«Sólo hay dos tipos de personas, buenas y malas, y a nosotros nos meten a todos en el mismo saco»
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Tras el anuncio de que Cantabria acogerá a siete menores de Ceuta, dos jóvenes cuentan su experiencia tras su paso por centros de acogidaA Zakaria y Amine no les importa contar su historia. Tampoco posar para la foto. Hablan con naturalidad, sin dramatismo ni pose impostada. Trazan su relato vital con entereza, como si hubieran encontrado la fórmula maestra para aceptar sin reproches su propio destino. Ambos ... abandonaron Marruecos cuando eran unos niños en busca de un futuro mejor. En Cantabria lo encontraron. Su paso por varios centros de menores les facilitó la tarea. Esta semana el Gobierno regional ha aceptado recibir a siete jóvenes que ya se encontraban en Ceuta antes de la crisis migratoria propiciada por la pasividad del país vecino. «Sé lo que se siente porque he vivido lo mismo», admiten ambos por separado.
Zakaria Jafar enseguida tuvo claro que lo suyo no eran los libros, así que se puso a trabajar como tapicero cuando apenas era un niño. Unas semanas cobraba, otras no. No veía futuro en Tetuán. Sin decir nada a su familia, un día cogió su pasaporte, entró en Ceuta y se metió en los bajos de un camión. La rampa de acceso al puerto casi le aplasta. De esa forma llegó a Algeciras. Entonces tenía 16 años, ahora 23. Solo, asustado y sin conocer el idioma.
Lugar de nacimiento. Tetuán (Marruecos).
Llegada a Cantabria. En 2014, con 16 años.
Años en centro de acogida. Tres, entre 2014 y 2017.
Situación laboral. Trabaja en la cocina de un restaurante.
Quería ir a Bilbao, porque allí tenía un amigo con el que hablaba por Facebook. Así comenzó su peregrinaje por España. La Policía le detectó en Málaga y le llevó a un centro de menores. Se las ingenió para salir y con ayuda cogió un autobús hacia Bilbao. Allí le esperaban. Luego decidió tomar otro a Santander, quería contactar con un compañero con el que había trabajado en Tetuán cosiendo sofás. Como no tenía donde cobijarse, este le propuso un plan: merodear junto al Puerto para que la Policía portuaria hiciera su trabajo. Así termino en el extrarradio de la ciudad, donde el Gobierno tiene uno de los cuatro centros de atención a menores no acompañados (MENA). «Ahí comenzó una nueva vida para mí», sentencia.
Zakaria Jafar
Bajo la tutela de sus educadores, comenzó a estudiar un modulo de chapa y pintura para vehículos. Por las tardes acudía a Cantabria Acoge para aprender español. Estudió cocina, trabajó en un hotel de Madrid como camarero de planta y regresó a Santander, de nuevo, por amor, ya que su pareja de entonces vivía aquí. Ahora está empleado en la cocina de un restaurante de la capital cántabra, donde lleva cuatro años, aunque se encuentra inmerso en un ERTE. «La gente del centro de acogida fue para mí como una familia. Pese a que tenía que salir a los 18 años, me dejaron estar un poco más, porque me portaba bien. Me dieron tiempo hasta que encaucé lo del contrato de trabajo», relata. «Quiero hacer muchas cosas en la vida, pero prefiero seguir en Cantabria. Llegar hasta aquí me ha costado mucho. No ha sido fácil», afirma.
La historia de Amine Chaouni discurre por otros senderos no muy distintos. Estuvo en dos centros. Llegó con 14 años a Cantabria, ahora tiene 25. Con sólo diez tuvo claro que su futuro no estaba en Tánger. Se las ingenió para meterse bajo un autobús que iba a embarcar. No le encontraron. Diez horas después, casi deshidratado, llegó a Algeciras. La Policía le localizó vagando por la calle. Ahí comenzó un año de peregrinaje por diversos centros de menores (Jaén, Madrid, Valencia y Oviedo) hasta que llegó a Cantabria. Con 18 años tuvo que abandonar las instalaciones. Tenía ofertas de trabajo, pero la carencia de papeles le impedía acceder al puesto. Salió adelante gracias al apoyo de Cáritas y la Cocina Económica. En el centro aprovechó para formarse. Acabó la ESO en Peñacastillo y estudió cocina. Le dieron trabajo cuidando una casa y así pudo vencer a la burocracia. Con los documentos en regla, comenzó a trabajar en un restaurante en Potes, donde estuvo cuatro años. Desde el pasado, lo hace en Vargas en un taller de carrocería y pintura para camiones.
Lugar de nacimiento. Tánger (Marruecos).
Llegada a Cantabria. En 2012, con 14 años.
Años en centro de acogida. Cuatro, hasta los 18 años.
Situación laboral. Trabaja en un taller de camiones.
Amine sigue de cerca la actualidad. Lo ocurrido en Ceuta le hace retroceder y verse a sí mismo no hace tanto tiempo: «No fue una invasión, la gente sólo quiere buscarse la vida. Muchos son niños, joder. Sé perfectamente lo que sienten, he pasado por lo mismo», relata. «Lo peor es que la población tenga que pagar las consecuencias de sus gobiernos. El rey de Marruecos ha utilizado a su gente como arma», apostilla Zakaria. «España es mucho mejor, pero hay cosas que duelen. Especialmente, cuando nos tratan de forma diferente», añade. «En el mundo sólo hay dos tipos de personas, las buenas y las malas, y a nosotros nos han metido a todos en el mismo saco».
Amine Chaouni
«A veces, vamos por la calle y nos gritan: ¡Inmigrante vete para tu casa! También se lo escucho a algunos políticos en la televisión. Lo que no saben es que vida sólo hay una y que es como una bola que da vueltas sin parar. Quién sabe, quizás algún día se invierta la situación, y entonces ellos harían lo mismo que nosotros, cogerían la maleta y buscarían un futuro mejor», subraya. «Tenía una imagen distinta de España y ahora que estoy aquí me ha variado», cuenta Amine. «Hay a quien le cuesta darnos una oportunidad. Nos juzgan sin conocernos», recalca. «Cada uno puede pensar lo que quiera, por supuesto, pero a veces se olvidan de su propia historia, de cuando lo pasaban mal y tenían que salir de sus propias fronteras. Porque aquí también hubo una época en la que la gente marchaba a otros países», añade.
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Lo que ambos intentan transmitir durante la conversación es que la decisión de arriesgar su vida por un horizonte mejor no es algo que se toma a la ligera. «Sólo cuando ves que no tienes futuro, que nadie te ayuda, que tu familia sufre, es cuando te planteas: o cruzo el mar o me muero en él. Lo único que buscas es dejar cuanto antes ese camino atrás», concluye Amine.
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