
Sor Rosario, 111 años de ayuda a los demás
Cumpleaños. ·
La monja más longeva del país vive en la residencia de Las Esclavas de Santander sin abandonar su vocación: «Siempre hace falta alguien que te acoja y que te escuche»Secciones
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Cumpleaños. ·
La monja más longeva del país vive en la residencia de Las Esclavas de Santander sin abandonar su vocación: «Siempre hace falta alguien que te acoja y que te escuche»Sor Rosario no pierde la sonrisa, es su forma de dar la bienvenida. Lleva unos minutos esperando en la recepción de la residencia del Sagrado ... Corazón de las Esclavas, en Santander. Es la persona más longeva de Cantabria –también la monja con más años de España– y está «entusiasmada» por poder contar a este periódico la historia de su vida, de su larga vida. Hace unos días ha cumplido 111 años y no ha parado de celebrarlo. Hasta la alcaldesa Gema Igual acudió a felicitarla y eso le llena de orgullo.
Está sentada en su silla de ruedas, que no abandona desde hace dos años, cuando se rompió la cadera, algo que no le ha cambiado el carácter. Como dicen sus compañeras de congregación, «sigue siendo la misma persona que siempre se ha preocupado por los demás». Y de eso, precisamente, es de lo que quiere hablar Sor Rosario: «Nunca he ido a una misión excepcional, como otras hermanas que han estado en África, pero siempre me he dedicado a ayudar a la gente». Para Sor Rosario, «en todas partes hace falta gente que te acoja y que te escuche» y eso, aseguran sus compañeras, «siempre se le ha dado bien».
Sor Rosario Soto
111 años
Sor Rosario Soto llegó a Santander procedente de Asturias hace veinte años y se instaló en la Casa de Cuidados de la congregación de las Esclavas. Con noventa años siguió colaborando en el día a día. «Ayudar en la zona del comedor y cocina, mantener limpia la residencia y rezar por las compañeras», recuerda ella misma. Nació en Gijón en el año 1914 y hasta los 26 años no encontró su «camino». Fue una «vocación tardía para la época». Tenía su explicación. No quería dejar sola a una de sus hermanas, la más pequeña, «que aún era joven para irse de casa». Ella fue la tercera de cuatro hermanos –otra religiosa como Rosario, un jesuita y otra hermana soltera–. Vivió entre Oviedo y Bilbao e hizo el postulado y noviciado en Loyola, Azpeitia, «en la espiritualidad de San Ignacio, con más de cien jóvenes», que en aquella época era lo habitual. Después, el destino fue Oviedo, entre González del Valle y otra sede a las afueras, donde se formó para dedicarse a la enseñanza. Durante aquellos años, recuerda, «la formación no era tan específica como ahora, ayudábamos en lo que podíamos y aprendíamos de las más veteranas». La trasladaron por la Guerra Civil y en su vuelta a Oviedo, trabajó dando clases a niños. La hermana Virginia Lanuza, presente en la conversación, recuerda que cuando ella terminó su noviciado, coincidió con Sor Rosario, «que con casi 60 años, había dejado la docencia y trabajaba en la portería de la llamada Casa de Espiritualidad», con tareas «más tranquilas». Una persona «entregada, tranquila, seria», pero «con genio», apunta. El resto de compañeras la describen como alguien «trabajadora, responsable y poco efusiva, pero que siempre, incluso a sus 111 años, está pendiente de qué necesitan a su alrededor». Por ejemplo, «si tenemos bombones y al repartirlos nos olvidamos de alguien, ella siempre nos avisa», asegura Sor Rosario García, otras de las hermanas de Las Esclavas.
Tanto la longevidad como la vocación religiosa «vienen de familia», reconoce la protagonista, que además de contar con varios familiares directos curas y monjas, siempre recuerda a su tío, «un sacerdote que todo el mundo conocía en Valladolid. Se paseaba por las calles con un manteo –una túnica– negro muy grande. ¡Llegó a cumplir 107 años!».
Sor Rosario siempre ha estado dispuesta a ayudar: «Cuidé de mi hermana en Gijón», ya a una avanzada edad. «No sabemos quién cuidaba de quién», bromean sus compañeras. Fue una de las últimas veces que salió de Santander. A pesar de no viajar últimamente, a sus 111 años tiene familiares que la visitan con asiduidad, sobrinas que cada vez que pueden «me traen bollos preñados».
Sor Rosario es una persona atenta a cada detalle y antes de posar para la fotografía que ilustra esta página, no olvida peinarse. «Vas a llenar el cuaderno con tanta nota», bromea durante la entrevista. Las hermanas reconocen que «está atenta al presente, pero ha olvidado las emociones de lo que vivió durante todos estos años». Es una persona de «rutinas», le gusta desayunar manzana, «como buena asturiana», participar en las actividades de la residencia y, por supuesto, asistir a la eucaristía.
La emoción de Sor Rosario ante la charla es evidente: «¡Esto lo va a ver todo el mundo!», apunta. Y es que su cumpleaños se ha convertido en un acontecimiento no solo para las 23 hermanas de la congregación, sino para toda la comunidad religiosa. No en vano se trata de la monja más longeva del país. Desconoce cuál puede ser su secreto, pero como despedida, Sor Rosario, animada por sus compañeras de congregación, nos regala un consejo para la vida: «Querer y confiar».
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