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El Gobierno australiano estaba construyendo un país casi desde sus cimientos. Necesitaba mano de obra y apeló a los gobiernos europeos para conseguirla. Querían mantener la etnicidad blanca de su población. Querían europeos. En Santander, el Instituto Español de Emigración, situado en la calle Lealtad, se encargó de reclutar a cientos de cántabros. La dictadura de Franco y la Administración australiana habían acordado varios requisitos. Los trabajadores debían ser jóvenes y solteros, haber cumplido el servicio militar y estar afiliados al Sindicato Vertical, el único que existía. Concretamente, querían hombres del norte de España. Y allí se fue Fernando Sancho Rico.
Contrataron el Monte Udala, un buque de la Naviera Aznar, que hizo cinco viajes entre el puerto de Santander y Australia entre 1958 y 1960. A los trabajadores les salía gratis el billete si cumplían los dos años de trabajo para los que les había contratado el Gobierno australiano, que tenía la esperanza de que se quedaran allí para poblar el país. Cada trayecto se encuadró en una operación diferente: Canguro (que llegó a Australia en 1958), Eucalipto (1959), Emú (1960), Karry (1960) y Torres (1961). Emigraron cientos de cántabros. Sancho Rico lo hizo en la 'Operación Karry'. Tenía 24 años, estaba soltero y era camarero, pero «quería conocer otros países», afirma. Salió de Santander el 20 de junio de 1960 y llegó el 23 de julio, 33 días después. Sólo hicieron dos paradas: Santa Cruz de Tenerife y Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
En el Monte Udala viajaban «trabajadores de Santander -se llamaba así la provincia-, Asturias, Palencia, Burgos, Ávila, Navarra y las Vascongadas», según recoge la edición de El Diario Montañés del 19 de junio de 1960. Se estima que, de un total de 373 pasajeros, 200 eran cántabros. Les acompañaba el delegado provincial de Emigración, Vicente Diego Bedia.
«Ninguno sabía ni una palabra de inglés», explica. Por eso les pusieron una profesora durante el viaje. «Quizás era la única mujer y la única extranjera de aquel barco», afirma Sancho Rico, que reconoce que las clases «no sirvieron de mucho». «Donde realmente aprendimos el idioma fue trabajando». Eran navegantes primerizos. Algunos, como él, «jamás» se habían ido en un barco, «ni grande, ni mediano, ni pequeño». Estreno a lo grande.
En Australia les esperaba el Centro de Entrenamiento y Recepción de Inmigrantes de Bonegilla. Allí les separaban en barracones por países. Pasaban días o semanas hasta que encontraban trabajo. Había ofertas de empleo en todos los sectores. La mayoría fue a trabajar para el sector de la caña de azúcar, otros lo encontraron en la recolección de fruta y tabaco, granjas, ganaderías, fábricas, altos hornos y hostelería. «Era una barbaridad la mano de obra que necesitaban». A Australia se calcula que llegaron unos 7.800 trabajadores españoles en aquel periodo.
Fernando Sancho viajó solo y tuvo la suerte de encontrar trabajo a los pocos días de su llegada. Fue uno de los primeros en abandonar Bonegilla. Le contrató una fábrica de General Motors en Melbourne. Allí vivió en una pensión. Aún recuerda que por una habitación pagaba dos libras australianas. «Había gente de todos los países, yo era el único español». Gran Bretaña, Irlanda, Italia y Alemania, entre otros.
Tuvo un conflicto con un italiano de la fábrica y, tras cuatro meses, se marchó a Sidney. El hotel Rex le recibió como friegaplatos. Allí, junto a otros españoles, fundó el 'Spanish Club' -según internet, ya no existe, pero perduró durante más de 40 años-. Cuenta que ayudó a varias españolas a encontrar trabajo. Ellas habían viajado por otros sistemas y trabajaban como cocineras y limpiadoras.
Allí vivió más de un año, ya estaba cerca de cumplir el contrato que había firmado con el Gobierno australiano. Para completarlo encontró un último empleo en una fábrica de melocotones de Melbourne, donde era más fácil localizar un barco para volver. Fundó el Centro Español de Victoria, el 22 de abril de 1962, del que conserva el carné número uno de socio. Todo, antes de finalizar ese contrato de dos años y hacerse un hueco en un barco mexicano para irse.
«Algunos se quedaron, pero muchos volvimos a los dos años», recuerda. Tras culminar los trámites, encontró trabajo como camarero en un barco mexicano que le llevó a América. Así conoció ciudades como Toronto y Montreal (Canadá), hasta que una lesión en el pie le obligó a parar en Nueva York.
El 12 de octubre de 1962 la Compañía Transatlántica suspendió la histórica ruta entre Santander y La Habana, con escala en Nueva York. Al último buque que llegó desde Cuba se subió Sancho Rico. Acababa de estallar la crisis de los misiles en Cuba. Era la Guerra Fría.
En Cantabria hizo su vida y organiza aniversarios para recordar las aventuras australianas junto con otros cántabros del Monte Udala que regresaron.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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