Un sudoku de 500 niños como Éric

Para el momento en que, algo después de las ocho, Éric baja a desayunar (colacao, tostadas y zumo), el resto de la familia lleva un buen rato en danza. No es porque hayan saltado pronto de la cama por los nervios del primer día de colegio; al contrario, están algo remolones: cualquier jornada normal arranca antes, y los chavales ya estarían a esta hora en el servicio de 'madrugadores' que ofrecen los centros. Pero hoy van a acompañarle todos.

Éric Piñal Herranz tiene nueve años y empieza cuarto de Primaria en el colegio Marqués de Valdecilla, en Solares. Su hermano se llama Jandri -en realidad Alejandro, como su padre-, y su madre es Ana Belén. Ella es responsable de comunicación de la Asociación Frisona de Cantabria, y su marido es director del Servicio Técnico de Teka. Todos son altos, rubios y guapos, y viven en una casa grande y bonita, así que da gusto verlos.

Éric y Jandri, su hermano mayor (12), comparten habitación. Tienen un póster de Mazinger Z y otro del Atleti, y un pequeño circuito de Hot Wheels pegado a la pared. En las baldas, entre los libros, figuritas y juguetes, destacan sus trofeos de fútbol: los dos juegan en el Solares, y se ve que con cierto éxito.

El periodista sabe que hay muchachos que todavía están medio traumatizados por los meses de confinamiento, así que anda dando rodeos antes de preguntar por ello. Mientras tanto se entera de que Éric hará la primera comunión dentro de un par de semanas y que su gran deseo, por encima de otros caprichos y regalos, es ir de viaje. Él ha propuesto Japón: «Por la comida». A la espera de que sus deseos se hagan realidad, es poco probable que le ofrezcan sushi en el comedor del colegio. Sorprendentemente, dice que lo que más le gusta de allí es la menestra y que, en cambio, las hamburguesas no le hacen demasiada gracia.

Es el momento.

- ... ¿y qué hiciste durante el encierro?

-Hacer los deberes, leer -Spiderman y Geronimo Stilton-, jugar con los Lego...

-Y hacer un doctorado de Fortnite, apunta el padre.

Bueno, por lo que se ve, el mes de veraneo en La Manga, el campus de fútbol al que le apuntaron y lo que correteó en vacaciones le han borrado cualquier mal recuerdo de todo aquello que pudiera haberle quedado. Pero ahora empieza el curso y no hay más que noticias alarmantes sobre el virus al acecho, así que es de suponer que el 'trolley' que ya tenía preparado desde ayer contenga todo el kit de seguridad necesario.

-¿Ya te has aprendido todas las medidas?

-Sí: la distancia, ir al baño de uno en uno, lavarse mucho las manos, beber cada uno de su botella de agua,...

¡Anda! Ni traje de astronauta, ni guantes, ni geles: un simple botellín de agua (además de una elegante mascarilla negra de neopreno), y unos pañuelos de papel como toda arma contra la pandemia. Ana Belén explica que sus hijos son muy responsables, y ella también está tranquila porque, como presidenta de la asociación de padres del colegio, ha estado viendo cómo se ha ido preparando el centro para la vuelta a clase. «Han hecho un esfuerzo enorme y estará lo más seguro posible». Y cuenta que el colegio tiene diez cursos y cinco entradas, y que se han establecido turnos para acceder a él.

Eso es una versión muy resumida. La directora, Belén Tobar, describe un sudoku con 500 niños, 38 profesores y otros doce trabajadores, repartidos en grupos de convivencia que se respetarán en el autobús escolar, el comedor y los recreos, con zonas acotadas de juego en las que se van turnando; incluso habrá que pensar en cómo se les entretiene ahora que los balones están proscritos. Y todo eso aparte del surtido de toallitas, soluciones desinfectantes, señalización hasta para circular por los pasillos y todo el etcétera que a uno se le pueda ocurrir, y acabando con un plan de contingencia con respuesta para cualquier situación.

El edificio del Marqués de Valdecilla se levantó en 1911, pero parece como si lo hubieran diseñado para la ocasión: sus techos altísimos y sus ventanas gigantescas son ahora la envidia de cualquier instalación educativa ultramoderna. Éric se ha puesto a la cola; está con ganas de que llegue Marco León, su mejor amigo: en los recreos van al Risco, un bosquecito que hay dentro del recinto del centro, donde juegan a las tiendas.

-¿De campaña?

-No, de comprar y vender. Palos y piedras, y se paga con hojas.

Frente a lo que parece una incipiente vocación comercial, Éric asegura que él quiere ser científico, aunque aún no sabe exactamente qué investigar. Tampoco tiene tanta prisa, ¿no? Cuando le llega el turno de entrar, le toman la temperatura y desaparece tras la puerta.

«Tienen que ir al colegio -dice su padre, siguiéndole con la mirada-. No es un tema de conciliación, es de su propio desarrollo. Mi esperanza es que esto sea como cuando das al 'pause' del vídeo. Aprietas de nuevo y todo vuelve a seguir».