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Soplos, resoplidos y risas

Soplos, resoplidos y risas

Mesa de Redacción ·

Teresa Cobo

Santander

Sábado, 28 de marzo 2020

Cuando volvamos a la casa del pueblo o a la oficina, cuando cojamos de nuevo el coche, cuando retornemos al colegio, los relojes de pared y del salpicadero estarán retrasados. ¿Y por qué? Porque alguien ahí fuera ha adelantado la hora. Y esta vez no podemos echarle la culpa al coronavirus. Precisamente la omnipresencia del bicho era la excusa perfecta para cargarse el cambio horario. Han cerrado fronteras, aeropuertos, universidades, escuelas, institutos, consultas médicas, industrias centenarias... Han suspendido los Juegos Olímpicos, la final de la Copa, las procesiones... Casi todo lo han cancelado. Menos el cambio horario. ¿Y para qué? Para robarnos una hora de sueño. Pues no andamos sobrados, leñe.

Me noto un poco irritable. ¿Les ocurre? Puede que empiece a pesar un pelín lo de la clausura. Lo percibo en el aumento de decibelios de las conversaciones que traspasan paredes y suelos. Menos mal que por encima del techo sólo tengo el cielo protector. Las reprimendas que se filtran desde algún piso de abajo son cada vez más audibles y duraderas. No entiendo nada, porque hablan en chino. Pero reconozco el eco de esos momentos de desquiciamiento derivados de tener el negocio cerrado y a los niños recluidos en la vivienda.

Venga, alegría. Les invito de nuevo al patio de vecinos de El Diario Montañés. Vamos a ver quiénes se asoman por aquí. Tenemos de vuelta virtual a muchos de los antiguos compañeros, que ya disfrutan de un descanso ganado a pulso. Margarita Rodríguez, documentalista, es ahora una de nuestras corresponsales de ventana, en una posición estratégica. Consuelo de la Peña, tan recién salida del periodismo de tribunales que parece que siguiera, nos da de vez en cuando buenos soplos. Y Andrés Fernández, que colgó la cámara sin remisión después de décadas de cargar con ella para capturar imágenes impagables, nota de nuevo la llamada: «Pienso en las fotos que me estoy perdiendo y el gusanillo empieza a picar en las tripas». Leer que Sane estaba confinado «me caló hondo. Le imagino subiéndose por las paredes de su casa y me pongo en su lugar, que quizás también me hubiera tocado a mí».

Juan Carlos Flores, cronista urbano de Santander por excelencia ya felizmente retirado, lleva el confinamiento «fenomenal. Salgo al quiosco a por la prensa y me dedico a leer y mejorar mi inglés. Soy alumno de la Unate. Como las clases se han suspendido, mantenemos relación con las profesoras de Francés, Mariluz, e Inglés, Isabel, por internet. Nos ponen ejercicios y nos mandan películas en versión original».

José Emilio Pelayo, nuestro ex director adjunto, ha encontrado, como tantos, inspiración en esta batalla colectiva contra el coronavirus. De este encierro van a salir libros, pinturas, películas, poemas, diseños y nuevas formas de arte audiovisual. Eso seguro. Y Chemi nos envía sus versos de compañero y mentor: «El que dice tener corona no puede encerrar tu mente ni confinar las líneas que tecleas...». «Escribe entre admiraciones para alabar a quienes nos cuidan». «Escribe y sé lo que eres y ahora más se necesita: contadores de historias y vidas. Periodistas».

Y nosotros seguimos adelante. Nuestra Redacción era (es) amplia y diáfana, estratégicamente dispuesta para que cualquier cosa que se diga desde la Mesa que da nombre a esta sección se propague de un extremo a otro con inmediatez. Ahora, en cambio, eso mismo cuesta decenas de llamadas. Tenemos organizados varios grupos de WhatsApp para facilitar el trabajo. Uno de los más entretenidos es el de diseño, que sirve para lo que llamamos 'pintar páginas'. En ese chat son muy frecuentes mensajes como estos: «Están mandadas ya las 200 páginas del Anuario. Me voy a echar el arroz», de Merche Gómez. «He ajustado los artículos de Herrán y Calderón. ¡Me voy a hacer la comida!», de David Vázquez. «Voy cerrando el chiringuitooo», de Marc González.

Emoticonos aparte, que nos igualan, somos de reír distinto. Marc González, el jefe de Diseño, tiene esta risa: «hahaha». Al diseñador e infografista David Vázquez Mata, le sale el «jejeje». Iñigo Noriega, el director, es más de: «jajajajaja». A mí siempre me ha dado por el «jijiji», que es tipo perro Pulgoso, y he visto que viene de familia. Y hay mucho «jjjjjjjj», que es un reír de comodones.

No vayan a pensar que esto es el colmo de la dicha. Son pequeños paréntesis de recreo en jornadas largas e intensivas con momentos de agobio y de sobrecarga. Y de emociones encontradas, como las que han experimentado nuestros compañeros Nacho González Ucelay y Luis Palomeque con los trabajadores del centro de atención a la dependencia de Las Caldas del Besaya para poder ofrecerles el reportaje titulado: «Hacemos turnos para llorar».

Pero, entre tantas calamidades, nos gusta compartir lo bueno. Otro día les contaré más chascarrillos, aunque no sé si me pedirán cuentas cuando regresemos a la ya mítica Redacción de la Avenida de Parayas. Tal y como están las cosas, lo que cuenta es que volvamos todos y que lo hagamos con salud física y mental. Y que cada uno de ustedes siga ahí para leernos. Cuídense.

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