«No sólo apagamos incendios»

En el monte de Ucieda, Ruente, cerca de la base del helipuerto de Jaedo, se presentó ayer una mañana cruda de cuatro grados y niebla espesa. A ratos llovía y las nubes negras en el horizonte le otorgaban al paisaje tonos dorados. Un lugar difícil para trabajar a la intemperie y, sin embargo, existen personas que están acostumbradas e incluso lo disfrutan. A veces. Pero para eso hay que estar hecho de una pasta especial, como la media docena de bomberos forestales que ayer desbrozaban el monte, porque aunque se llamen así –bomberos– hacen mucho más que apagar fuegos.

Es lo que puso de manifiesto el consejero de Desarrollo Rural, Guillermo Blanco, en la visita que realizó ayer a los operarios de la cuadrilla 201 de la comarca 4, que abarca los municipios de Ruente, Cabuérniga, Los Tojos y la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga. «Venimos a reivindicar que estas personas, que pertenecen al cuerpo de lucha y prevención contra incendios forestales, dedican el 90% de su tiempo a tareas muy diversas, como desbrozar, limpiar el monte, realizar pequeñas mejoras o los cierres de los montes de utilidad pública». Por eso la Consejería les ha otorgado recientemente el estatus de bomberos forestales, «una vieja reivindicación que les permitirá jubilarse con antelación el día de mañana». Una manera de compensar el esfuerzo y la peligrosidad que conlleva su trabajo diario.

Los agentes tienen conocimientos de todo lo relacionado con el medio natural. De climatología también. «¿Crees que habrá algún claro en el cielo?», le preguntaban a César Fernández, jefe de comarca, para asegurarse de que no iba a llover mientras los políticos hacían sus declaraciones. «Realizamos labores de mantenimiento, actividades relacionadas con la fauna silvestre, guiamos al personal de salvamento en un rescate…».

César es nieto de un guarda, «una tarea para la que no vale cualquiera», incide. Hace falta tesón y no tener miedo al frío, al calor ni al fuego. José Ángel Agüeros ha escrito su nombre y el de su pueblo, Lamasón, en el casco naranja que le cubre la cabeza. Lleva virutillas hasta en los dientes y habla sonriendo, a pesar de las bajas temperaturas y de que empieza a trabajar a las siete y media de la mañana, es decir, de noche. «Te tiene que gustar, porque es sacrificado». Su compañero, Marcos García, de Maliaño, tiene 27 años y todas las ganas de trabajar que le caben en el cuerpo. «No podría estar en una oficina todo el día sentado». Dice que aquí «nada de cafés». La dureza de la vida la eligen ellos. «Esta mañana había tres grados y ayer estábamos a cero». Pero a ellos el frío no les atraviesa y lo que más satisfacción les produce es el calor de las personas. «Nuestra labor está siendo cada vez más reconocida», admite el alcalde de Ruente, Jaime Díaz, que lleva varios años trabajando en la cuadrilla de Cabuérniga.

A la pregunta de si hay suficientes agentes, Antonio Lucio, el director general del Medio Natural, responde que los suficientes para que él, que es de por sí difícil de convencer, se sienta «razonablemente satisfecho». «Hemos logrado que la plantilla del cuerpo de prevención de incendios forestales sea la más amplia que ha habido hasta ahora en Cantabria», argumenta. «La conforman cerca de 400 trabajadores entre técnicos, agentes del medio natural y operarios». «Y somos los que mejor conocemos el monte», asegura César. Cualquiera le rebate.