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«El susto que me llevé es suficiente como para no volver a salir a navegar». Gerard Dobbles, el ciudadano francés que el pasado sábado naufragó a bordo de un catamarán y tuvo que ser rescatado por unos marineros en Suances, relata en el Hospital ... Sierrallana donde permanece ingresado, dice que no temió por su vida pese a permanecer más de una hora en el agua, soportando las bajas temperaturas y el embate de las olas, aunque tiene la impresión de que ése fue su «último viaje».
Una de las vecinas que le ha acompañado desde el suceso, Adelaida Ceballos, explica que a las nueve y media de la mañana del sábado se encontraba desayunando cuando vio una embarcación junto a la playa de la Concha que «por la forma de las velas parecía navegar a la deriva y sin tripulación». Media hora después el catamarán, con bandera belga, quedaba encallado en la orilla. «Pensamos que por las dimensiones de la embarcación podría contar al menos con dos tripulantes, a los que comenzamos a buscar», apunta. En una villa marinera, acostumbrada a la ira del Cantábrico, qué mejores rescatadores que los integrantes del barco 'Siempre Ángela', quienes centraron la búsqueda en las inmediaciones de la playa de la Riberuca. Allí encontraron flotando a Gerard tras más de una hora soportando las aguas gélidas y el duro embate de las olas.
El náufrago, natural de Manche -en la región francesa de Normandía-, recuerda que el fuerte viento fue llevando la embarcación hacia a la costa hasta que perdió el control y la nave quedó en vertical, cayendo él al agua. A partir de ahí solo pensó en sobrevivir, esperanzado al ver cerca la playa de Suances. «No tenía miedo, veía la costa y sabía que de ésta iba a salir con vida», dice.
Dobbles llevaba quince días navegando a bordo de un catamarán de 4,5 metros de manga con el que había partido de Bretaña para llegar hasta Senegal en un viaje previsto para una duración de unos seis meses. Sereno, con la piel curtida por el sol y el salitre y con el pelo cano recogido en una coleta, el navegante recuerda los avatares del naufragio acompañado de su «amiga cántabra» Adelaida y de Sara Rueda, integrante de la agrupación por el hermanamiento de Suances con Bassens, que hace las veces de traductora. Ella ha hecho de interlocutora con la mujer de Gerard, Lilliane.
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Aunque insiste en que no pasó miedo «ni frío» -llevaba varias chaquetas, una de ellas salvavidas, lo que le permitió mantenerse a flote- Gerard cree que éste ha sido su «último viaje» y reconoce que, aunque no pasó miedo, «el susto ha sido suficiente para no volver a navegar». Con quince años de experiencia, antes a bordo de un velero, 64 años y ya jubilado, recuerda que «la noche del viernes al sábado las condiciones en la mar empeoraron debido al fuerte viento, con rachas de más de 50 nudos», por lo que concentró todos sus esfuerzos en mantenerse alejado de la costa. El marinero indica que siempre viaja solo, con la única compañía de su perra 'Dolsy', a la que «como siempre», cuando hay temporal, puso a salvo en el camarote, de donde la rescató Adelaida.
Gerard, que permanecerá ingresado unos días más para recuperarse de la infección provocada por la gran cantidad de agua salada y arena tragados, está a la espera de conocer los daños que ha sufrido la embarcación, un catamarán Oceanic de medio siglo de vida, que le gustaría recuperar aunque lo de volver a navegar, dice, «con este susto no lo veo... pero ya veremos».
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