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El 24 de agosto de 1998, Cáritas Diocesana informaba de la apertura de un centro de acogida de enfermos terminales de sida en Cantabria, el Ayuntamiento de Santander avanzaba el comienzo inmediato de las obras de reforma del Paseo Pereda y Puertochico y la actualidad ... política regional giraba en torno a la intención del Gobierno de hacer una auditoría para conocer la situación financiera de los ayuntamientos. En las páginas de El Diario Montañés se daba cuenta de la salida del Racing del defensa uruguayo Diego López a un equipo italiano y de la incautación de una gran plantación de marihuana en Laredo. Nadie en Cantabria se enteró de que, al otro lado de la bahía de Santoña, ingresaba en el penal de El Dueso Francisco Javier Almeida, el presunto homicida del pequeño Álex, de 9 años, el pasado 28 de octubre en la localidad riojana de Lardero. Según los investigadores, le secuestró tras confundirlo con una niña y con la intención de cometer una agresión sexual.
Pese al impacto en Logroño del asesinato de la agente inmobiliaria por el que fue condenado a 30 años de cárcel, su entrada en el centro penitenciario fue tan discreta como su estancia durante más de dos décadas. No es habitual que una parada tan larga se salde sin un solo parte disciplinario, aunque sea por asuntos menores. Distante, discreto, educado, sumiso... Cuatro rasgos que habitualmente utilizan los profesionales para dibujar el perfil que manifiestan en prisión este tipo de depredadores sexuales y pederastas que Almeida cumplía a la perfección. Destacaba por no destacar. Por su «comportamiento lineal. Comportamiento de psicópata».
Hasta su salida hacia La Rioja hace unos meses, antes de conseguir la libertad condicional, Almeida se ocupó de que su trato con los funcionarios de prisiones y con la mayoría de internos fuera el mínimo posible. Su sordera –necesitaba aparato auditivo– y un defecto en el habla no le ayudaban precisamente a socializar. Los primeros años formó grupo con los presos aficionados al baloncesto. En los muchos ratos libres que deja la estancia en El Dueso, de vez en cuando se le veía disfrutar en la cancha. Con el paso del tiempo, ni eso.
Mortadelo –ese era su apodo debido a su altura, su aspecto desgarbado y sus gafas, aunque casi todos se referían a él por su apellido– no tenía ocio más allá de los paseos con un grupo de tres o cuatro personas con las que trabó alguna amistad. Entre ellas, algunos condenados por delitos similares. Su pequeño círculo.
Sumiso y lineal también se mostró en las labores que desempeñó voluntariamente en El Dueso. Estuvo de forma consecutiva en el área de ingresos y en la lavandería. Dos puestos que le obligaban a intercambiar al menos dos palabras con todos los compañeros de forma periódica. Por eso y por su historial delictivo tan marcado era conocido –al menos superficialmente– por toda la comunidad.
En el área de ingresos se encargaba de recoger y almacenar las pertenencias de los nuevos internos o aquellos que disfrutan de permiso. También de la distribución de la ropa de cama de las celdas. Como el de lavandería, labores que por su complejidad requieren cierto tiempo de aprendizaje. Por eso las suelen desempeñar presos con condenas largas.
Su perfil era perfecto, conocedor además de las dinámicas de las prisiones. Porque antes de ser declarado culpable por el asesinato de la agente inmobiliaria María del Carmen López, a la que también agredió sexualmente, Almeida había sido condenado a siete años de privación de libertad en 1989, cuando él tenia 22 años, por otro delito sexual contra una vecina de 13 años. La engañó para que entrara en su piso, la ató y le enrolló una cuerda al cuello hasta que perdió el conocimiento. Cuando la víctima volvió en sí, él tenía los pantalones bajados.
Como perfecto fue su comportamiento en las terapias que los condenados por este tipo de asuntos tienen que superar con éxito para acceder a beneficios penitenciarios. En materia de delitos sexuales, de violencia contra la mujer... Pese a que las sensaciones que transmitía el personaje eran negativas, no había argumentos objetivos para denegarle las salidas ocasionales a la calle en la recta final de su condena. Tuvo hasta 38 permisos entre 2013 y 2020 y en todos demostró buen comportamiento. «Que se sepa».
Pese a todo lo anterior, la Junta de Tratamiento de El Dueso vio «algo»en Almeida para denegarle el tercer grado. En realidad accedió a él con el voto en contra de este órgano, que se ocupa de determinar si un reo puede o no acceder al régimen abierto y que no sólo incluye a los cargos directivos de la prisión, también a los técnicos que se ocupan de la salud mental de los reclusos. Almeida recurrió la decisión a Instituciones Penitenciarias, que en febrero de 2020 resolvió que podía finalmente disfrutarlo. De ahí pasó a la cárcel riojana, donde el juez de Vigilancia Penitenciaria decidió concederle la condicional antes del fin de la condena, previsto para agosto de 2023.
Cuando comenzó una relación epistolar con una 'admiradora', aún no se conocía el crimen de Lardero que ha impactado a la sociedad española, pero sí que su presunto responsable ya había sido condenado por otra agresión sexual a una niña y por violar y asesinar posteriormente a otra mujer. A la amiga de Almeida no le importó y la relación se fue consolidando hasta el punto de que ambos solicitaron encuentros presenciales a través del cristal, el paso previo imprescindible para poder solicitar los vis a vis.
En ese contexto, el ahora detenido inició a través de Valdecilla un tratamiento para superar sus problemas de impotencia sexual y El Dueso le facilitó viagra. Pese a lo insólito de la situación –Almeida nunca solicitó la castración química, al contrario que otros condenados por delitos similares–, entre la comunidad penitenciaria entendían que era un paso más dentro de la terapia de rehabilitación. Pero lo que pasaba por dentro de la cabeza de Almeida sólo él lo sabía. El suceso de Lardero ha causado una enorme conmoción.
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