tiraron de carpetuca. En el PP -algo aliviados más que por solucionar sus problemas porque, por dilatados en el tiempo, se habla menos de ellos-, en el diezmado Ciudadanos (Carrancio y Gómez hicieron de Coyote y Correcaminos) o en Podemos (que andan descabezados como partido en Cantabria, aunque sus distancias no fueran tan palpables a la vista como las de los demás).
Pero, por trascendencia, lo del PSOE y el traslado de sus guerras al Gobierno era ayer el asunto gordo. Que cada uno va a lo suyo quedó más que claro. Sin caretas. Eva Díaz Tezanos llegó al Parlamento acompañada del diputado nacional Ricardo Cortés, que lleva varios días lanzando 'puñaladas' contra las decisiones que toma la nueva cúpula de su partido en la región. Ya en el hemiciclo, con Ramón Ruiz ausente de la sesión por asuntos personales (una cita médica) en el que hubiera sido su último Pleno en el cargo de consejero, la vicepresidenta se quedó sin apoyos. Tampoco estaba Sota y en la lista de consejeros socialistas presentes únicamente María Luisa Real levantó la mano cuando pasaron lista. Sólo cruzaron cuatro palabras. Una fila por detrás, Víctor Casal y Silvia Abascal escenificaron algo mejor el cambio de papeles. Él será en breve nuevo portavoz parlamentario y ella dejará de serlo. Ayer entraron juntos, hablaron los dos y, sentados juntos, no necesitaron -en principio- carpeta.
Para rematar la estampa de las familias socialistas, la tribuna de invitados. Hasta en el aparcamiento que hay ahora frente al Parlamento se enteraron que había ido el nuevo secretario general del partido. Pablo Zuloaga miraba a todos desde arriba en compañía de la que será una de las nuevas directoras generales que ha elegido, Isabel Fernández. Como el rey león en la roca de la película. Viendo todo desde lo alto.
Fue curioso. Pero en ese capítulo -el de la curiosidad-, la relación Gómez-Carrancio está llamada a dar mucho juego. La pareja de diputados que los cántabros eligieron bajo las siglas de Ciudadanos está ahora partida. Uno sigue en el partido y el otro no, pero a ambos les obligan a compartir el Grupo Mixto, repartirse los tiempos de intervención y sentarse juntos cuando a Carrancio le toca dejar la Mesa -de la que no han conseguido sacarle con el reglamento en la mano-. Son como un matrimonio que se divorcia pero que está obligado a seguir viviendo bajo el mismo techo porque no hay donde ir. Así que tratan de no compartir habitación hasta que no les queda más remedio... Y de tocarse un poco las narices.
En cuanto la presidenta del Parlamento asomó la cabeza, Carrancio se fue a por Gorostiaga. Un 'cómo queda lo mío' que llegó a su máxima paradoja cuando tocó votar una propuesta de su antiguo compañero para fomentar las artes escénicas y la cultura entre los jóvenes. La idea del diputado de Ciudadanos salió adelante con todos los votos a favor de la Cámara. Bueno, todos no. Carrancio votó en contra y rompió la unanimidad. Gómez, por su parte, le pagó con la ignorancia constante. Como si a su lado no respirara nadie.
Y queda el PP, que ayer libró por falta de novedades (que no de soluciones) en su guerra interna. Sáenz de Buruaga compartió unos minutos de asiento con Van den Eynde para salir a preguntar a Revilla hasta qué punto la crisis del Gobierno por la vía del PSOE puede afectar a los cántabros. El presidente tiró por la vía de los problemas del prójimo: «Es una marejadilla y usted de marejadillas sabe mucho».
¿Y Eva mientras tanto? Pues Eva seguía sola, mirando la carpeta.
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