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Jesús de la Gándara Martín
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Jesús de la Gándara Martín
De raíces familiares cántabras -aunque desarrolló su carrera como jefe de Psiquiatría en un hospital burgalés-, el doctor Jesús J. de la Gándara formó parte ... del equipo que difundió científicamente en España el Síndrome de Diógenes, una enfermedad que lleva a una persona a «abandonarse» con la específica característica de que lo hace acumulando objetos, «por miedo». El concepto del miedo recorre el discurso de este médico especializado en el análisis de la soledad, de cuyos efectos habló en una jornada organizada por Cipsa, de la mano de Carlos San Martín.
-El tema de la soledad salta a la conversación pública de forma recurrente en los últimos años. La de los mayores empieza a preocupar a los gobiernos y hasta toman medidas...
-Llevo cuatro décadas investigando qué supone la soledad a nivel individual y social. Ya en los años 90 publiqué una obra 'Envejecer en soledad' y otro de mis libros ('El síndrome del espejo') también gira sobre este asunto. Y me refiero a ellos porque ya conté ahí, hace décadas, que la solución contra la soledad -que es lo que todo el mundo quisiera encontrar- pasa por mirarse a fondo a uno mismo y saber darse compañía. Cuando una persona está bien consigo misma, nunca estará sola. Otra idea: para tener amigos, primero hay que saber hablar con uno mismo. Le propongo algo: hoy, cuando llegue a casa, póngase frente al espejo diez minutos mirándose a los ojos. Y pregúntese quién es. Si es capaz de aceptar lo que ve, o de reírse, o no le incomoda lo que ve, nunca se sentirá usted sola, incluso si no convive con nadie.
-Usted mantiene que hay distintos tipos de soledad y que algunas son muy buenas.
-Claro. Las peligrosas, las que crean problemas, son la patológica y la maldita. Es contra estas dos contra las que tienen que luchar los gobiernos, porque estas son las que duelen y matan las cualidades del ser humano. La soledad patológica es la que hace que dejes de ducharte, de relacionarte, de salir a tomar el sol. Cuando alguien la sufre, es importante que no dé el paso a la maligna, que es la que te puede matar porque el abandono es ya total. ¿Sabe usted que hay estudios científicos que han demostrado que una misma vacuna contra la gripe no tiene la misma eficacia en una persona que vive bien acompañada que en otra que se siente sola? Los solitarios patológicos tienen menos defensas y, por tanto, también más riesgos de contraer enfermedades.
-Tras años analizando estos fenómenos, condensa su saber en una receta muy sencilla en la superficie: para no sentirse solo, hay que mover los pies, mover las manos y mover la lengua. ¿Cómo llegó a esta conclusión?
-Recogí esta fórmula en otro libro que se llama 'Trucos y tretas para vivir bien'. Y es que me fui dando cuenta a lo largo de los años de ejercicio que las personas que nunca se sienten solas son aquellas que se mueven, que salen a pasear, que toman el sol, que hacen ejercicio y que se mantienen activas. También es fundamental usar las manos. Hay que acariciarse al darse una crema, hay que ponerse a hacer croquetas, a dibujar, a cualquier cosa que a uno le guste. Y hay que abrazar. Además, es muy necesario el lenguaje (la lengua) en todas sus formas: hablar, escuchar, leer y escribir... Llevando una vida así es muy difícil sentirse solo. Esto tiene que ver, por otro lado, con saber mirar hacia adentro de uno. Tienen más problemas de soledad los que viven pendientes de los otros, los que solo miran hacia afuera. Si usted mueve los pies, las manos y la lengua estará más fuerte mental y físicamente y hará que su vida sea fecunda. Esta fecundidad da felicidad y, cuando una persona se siente así, le da igual vivir en compañía o no. Esto lo vemos con los viajeros solitarios, esa gente que, de repente, se lanza a un gran viaje totalmente solo. Es paradójico, pero ellos nunca están solos porque confían en sí mismos, están en conexión con el mundo y no tienen miedo de plantearse retos. Lo contrario es una persona con miedo: esa puede que esté sola siempre.
-Recientemente dio que hablar un informe que retrataba la gran soledad que aqueja a los jóvenes. Dice la estadística que uno de cada cuatro se siente solo a niveles extremos. ¿Lo ha constatado a lo largo de su carrera?
-Los profesionales lo vemos desde hace muchos años. Por un lado tenemos a los que carecen de herramientas para relacionarse y se encierran en la habitación de su casa con sus tecnologías y viven sin dejarse acompañar. Este fenómeno es terrible en Japón. Todos hemos oído hablar del 'hikikomori', que es el aislamiento casi total. Y eso se está extendiendo a todos los países por otra cuestión peculiar y es que cada vez hay más empleos que consisten en un joven trabajando en línea, desde su casa. Ahí están solos y cada vez más absorbidos por los trabajos... La soledad que se desarrolla en estos jóvenes es muy preocupante porque irá a más si no hay herramientas para atajarla y ellos tienen todo el futuro por delante. Nos vamos a encontrar con personas que, a los 40/50 años, van a sufrir cánceres e infartos porque la soledad patológica trae riesgos de hipertensión, inflamación...
-¿A los niños se les puede enseñar a gestionar la soledad desde pequeños para que tengan buena relación con ella?
-A los niños hay que dejarles ser niños. Dejarles jugar y dejarles convivir con sus semejantes, porque la amistad previene de cualquier mal de soledad. Hay que animarles a jugar en equipos, simplemente. Existen dos tipos de amistad: la superficial, que sirve para ir a tomar unas cañas, y la de verdad. Con esta te puedes desnudar delante de otra persona sin ninguna vergüenza.
-Póngase en el caso de una persona que ha perdido a su pareja de toda la vida y siente una soledad fuera de lo común, que llega a casa tras el trabajo y la encuentra fría y vacía y lo lleva como un drama. ¿Esto se supera en algún momento?
-Si esa persona está sana y se mantiene activa, salir de ese bucle es cuestión de unos meses. Solo se complicará si quien sufre la pérdida tiene depresión o una neurosis o ya no tiene amor propio y no es capaz de mirarse al espejo. Pero si se puede mirar al espejo un rato y acabar riéndose de sí misma, que no se preocupe, que saldrá adelante. Lo de la convivencia es curioso, porque algunas parejas se mantienen juntas por rutina, solo por estar acompañadas y así tienen alguien con quien comer, con quien hacer planes... La compañía es mantener una conversación con alguien que sabes que te responde. A las personas con depresión, por ejemplo, las recomiendo que desayunen con alguien para que arranquen el día hablando, porque la angustia vital se intensifica con el aislamiento.
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