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La cavidad de Soba donde el pasado jueves murió un espeleólogo francés no era un lugar especialmente peligroso. «Sí que estaba inexplorado, y cuando nadie ha entrado en un lugar, no sabes lo que puedes encontrarte; pero todo apunta a que lo sucedido ha ... sido mala suerte porque se trataba de gente experimentada que sabía lo que hacía», explica Manuel González Morales, exdirectivo de la Federación Cántabra de Espeleología.
Hay tres tipos de grupos que acceden al subsuelo kárstico de Cantabria. El primero y más numeroso, el de los aficionados guiados por un especialista. El segundo, que está formado por espeleólogos con formación que disfrutan de los itinerarios conocidos y que tienen mayor o menor dificultad. Y un tercero, el caso del hombre francés fallecido, que está constituido por deportistas con buena formación, que se dedican a adentrarse en lugares en los que nadie ha accedido con anterioridad.
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«En Cantabria hay grandes formaciones kársticas que todavía están por conocer y todos estos grupos están haciendo esta importante labor de aportar conocimiento al subsuelo de la región», explica González Morales. «Se hace mucha exploración en superficie, para hallar nuevos accesos, y también en el interior de estas cavidades que nadie ha descubierto antes».
La Federación Cántabra de Espeleología asigna diferentes espacios a todos estos grupos que solicitan el permiso para adentrarse en estos territorios inéditos, algunos con hasta 150 kilómetros de recorrido. «Es gente muy experimentada y que tiene conocimientos suficientes para estar incluso varios días ahí dentro. Hay que tener en cuenta que hay sistemas donde hay que andar durante cinco días para llegar al territorio inexplorado».
La cavidad de Soba donde sucedió el jueves el accidente no revestía mayor dificultad. «Estaban superando dos pozos de 25 y de 7 metros. Eso en términos de expeleología no es apenas nada. Hay que tener en cuenta que en Cantabria hay simas de hasta 500 metros de verticalidad que hay que descender antes de llegar al terreno horizontal donde continuar el recorrido».
Pero la mala suerte quiso que un desprendimiento de roca produjera el trágico desenlace. «Es lo más parecido a que te pase algo cuando vas tranquilamente por la calle. De hecho, hacía muchos años que no había un muerto en una cueva de Cantabria. Y es precisamente por eso, porque la gente está muy preparada y sabe muy bien cómo proceder», detalla Morales. Los grupos de espeleólogos que se dedican a la exploración tienen concimientos incluso para practicar el autorrescate. «Muchos equipos están instruidos en esta práctica para poner en marcha protocolos que los saquen de la cueva; pero en este caso el accidente fue fatal».
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