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Un sueño hecho realidad. Son las palabras que más repiten mientras pasean junto a la bahía de Santander mirando al infinito e imaginando ese futuro al otro lado del Atlántico que les espera en unos pocos meses. Y ganado a pulso, porque al margen de ... su brillante expediente académico, han tenido que superar pruebas escritas y orales en inglés y entrevistas personales. Con sus apenas 15 o 16 años. Mónica Marlasca, Virginia Rozas, Sara Cortijo, Víctor Trueba, Lydia Herreros, Gala García, Samuel Díaz, Iara Carreró, Marina Serna y Nahuel Prats son los diez estudiantes cántabros seleccionados para estudiar el próximo curso 1º de Bachillerato en un 'high school' (instituto) de Norteamérica gracias a las becas que concede la Fundación Amancio Ortega. Es la cifra más alta alcanzada nunca en la región desde que se pusieron en marcha estas ayudas en 2010, primero sólo para alumnos gallegos -debido al origel del establecimiento del grupo textil Inditex y de la cadena de tiendas de ropa Zara fundados por Ortega- y después para el conjunto de España.
La beca costea el todal de su estancia durante el próximo año académico en Canadá o Estados Unidos (ya saben el país de destino, adjudicado por la organización a través de un sorteo ante notario, pero algunos aún no la localización concreta), incluyendo viaje, escolarización, alojamiento y manutención en una familia local, seguro médico y de accidentes y seguimiento académico y personal durante los diez meses que pasarán en el extranjero, a partir de la segunda quincena del mes de agosto. El seguimiento de los adolescentes se prolonga a lo largo de 18 meses. En la actualidad, antes de viajar a sus destinos, los jóvenes, acompañados de sus familias, están participando en sesiones de formación para facilitar una adaptación adecuada a sus próximos entornos. Y a su regreso, la Fundación también mantiene el seguimiento.
«Estudiar en América siempre ha sido uno de mis sueños, ya que sus sistemas educativos son los mejores del mundo», refleja de forma expresiva Mónica Marlasca, alumna de 4º de la ESO del instituto José Hierro, de San Vicente de la Barquera. «Me parece increíble poder tener la oportunidad de formarme allí», destaca por su parte Virginia Rozas, del IES Montesclaros de Reinosa. «Muchísimos jóvenes sueñan con esta oportunidad y ser uno de los pocos que la tiene, es genial, una sensación increíble», destaca Samuel Díaz, del IES Cantabria, instituto de Santander en el que han sido seleccionados tres jóvenes.
Conocer una cultura y una forma de vida muy diferentes a la española, integrarse en una sociedad con múltiples atractivos, formarse en centros educativos de referencia, mejorar y perfeccionar el inglés, madurar y aprender a enfrentarse a muy diversas situaciones por si solos son los beneficios que más destacan los becados. «La beca tiene para mí un inmenso valor por la oportunidad de enriquecimiento personal que ofrece, más allá de lo académico», declara Iara Carreró, alumna del IES Valle de Piélagos. «Creo que es una experiencia única que merece la pena vivir: convivir con una familia y una cultura diferentes, acceder a otro tipo de asignaturas y a contenidos más prácticos, afrontar los problemas que puedan surgir y, como consecuencia, llegar a conocerse mejor a uno mismo», indica Nahuel Prats, también estudiante del IES Cantabria. «Me parece una oportunidad increíble de que mis miedos desaparezcan y, a la vez, mejorar mi nivel de inglés; esta beca es una gran preparación para el futuro, lejos de tu familia, conociendo gente y aprendiendo de ellos y de su cultura, tan diferente a la nuestra», subraya su compañero Víctor Trueba.
«Me presenté porque creía que era la oportunidad perfecta para salir de mi zona de confort, aprender inglés y conseguir una inmersión lingüística completa en la cultura norteamericana», sostiene Gala García, del Colegio Atalaya de Santander.
En similares términos se expresa Lydia Herreros, alumna del Colegio Mercedes, también de la capital cántabra, que considera que «la beca, a nivel formativo, va a marcar mi futuro y me va a ayudar a conseguir muchos de mis objetivos; y a nivel personal, me va a permitir ser una persona mucha más madura y preparada para enfrentarme a situaciones muy diversas».
Mensaje que comparte también Marina Serna, estudiante del IES La Albericia, que destaca la oportunidad «increíble» que supone la iniciativa, «que probablemente no puedas tener de otra forma», pero que admite, por otro lado, que va a ser «una dura experiencia personal», debido a que «tendremos que enfrentarnos solos a todo esto, así que ganaremos en independencia y madurez, además de otros muchos valores».
Un proceso de independización, de aprender a hacerse autónomos, dentro del que se incluyen medidas como que los adolescentes no pueden regresar a España en Navidad ni tampoco sus padres o familiares pueden visitarles durante su estancia al otro lado del Atlántico. «Lo hacen para que podamos adaptarnos mejor a nuestro nuevo ambiente y no volver a pasar por el choque cultural al que nos enfrentaremos al principio», explica al respecto Virginia Rozas.
Más de 9.700 estudiantes de toda España han participado en el proceso de selección de las becas de la Fundación Amancio Ortega, que ha exigido tanto el cumplimiento de requisitos académicos -una nota media mínima de 7 en 3º de la ESO y de 8 en la asignatura de inglés- como la realización de pruebas escritas y orales en la lengua de William Shakespeare. El nivel de renta familiar per cápita de los solicitantes, asimismo, ha representado un 60% de la nota final de cada candidato.
Ochenta de las 500 becas concedidas en 2018 se han asignado a alumnos de centros educativos de Galicia, donde estableció sus negocios el benefactor, el empresario Amancio Ortega, que posee una de las mayores fortunas del planeta. Por su parte, las 420 becas restantes se han repartido entre estudiantes del resto de comunidades autónomas. Madrid, con 77, Castilla y León, con 64, y Andalucía, con 59, son los territorios que acumulan más becarios. En las ocho ediciones de la convocatoria, la Fundación ha becado ya a 2.300 estudiantes, de los cuales entre un 70% y un 75% han sido mujeres, proporción que se mantiene en las concedidas este año en Cantabria, ya que siete de los diez beneficiados son chicas.
«Estoy muy contenta porque mis esfuerzos académicos han servido para algo y para mí esta beca es una recompensa que me la he ganado con mucho esfuerzo y constancia. Me va a hacer crecer a nivel personal y emocional y me va a aportar una gran variedad de conocimientos sobre otras culturas», asegura Sara Cortijo, también estudiante en las Mercedarias.
Una recompensa ganada a pulso, tal y como corrobora Víctor Trueba: «Recibir esta beca me parece un justo premio a mi gran esfuerzo durante estos años de duro trabajo», afirma.
Les restan aún dos años para afrontar su salto a la universidad y muchos no tienen claro hacia dónde enfocar sus estudios superiores, pero sí que les gustaría realizar algún curso en otros países a través del programa Erasmus. También son conscientes de que su futuro profesional puede tener más oportunidades en el extranjero ante la precariedad laboral o alta proporción de desempleo que asola a los jóvenes en España. «Sé que aquí no lo voy a tener fácil y después de esta experiencia que vamos a vivir con la beca, la opción de marcharme a estudiar o trabajar fuera de Cantabria y de España es tangible», indica Marina Serna.
Un panorama que crítica Nahuel Prats. «La investigación no está valorada en España. Las condiciones de trabajo, los contratos y los sueldo son mucho peores que en otros países, además de que en muchas investigaciones cortan los fondos y la mayoría de los jóvenes se ven obligados a marcharse fuera. Aspiro como todo el mundo a trabajar en mi país, pero es difícil», reflexiona.
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